indiferente marcha: gente cruzando la calle con bolsas de compras, niños corriendo en el parque, parejas tomadas de la mano. Pa
Clara tan pesado como una losa de mármol. No quería consuelo, porque el consuelo implicaba
io sepulcral del vehículo-. Quédate conmigo. En mi apartamento nadi
s ojos, antes brillantes de ilusión
ine el contrato de alquiler que Alexei insistió en p
frente. Tres furgonetas de prensa local estaban apostadas en la acera. El apellido Volkov era sinónimo d
da por el portero, quien la miró con una lástima tan evidente que Clara sintió ganas de gritar. El ascensor subió en un silencio me
electrodomésticos de diseño que nunca llegarían a usar. Cada caja tenía una tarje
do a Elena fuera a pesar de sus protestas. Necesitaba el silenci
e lujo. Caminó hacia el centro de la sala y se dejó caer en el suelo de madera, sin importarle que
entregado por el chofer antes de la ceremonia. Era una pieza antigua, una reliquia que le había costado todos sus ahorros de tre
lle fue el que r
lloró. No fue el llanto delicado de una heroína de película; fue un llanto animal, visceral, que le vació los pulmones hasta que le faltó el aire. Lloró por la mujer que creía
griento antes de dar paso a la oscuridad. Clara no encendió las luces.
e de bodas. Sobre la cómoda, vio el cargador del teléfono de Alexei y una corbata que él había descartado en el último momento. Todo en esa habita
de 300 mensajes. La mayoría eran de "amigas" cuya curiosidad era
creando surcos negros en sus mejillas, y su peinado era un nido de cabell
on una voz que no reconoció-. Est
tones diminutos en la espalda eran una tortura, diseñados para que un esposo los quitara con paciencia y amor. Al no poder desatarlos, C
Zas
ancos en el suelo del baño. Luego, entró en el agua caliente, frotándose la piel con una esponja áspera hasta que se p
ordenador portátil. Su mente, antes nublada por el dolor, empezaba a cr
tido en mantener su pequeña cuenta de ahorros independiente. Era una miseria comparada
r del mundo, Alexei Volkov probablemente estaba durmiendo tranquilo, o celebrando su
la habitación-. Vas a ser el pedestal sobre el
nte no era una línea recta hacia el éxito, sino un laberinto de deudas, juicios sociales y el dolor sordo
, el teléfono vibró sobre la mesa. No era un mensaje de texto. Era una notificación
andona la dirección de Volkov Construction. Rumores d
ismo tiempo que la suya. Pero mientras él caía desde un trono de oro, ella estaba
que ahora sabía que sabía a despedida. Clara cerró los ojos y se prometió que esa sería la última vez

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