uentro con ese hombre guapo y su perrita, Preciosa. Media hora después, al f
estaba congelando, por lo que no pudo evitar soplar sus manos envueltas en guantes de algodón. Su nariz estaba r
años. Mientras se calentaba las manos, Maya dejó que sus ojos vagaran por el lugar. Había muchas mascotas en las jaulas saltando de ent
a ella a un hombre alto con una bata blanca. Pensó
largas, y por detrás parece ser bastante delgado', pensó con admira
abía estado luchando por olvidar minutos atrás. Sus ojos, claros y visiblemente i
bía pasado no hacía mucho y se quedó rígida, dejando que
inclinarse ligeramente para consolar al p
l animal. Era un gran perro blanco. Aunque, para
intió aliviada al ver la indiferencia y enajenación en su rostro. Er
bre con gafas de montura dorada y una bata bl
simplemente la miró
ó amablemente. "Hola, señorita, ¿d
hermosos ojos negros llenos de preocupación. "Mi tortuga no se ha movido e
jero. Al principio, a Maya le pareció bastante ridículo porque nunca había tenido una mascota. Como era una tortuga, pensó que no moriría incluso si no la bañaba con cuidado. Sin
a un médico en aquel gélido día. No se atrevía a descuidar de la prec
nó, no pudo evitar reír. "Señorita, ¿es la primera vez que tiene una tortuga?", preguntó en t
las, como fuego que quemaba su rostro. Y al recordar que el hombre gua
para reflexionar. ¿Por qué no se le había ocurrido ante
ue había quedado en ridículo dos vece
ong, ¿ya se va?", dijo inmediatamente. "Su mascota ya se encuentra bien. Recuerde no darle demasiada carne cruda y f
indiferente que era. Este frunció el ceño, con un poco de desconcie