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oso Dante me dio un regalo único: inc
había sido grosero con Sofía, la
tro penthouse, él la consola
ue solo el
ía por burlarse de nuestro matrimonio, se c
dudó. M
a en la mano par
sometió a un submarino -usando mi trauma más profundo
que, a su retorcida m
que nos emboscar
pistola a la cabeza y a Sofía
istolero-. ¿La Re
o suficientemente fuerte para sobre
a la ch
lero apretaba el
o helado, sangrando por una herida
e me hab
levaba un chal
raba a su esposa muerta, yo
o cree que su R
mantene
ítu
e vista
el espejo de la suite del penthouse cuando la alert
nítida: mi esposo acababa de reducir una manz
ían, él no pensaba en mí. Es
un sótano húmedo y apestoso en el Sudeste Asiático. En ese
dida manchado con la sangre de ellos mientras me levantaba de la inmundici
stro quinto
de Monterrey bebían champaña, esperando para brind
ias era temblorosa, haciendo zoom en el distrito comercial de la Avenida Mont
era un
LA GUERRA DE CÁRTELES EN
estacionada frente a las llamas. Reconocí la silueta alta y
nt
ña y temblorosa que él pro
a Ro
el tocador de mármol. Er
udio*, decía
ptero no tenía sonido, pero Enzo se había co
llorando
esó la estática, distorsi
speto. Le dijo que se largara. Nadie l
pantalla cómo un hombre arrodillado frente al edific
n ins
en su afilada mandíbula, dándole un brillo demoníaco.
uando me despertaba gritando por las
Sofía -dijo-. Lo
hora. No le importó que su esposa lo estuviera esperand
la tele
hace tres años, cuando Sofía apareció por pri
Luca, cuya memoria era un fantasma que a
al salón de baile. En lugar de eso, me dirigí a
e abeja y madera vieja. Aquí fue donde hicimos nues
bro de plata, una reliquia de sus antepasados.
alan
fue más fuerte que un disparo. La vibració
e nuevo. Pedazos de piedr
ugar donde p
eroseno que guardaban para las antorchas exteriores. Lo destapé
trante, químico.
s de roble rechina
le
sualmente vibraba en mi pecho. Ahora so
acié lo último del bi
s tard
rcó. Podía oler el humo en él. No era humo de
tí. Me giré pa
al en un traje italiano hecho a la medida. Sus ojos eran oscuros,
oseno en mi mano, lue
ás hacien
uemaste mi avenida. Yo e
-Eso fue necesario. El comerciante insultó
mi voz plana-. Sofía está
rágil. Necesita protección. Tú... tú eres diferente. Eres fuerte. Sobr
mundo para mantene
Su agarre era de hierro. -Te di este imperio. Te di un
jaula para meterm
en mi mano libre. L
abrieron de par en pa
ntenegro -dije, mirándo
s a ella por encima de mí, no me de
er el m
uro de calor separando al hombre que me poseí

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