a justo afuera de las puertas de hierro forjado. Necesitaba un trabajo. Mi vida anterior, la startup tecnológica en la que había vertido mi a
comenzaron a llegar. Directora de marketing, líder de proyecto, consultora. Mi cerebro, una vez embotado por la medicación, comenzaba a
nte parpadeo contra la vasta oscuridad que Arturo había arrojado sobre mi vida. Me permití un momento para imaginar un futur
mena, mi madre, nos había ayudado a comprar. Estaba recién pintada, de un azul vibrante que asaltaba mis ojos. Cortinas nuevas colgaban en las ventan
ecesitaba capital para un ensayo quirúrgico innovador, algo que podría revolucionar la cardiología. Era
gar donde había vivido toda su vida. Cada centavo de la venta, to
illando de orgullo-. Va a cambiar el m
fermedad renal. Su brillante carrera, su futuro, pendían de un hilo. Los médicos
ena dio un pa
irme, inquebrantable-. Yo soy m
n segundo. Le dio
lsa. Liquidé cada activo, cada acción, cada centavo. Lo invertí todo en sus facturas médicas, su recuperación,
mbre mundial que todos predijeron, aclamado como un genio,
o que ella tenía, se lo dimos a él. ¿Para esto? ¿Para el monumento de una perra?
l estómago. Tropecé, apoyándome en un poste d
ación solo era interrumpido por el zumbido lejano del tráfico. Justo cuando me estaba quedando
ué a tientas el dispositivo, mis manos sudorosas. La pantalla se iluminó,
dominaba la pantalla. Lloraba a gritos ante la cáma
s-. Alguien... alguien profanó su tumba. Mi
a de la urna destrozada
"¡Psicópata!" "¡Encuéntrenla!" En cuestión de minutos, mi nombre, mi antigua empresa, mi breve est
¿Quién har
o, la ex-CEO loca! ¡Po
rtir esto. ¡Esta mujer necesita
las manos. La pantalla, viva con palabras parpadeantes, s

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