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Historia

Capítulo 7 EN PREVISIÓN DE LO PEOR

Palabras:1454    |    Actualizado en: 02/10/2021

19 de mar

ico, algo extraño en los últimos meses

ecían de la protección de las contraventanas. Era cierto, en ella se sugería que así lo hicieran, sin embargo tampoco explicaba la verdadera razón. Supuse que se debía al pasaje descrito por mi abuela Lucía, en el que, las piedras traspasaban como mantequilla los delicados cristales mientras clamaban por llevarse a Engracia para quemarla. Pero tampoco se podía descartar que la casa se viera asediada por algún dispar

ía ayudado a vestirme el día anterior. En aquella ocasión su visita anunciaba que el desayuno ya estaba servido y que todos aguardaban mi presenc

presuró a disculparm

iones y pensamientos. Supuse que cavilando sobre todas mis revelaciones y esperando ansioso la llegada de su hijo Samuel. La abuela Engracia, después de

despreocupado con algunas migas de pan que se esparcían desordenadas sobre la mesa, ajeno a todo lo que se avecinaba. Observando al pequeño de la familia, me pregunté cuántos n

perteneciera a su marido ya fallecido. En él, altas vitrinas se elevaban como plantas trepadoras cubriendo casi toda la pared existente y, tras las cristaleras, pequeñas botellitas escrupulosamente ordenadas. La abue

Sin embargo, a estas alturas, casi nada lograba sorprenderme, poco a poco comenzaba a acostumbrarme a los descubrimientos insólitos

mi desconcierto, devolviéndome a la re

, si finalmente lo han conseguido encontrar en Madri

ería llegar y porqué nos encontrábam

emiéndose lo peor—, pero…, si el chico llega malherid

bre medicina —me

remiante—. Yo te enseñaré lo que necesites saber. A

í como sus beneficios. La mayoría constituían extractos de mezclas de plantas y su uso era tópico. Cuando acabó con una vitrina, comenzó con los recipientes dispuestos en la contigua, explicándome cuáles se debían

ritas—. Si cada día memorizas una parte, puede que en el

ero no entiendo qué tiene

descubrieron ante mí. Cogió entre sus manos una pequeña sierra. Mi expresión, una mez

is el refrán “cortar por lo

í ató

e haremos si Samuel llega con un

ue sin duda habían pertenecido a su marido, no se encontraba en las mejores condiciones higiénicas. La repulsa por aquellos instrumentos, similares a los a

en limpiar con más diligencia aquellos instrumentos. Al fin y al cabo, se trataba de herramientas de trabajo que entrarían en contacto directo con heridas profundas. Pronto caí en la cuenta de que a principios del sigl

to de hierros—, ese material para amputar no s

ía a manifestar, en cierto modo era lo que buscaba

ar cualquier material que esté en contacto con una herida a

jarme continuar con la esperanza de poder

contaminan, provocando inflamación y rojez —instintivamente fijé mi mirada en un pequeño microscopio que descansaba en una de la

íamos acabar con ell

rtas se pueden hervir o quemar con el fuego directamente. Las heridas se limpian con una

an caldero con agua limpia que mandó traer del pozo. Cuando el líquido comenzó a emitir pequeños

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