era gris e implacable. Cortaba a través de los huecos en l
a la cabeza. El estrés de la noche anterior, la visita al hospital, las l
ámica. Eva siempre le traía café negro, exactamente a las 6:30 AM. Era parte de la maquina
peó nada más q
el ceño. Palpó la
s contra la luz. Se sentó, la i
AM
enc
. No era la tranquilidad de un hogar
e la cama. Fue ent
cada en una bola para ocupar el menor espacio posible- había una hoja de pap
bro se negó a procesar los datos visuales. El anillo
pel. El anillo rodó y golpeó
ón del M
ron la jerga legal. Ruptura irremediabl
incrédula. Tiró el pape
ención -murmuró a l
abía que se lo había perdido, pero seguramente ella entendía la gravedad de la condición de Rubí. Rubí
eda. Esperaba encontrarla en la cocina, quizás enfurruñada sobre la estufa
mientras entraba en la sala de estar-.
aban limpios. No había olor a café. Ni olor a
la habitación. Un destello de genuin
a de la Suite de I
sa
deó. Ella se ve
ro y desordenado, estaba suelto, aunque todavía sin peinar. Pero era su postura lo que lo desconcertó. N
a dejó junto a la puerta de
a. Caminó hacia la isla de la cocina, apoyándose en ella para mostrar l
rador para servirse un v
Su voz era tranquila. Antinatur
Fue un sonido áspe
la familia solo de nombre. Tu padre, Ricardo Corazón, no te ac
, usando su altura para intimidar. Se elevaba so
vides. Existes en este mundo porque yo lo pe
de sus gafas, sus ojos eran oscuros e ilegibles. No
n necio cieg
Don César se congeló. Eva nunca
AM
oy tuya. Ya no. Me quedaré en la suite de invitados hasta que los abogados fin
y agarró la parte superior de su brazo. No fue un golpe,
Discúlpate y ve a h
dó suspendid
opacidad desapareció. Un destello
tó. Simplemente miró su mano en su
uñeca -una técnica que requería años de entre
trás, alisánd
ésar -dijo. Su voz no t
en el aire. Miró su propia palma, luego a ella. ¿C
AM
Dio media vuelta, la gabardina
a la puerta
gió Don César, su a
AM
ella, dejando a Don César de pie en medio de su cocina perfecta y vacía, co
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