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Historia
El primer suplicio

El primer suplicio

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Clásico 1 No.1

Palabras:1455    |    Actualizado en: 14/11/2018

l sitio

bó en mi pupila y luego indel

y hermosa, tibia, llena de vivos reflejos, ceñida en el alto d

sculatura de hierro, dorso escapular de luchador, pecho saliente, el frontal achatado como la nariz, colmillos de lobo, mirar siniestr

le había sido causada por un bote de

ra un soldado bravío capaz de la acc

del Cuerpo de Guardia le intimó personalmente que volviese a su campo. Del Cuerpo de Guardia al sitio del desorden, había más de veinticinco pasos. Montiel, que estaba excitado, se negó a obedecer, arguyen

nea del deber. Esperolo tranquilo el soldado, daga en mano y trabada una lucha breve, apenas d

l acero teñido en sangre caliente, y

n, en aquel círculo popiliano, lanzando voces enérgicas. Montiel brinca y ruge como estimulado por el va

jones y alaridos; se oprime al matador que doquie

mo a su lado sin rozarlo; y ya va a esgrimir por tercera vez su hoja temible, cuando otro oficial que se ha apoderado de una lanza la bl

La sangre le corría de la espantosa desgarradura a borbotones, y una contracción

o airado, most

as hech

emoviendo los gruesos labios trémulos, ni más ni menos que la fiera después de haber hundido un

s tarde estaba c

o una espuma de borrasca. Aquella vida no valía más que la de un

, el fiero negro se puso pensativo. Quedose

una corta ausencia del sacerdote que

hay más que gusanos? Esto digo porq

esté que pes

rep

orir com

como herido por un golpe eléctrico, arrojose al suelo con todo el peso de su cuerpo y de sus hierros y se echó a rodar

móvil por algunos segundos cual una figura de piedr

ngestión del brazo herido de Montiel fue horrible: form

. Recobró una fr

e habituado a la

ntido con razón -d

daba el Cuerpo de Infantería en cuyas filas había revistado

rle, Montiel, porque añadi

que él man

í

l reo revelaba cierta fruición

ruido marcial de los clarines y tambores que llegó a sus oídos como un eco lejano de la disciplina y del deber, sintió una conmoción, irguió altivo la ca

sentir la nota de un ave vagabunda, el graznido de un pájaro de las soledades que le

ara conducirlo al suplicio

e como la que contrae los músculos faciales de los eteri

Dejaba a su compañera diez y siete pesos que le ad

ra un perfecto caballero, recibió las últimas volun

mbro la manga derecha de la casaquilla, a fin de que ella pudiera ser prendida a l

se la

ias! -

con paso firme, cual

re de gente de armas reunida en la calle, no salió un eco: pero los gritos del fi

planada verde y espaciosa, en las

"pena de la vida al que pida por el reo", se volvió para dominar con aire altanero todos los cost

ue si saben que está rezando p

fatal, agregó c

señor cura. Con uno más no h

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