lina de
corona de la temporada social de Monterrey; era una
e la sangre se derramaba en
a notificación escueta de que pasaría por mí
de baile del
las implicaciones de esto mejor que nadie. El Consejero es
a -murmuró Marcos, sus ojos escaneand
je, mi vo
e. Un vestido que se aferraba a mis curvas c
principal, el lugar privilegiado re
tas dobles se abrieron. Alejandro
supuesto. Jugando a la in
como espectadores en un partido de tenis. La falta de respeto era tan ruidosa que era ens
ó el ceño. No le gustó que estuviera con Marcos. No le gustó que no
sculturas. Vinos de época que c
stador sacó la
de raros diamantes azules que una ve
símbolo de la matriarca de la
lavándose en su manga. Le susurró algo al oído
u expresión indulgen
ón de pe
d. Estaba comprando la reliq
s, ardiendo bajo mi maquillaje. Esto e
leta, mi movi
nes -dije
. Su mandíbula se tensó, un mú
edio -co
spondí sin un segu
y esposa, en guerra por el legado fa
s -dijo Alejand
arpa
o mil
avo de nuestra cuenta conjunta solo par
aleta por se
ó el ceño, la confusión marcando sus r
micrófono, su voz resonando en la repentin
igí, mi voz co
ce que hay una rete
ilencio absolu
a Ale
ebajo de la mesa. Habí
anquila y arrogante. *Conoce
se trataba del dinero. Era la correa. Estaba
levantó ab
ta -le dijo
ntalla de nuevo, luciend
milia de la Garza ha marcado todas las tra
ndro usando los cód
a atr
martillo, el sonido como un dispar
hacia el escenario, tomó el
amantes azules brillaban contra su piel,
. Aplausos educado
palda estaba recta.
ré. No
nundara. Dejé que se impregn
umillación
e había ganado. Pensó que
a de entregarme el arma que

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