img Seduciendo al coreano  /  Capítulo 5 4 | 83.33%
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Historia

Capítulo 5 4

Palabras:2215    |    Actualizado en: 16/07/2022

atención de los medios más de lo que habría deseado. Nunca creyó que, siendo una mujer tan recatada, terminaría exhibiendo el trasero a todo

ico a ser reconocida por la calle. Sin embargo, el tiempo transcurrió y con ello también la odiosa real

ya estaba hecho y solo esperaba que, con el tiempo, sus padres dejaran de guardar rencor a su tío, al final estaba segura de que

era con la que pudiese entrar en la empresa que regentaba. Lo único bueno que consiguió en ese tiempo, fue que su mejor amiga por fin aceptó un préstamo para matricularse y, aunque estarían en diferentes zonas de la facultad, estar con ella en el

quila, su amiga tenía tendencia a que le salieran granos, y ese día llevaba uno enorme en la frente que le obligaba a di

muchas gracias por traernos. —Sonrió, intentando ocultar el deseo por verlos marc

cía suplicar a la vez que hablaba—. Aunque haya pasado el tiempo para matricularte tengo contactos, estoy seguro de que puedes comenzar en unos días en la misma univ

visitar a tu hermoso primo. Lo extr

se te quitarán las ganas de visitarlo. —Paola sabía que había sido dura en su comentario, por eso no la dejó respo

dejar de caminar—. Igual no habría diferencia, no tengo posib

s partes, grupos de jóvenes que charlaban entre ellos mientras se acercaban al edificio que les correspondía. ¿Podría llegar a ser el

o que hasta se olvidó de que aún le dolía la lesión del tobillo. Todo era tan bonito, se respiraba conocimiento en cada uno de los rincones. La vida universitaria debía ser

repartida mejor por el mundo —rumió María y se

cuando la popular y atractiva protagonista aparecía. Llevaba el cabello suelto, moviéndose en armonía con su cuerpo. No era muy alta, aunque las botas de tacón realzaban su figura, una que sería la envidia de cualquier mujer que la observara, incluida ella. Llevaba un short que mostraba más de lo que debía ocultar y una camiseta negra de tirantes que dejaba a la vista un amplio es

Que te conozco, Paola. Vi esa expresión muchas veces y te vas a lanzar a hablar con ellas como si las conocieras de toda

ecir de María. Con esas mejillas tan regordetas y su graciosa y redondita figura era adorable. No podía pensar en nadie que no las quisiera a su

sin moverme, sin respirar. —Infló las mejillas aguantand

eñaló con el

iosito, no me mov

las que se acercaban, no ocurriría nada por saludarlas. Ya que hacerlo era más que un capricho, lo sentía una neces

r de seis». Tras la petición, como por obra divina alzó el rostro y las vio muy cerca; tanto que su corta visión la hacía imaginarse caminando junto a ellas, aspirando el olor que emanaba de aque

tar a su acompañante, la vio escapar sin detenerse a mirarla—. Popó, que vergüenza con ella. La que

si veía un calvo con la cabeza brillante no debía correr hacía a él para usar su cráneo como bola de cristal. Se empeñaba siempre en repetirle que era de mala educación, que las personas no estaban acostumbradas a que las arrinconaran y las atacaran de esa forma. Pero nunca le dio mucha i

otra mano hacia los rizos que le gritaban que los acariciara—. Son ta

a arrancándole el mechón de cabello de un s

llamó tonta? ¡Qué vergüenza!»—. ¡Ah, creo que debe ser de los nuevos a

aola, creo que ya lo dije, me repito mucho. Soy nueva aquí, estudio medicina. Quiero ser psiquiat

iga tenía razón, y lo mejor habría sido que se hubiese quedado quieta. Dios la estaba castigando por romper una promesa, pero técnicamente no lo

palabras luchando por callarse, y buscar una piedra donde permanecer oculta—. Sira, y los tuyos son verdes.

invitarte a mi casa. —Alejandra le guiñó un ojo y frunció los labios haci

que no logró escuchar. La rubia respondió encogiéndose

utinio al que la había sometido, se sintió casi abusada, pero no pudo hacerlo porque la joven le dio la espalda

ron palabras que diesen voz a sus pensamientos. Algo ocurrió en su mente, en su cuerpo, en c

g, Se

ar mal el cigarro si sigo viendo

s ojos rasgados que la dejaron en un trance hipnótico. Sentía la necesidad de sacar el teléfono y hacerle una foto, de hecho, del mismo modo que pa

ámara para poder zambullirse en la imagen de su futuro marido. Porque desde que lo vio tuvo la certeza de que no podía ser de otro modo. Él

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