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Historia
¿Y si Digo que No?

¿Y si Digo que No?

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Capítulo 1 Prólogo

Palabras:1342    |    Actualizado en: 04/11/2021

t Bia

ad. En la primera esquina que cruzo, el único farol alumbra la entrada de la panadería favorita de mi madre. Una sonrisa tira de mis comisur

a cómplice con Linda, una mujer de cincuenta años, dueña d

—. ¿Cómo has estado, Minnie? No es sano que madrugues los fines de semana —me recrimina,

biendo la bolsa de papel que me extiende—. Gracias, la semana qu

o de vida tranquilo que llevamos mi madre y yo. La salud deteriorada de la abuela Pennyna prácticamente la enfermó, dejándonos una pila

a un bufido para evitar cualquier posible disputa. Hundo una mano en mi bolsillo trasero y consigo un cigarrillo junto al encendedor.

. Me planto justo en la puerta, mi pecho sube y baja intentando estabilizar los latidos de mi corazón. Ya más calmada introduzco l

uéter. Emprendo viaje a mi habitación, quiero descansar y no despertar jamás. Detengo mis pasos a la mitad de la sala, el silencio que circula estremece mis extremidades. En contadas ocasiones

en busca de un poco de calor, el frío nocturno las ha entumecido. Saco el dinero de la seman

vantando los bra

talla ofusca mis ojos. Escucho las notas de voz en el grupo que comparto con mis amigos.

tiene el título de siempre, que consiste en: Minett Bian

ados los del c

o es…—soy interrumpida por el grito p

no sea Led de nu

ocar la manija. Gruño y golpeo la puerta desinteresadamente en si sorprendo o no a alguien en paños menores. Abro los ojos ha

en mí no la había visto jam

agujero en mi pecho desbloquea las

—suplico. Durante un instante el re

advertencia acercándome lo suficiente para entender la situación. Oculto mi pretensión de tomarla de

más rápido que me permiten los nervios. Ellos no pr

e cargan no dicen nada bueno. Con una camilla y su respectivo bolso que hace ver a la chica como una to

a, hay que ir

alcohol. Ellie sigue gritando, gritándome majaderías. Lo frenética que está nos obliga a atarla. Recon

te quitó el peligro de encima, pero —tose sangre sobre mí, en mi cara se lee un mohín—Ella ya no está

bajo la cabeza y noto un alambre sobresalir

rebro me ayuda haciéndome tomar el celular y t

debida atención. Mamá no me puede hacer esto de nuevo, no qu

diez veces. Reacciono saltando de ahí y flexionando las piernas en la caída. Acelero el paso. J

la escucho, el pit

e, ella aún suspira, au

—así, sin más, me escupe y el aparat

eri no acaba de morir, la mujer que modificó mi apellido con la i

, no estás sola —susu

niente y el resto de ellos n

on los trámites

as —Hungría se muerde

bras de Aleka dejan de consolarme. Salgo de

que no? ¿¡

ón por la muerte de mi madre, a ellos por huir d

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