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Historia

Capítulo 6 5: Turbulencias

Palabras:1844    |    Actualizado en: 16/07/2022

protestas y allí lo despedimos, al parecer mi abuelo es

s molesta que me vaya? -le

e la ciudad y me da un poco de miedo, pero sé que va a estar bien, va a conocer otra gente, va a

os lugares, no conocía más gente que a m

y se demoró mucho menos en

Pedro. Era un contrato de seis meses con un sueldo estrafalario, ganaría en un mes lo que ganaba en un año

araba de ellos y debo admitir que era muy apegada a ellos. Además, era la p

, si solo había que esperar. Jugué un rato en mi celular, vi mis redes sociales, me aburrí como ostra..

no morir de aburrimiento. Al final, me compré unas revistas y unos libro

que, a medida que se acercaba el momento de su

amos se abrió y se ubicaron unas empleadas de la aerolínea. Primero entraron los clientes vip, que ni fila hicieron. Luego lo

avión. No era muy atractiva la vista, pero igual se veía algo.

nto, fue una sensación horrorosa, ese ruido monstruoso, la forma en

o el hombre que iba sentado a mi

spondí

or delante de mí y cerró

o vea, se pondr

un hombre algo mayor, cano

-atiné

estuviera en su lugar, no me gustaría

abajo al norte, a S

de Calama, claro que

ma es

vamente. ¿Y

en Osorno, ellos son la

us pa

no dar explicaciones po

sien

aci

sación, hasta que, al parecer, dieron la autorización para

do y, sin embargo, para nosotros hay sol. Aunque las nubes ta

en realidad, era un e

? -me consultó

imo -contesté embel

mirando las nubes que parecían algodón y ese sol esplendoros

de una hora. Yo aproveché de comprar algo para comer y

o, cuando el avión comenzó a moverse con brusquedad. Nos ordenaron colocarnos el cinturón de seguridad y enderezar nuestros asientos. A mi lado ya no iba nadie y me sentí muy sola. No quería morir ahí. Busqué en las caras de los otros pasajeros y algunos estaban muy tranquilos,

e muera aquí, lejos de mis ta

rena, por favor, no se desabrochen los cinturones ni se muevan de s

nos estrellaríamos, costó mucho que el avión pudiera llegar a tierra, incluso varia

errizar por mal tiempo y decían que para el norte estaba peor, así es que llamé a mis abuelos para avisarles que yo me encontraba

ón. Yo no quería, hubiese preferido pasar diez hor

e coloqué el cinturón y cerré los ojos. Rogaba porque no nos sucediera na

sí, yo no estuve tranquila y lo único que quería era aterrizar en tierra firme. Quería llegar a San Ped

uedamos otras dos horas. Me compré otras revistas, más

strellas tan cerca era bonito, para mí resultó ser más aterrador, pues sentía que algunas estre

ones desviados a causa del mal tiempo. Había hablado varias veces con mi jefe por el tema de que no llegaría a tiempo, él me tranquilizaba, pue

sentí, incluso, que aquello era una señal

a, pero no sabía dónde. Le pregunté a una azafata que

e no podría describir en palabras. Me acerqué a él. Era un hombre muy atractivo, alt

de que no quería no demostrar mi entusias

n gusto, mi nombre

jefe? -pregunt

no tuvo un buen viaje, y quería asegurarme de que

s feliz de estar pisando la tierra

mucho que justo haya oc

yo ta

. ¿Tiene hambre? Podemos quedarnos a com

, comer algo, darme una du

ans

confesé sin

gino -c

neta todo terreno, negr

iento hacia atrás, tiene una

le mo

ino que no pudo descan

no, fueron muchas

, no se p

hacia atrás y

dad mi nuevo jefe al tiempo q

estaba acostumbrada al frío, pero aquel era no era el mismo del sur, era uno mucho má

osas -indicó-, hace frío

falta -

erencia -dictaminó con su voz s

izo pasar de inmediato. Dentro, el calor se sintió

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