Toled
os que inundaban mi mente. Los ojos de Mateo, pidiéndole a su padre una e
oro" que llevaría a su padre hasta un barco de juguete que él mismo había pintado. Lo había envuelto en
esa mañana, su pequeña cara radiante.
ntentaba protegerlo de la indiferencia de Da
mi amor. Es un
n un parche en el ojo y una espada de madera. Se sentó en la mesa, su cuerpecito tem
a de las diez. Mateo saltó de su s
! ¡Lle
s de él, con una amplia sonrisa,
encogió. Sie
con una familiaridad que me revolvió el estómago. Leo, u
il. Su sonrisa se de
ro!" dijo, su voz ahora apenas u
arrugado. "Ah, gracias, hijo.
juguete en la mesa. "¡Mira, D
lló contra el suelo. Era solo un niño, pero el sonido de la arcilla rompiéndose fue como
los ojos de Mateo. "¡Mi
a, pero sin verdadero
lloraba a mares. "No te preocupes, campeón. Papá te
i una palabra de consuel
Lo abracé fuerte, sintiendo
dije, besando su cabeza
berme casado con un hombre así. Por haberle
rmía, seguía sollozando en s
as. Damián siempre justificaba su preferencia por Leo, diciendo que "necesitaba más atención"
as. Las cicatrices invisibles que Damián había dejado en Mateo eran mucho más profundas. Sentí una resolución

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