na
había construido con esmero durante los últimos tres años, estaba casi vacía. El último de los contratos yacía
na mujer que compraba mi tienda, su voz llena de preocupación. Miró los estantes ahora d
uevo comienzo. -Firmé mi nombre con un floreo, una extraña mezcla de tristeza y libertad estimulante invadiéndome. Esta galería repres
ida? -preguntó, sus ojos
uina sonrisa finalmente tocando mis labios-
luciente y superficial de la Ciudad de Méxic
aburrida ciudad natal, un lugar donde los sueños iban a morir. Él tenía estrellas en los ojos, un deseo ardiente de triunfar. Yo lo tenía a él. Eso era suficiente para
amente en una búsqueda inquieta de su propia felicidad. Salió con hombres, se volvió a casar y, finalmente, encontró una nueva vida, una nueva familia, una que no incluía a una niña difícil y con el corazón roto. Fui envi
ré a él como a un salvavidas. Él era mi estabilidad, mi futuro, mi todo. Renuncié a mi trabajo loc
eléctrica. No teníamos dinero, ni contactos, solo el uno al otro y un sueño compartido. Todas las noches, el olor a comida frita subía, mezclándose con el aroma de ambientador barato y las v
ro en la CDMX, cayó silenciosamente afuera, convirtiendo la ciudad en un paisaje silencioso y mágico. Adentro, nuestro calentador defectuoso echó chispas y luego se incendió. U
rrió de regreso, con el rostro pálido de miedo, miedo por mí. Irrumpió por la puerta, echó un vistazo a la pared chamuscada y luego me abrazó, sosteniéndome tan fu
riunfar. Me aseguraré de que nunca más pases por algo así. Tendremos una casa g
como lo más puro. Fue una promesa construida sobre el miedo
n algún punto del camino, esa promesa se había fracturado. Cuanto más grande se hacía su estrella, más pequeña me sentía yo. Cuanto más exitoso se volvía, más
a decir, era enamorarse. Encarnar personajes, sentir sus deseos, vivir sus vidas. Pero, ¿qué pasaba cu
juntos con un ritmo innegable. El director había vitoreado: "¡Perfecto! ¡Eso es emoción real!". Se me revolvió el estómago. Más tarde, los vi riendo, con las cabezas juntas, la ma
isa, a horcajadas sobre Karla, sus rostros a centímetros de distancia, la risa de ella resonando en el estudio. La acercó más, un gesto posesivo que se sintió demasiado real, demasiado íntimo. Mis
a familiar crecer, seguida rápidamente por el peso aplastante de la vergüenza. *Solo está trabajando, Alina. Estás siendo dramática. Estás s
ndo estaba dormido. Me odiaba por ello, cada vez. No confirmaba nada, pero alimenta
ta es mi vida privada! ¡Mi trabajo! ¿No tienes nad
uelta, las lágrimas finalmente fluyendo-. ¡Dijiste que me c
que me "enfocara en lo que te hace feliz", sabiendo perfectamente que apoyarlo a él era lo que me hacía feliz. Per
aromas delicados ahogaran la ansiedad que me carcomía por dentro. Funcionó, por un tiempo. El trabajo ajetreado, los arreglos interminables, el aroma de las flores frescas. Era una distracción. Una hermo
da de qué hablar. Las delgadas paredes de mi compostura finalmente se habían desmoronado. El silencio que sig

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