img El drama de la vida de un niño con cáncer.  /  Capítulo 1 INICIO | 11.11%
Instalar App
Historia
El drama de la vida de un niño con cáncer.

El drama de la vida de un niño con cáncer.

Autor: edward2290
img img img

Capítulo 1 INICIO

Palabras:5268    |    Actualizado en: 23/09/2022

s y tulipanes; cuyas fragancias inundaban el ambiente con prestancia, para darle un toque de encanto a la alborada. Eran las ocho en punto, el sol palpaba con timidez a una ciudad grandiosa. De

hacía muy poco que se había iniciado un sagrado proceso. Resultaban aquellas tiernas caricias sentidas en el fondo de m

co nerviosa, transformaría para siempre su vida. Aunque lo había añorado por siempre, el hecho de estar esperando un hijo la hacía sentir muchos sentimientos encontrados; alegría, al saber que dentro de

aba creciendo dentro de sí. No sentía nada, salvo un pequeño malestar que ya había sentido muchísimas veces y que en ese momento atribuía a su gravidez; como subterfugio para pasarse much

ón para disfrutar intensamente de aquella felicidad que yo, inclusive antes de comenzar a formarme, le provocaba. En lo más profundo de su corazón, sentía pena por alguien a quien habí

, la cual yo escuchaba extasiado. Siempre me consintió con un encanto congénito. Era lunes y ya el día tomaba auge. A las ocho, el sol calentaba tímidamente mientras ella caminaba despacio, distraída con el canto de la

das las chicas la bella noticia; no dudaba de que a todas les fuese a parecer extraordinaria. En aquellas personas sentía el apoyo que su familia le había negado. El automercado más grande de la ciudad aún no abría sus p

la esquina, ellas caminaron despacio mientras continuaban hablando de sus cosas. Mientras tanto, Mercedes las miraba en silencio. En su mano blandía un pequeño papel, el cual movía incesante para hacerlo notar. Sus amigas la miraban curi

ano se te va a caer. — Dijo sin ambages, a

ión, no decía palabra alguna, solo balanceab

oticia, para mí, la m

conocer de una buena vez el contenido de aquel bendito papel, la conminaron a decirles lo que fuere que estuviese esc

idad, ¿de qué n

er su mano, se dispuso a mostrarle el formulario; aunque no fue n

ida. Las amigas de mi mami no daban crédito a lo escuchado, mas, aquella expresión, aunada a lo que estaba escrito en aquella maravillosa nota tras el análisis realizado; lo decían todo. Ellas se sintieron felices t

ba a través de ella. El poco tiempo que llevaba de existencia, no me permitía utilizar otro nombre que no fuese embrión; aunque mi mami desde hacía muchísimo tiempo, ya tenía un nombre preparado para mí: Jorge. De todos modos había pensado en otro en caso de que hubiese sido

dama, habría de estarlo, ya que sabía que pronto vería colmado un sueño. El tema central de sus conversaciones giraba en torno a mí, a la alimentación que tenía que llevar para garantizar mi correcta formación, las visitas al médico; el ajuar que tendría que comprar y muchas cosas más siempre se toman en cuenta en esos casos. Tendría que velar por

eflexionar de manera inmediata. El señor me permitió aquella excepcional habilidad, como ya lo expresé, para que cumpliera una misión más que especial, necesaria; se

su amor de madre, su total fascinación por lo que sucedía en su interior; aquel embarazo que marchaba a la perfección gracias a los cuidados que mantuvo con su salud y

o. Por desgracia la llamada no le dio la buena nueva. No iba a ser posible tal negociación; le informaba el casero. Siempre había vivido en su casa paterna, pero ya las cosas habían cambiado. Ya a esas alturas de la vida de mi mami, todo era distinto y lo iba a ser aún más, cuando su madre se en

el; tatuajes para mejor decir. Ella decía constantemente que con tantas figuras pintadas se asemeja a un maleante. Nadie que se dignara de ser una persona de bien, anda todo pintarrajeado; repetía sin cesar mi viejita. Esa fue una de las múltiples causas por las que se produjo aquel alejamiento. Nunca lo justifiq

stintivamente. Él intensificó su mirada y ella la eludió, tratando de no parecer tan atrevida. El joven quedó cautivado de inmediato, la silueta de Mercedes había quedado fija en su m

ada por un hilillo brillante, al que acariciaba constantemente con la punta de la lengua. Sus labios sutiles eran de un carmesí delicado. Su rostro reflejaba una hermosura perfecta. Lucía aquel semblante, una blancura suprema; el candor que es patrimonio exclusivo de

inmediato por el travieso dios mitológico del deseo romántico; Cupido. Ella deseó con toda el alma, volver a ver a ese hombre, y a partir de ese día, al salir, procuraba pernoctar por un buen rato en las inmediaciones del l

Solo observaba en la distancia, como buscando a alguien en específico. Sudaba copiosamente, señal inequívoca de aquel nerviosismo poco ocultado. Ella lo había divisado tan pronto hubo entrado al local. Ya había sido objeto de varios correctivos menores, por estar pendiente más de la entrada que de los cli

hogo lo estaba llevando al colapso. Mercedes se ofreció a prestarle auxilio al ya desesperado galán. Le conminó a salir de dicho pasillo y trasladarse al exterior, exactamente a la plaza que estaba justo al frente del l

na en el manejo de la caja registradora. Esa misma noche él la llamó. Ella ardía en deseos de llamarlo, pero se hizo la “dura” para evitar malos entendidos. Tan pronto se hizo sentir el repique del teléfono, de inmediato tomó la llamada. Su silencio fue evidente, él captó aquel vacío com

ecía lo tanto que ya la amaba. Ella me escuchaba también de una muy particular forma. “Mami, ya estoy en mi octava semana de desarrollo. Todavía dista muchísimo para que sientas mi presencia. Mis rasgos se siguen desarrollando, me puedo dar perfecta cuenta de ello. He notado que ya se han formado mis ojitos, mis oídos

uesto que aún me encontraba aguardando el momento oportuno, para que diera inicio la bendición sagrada de transformarme en un niño; en ese momento era yo un ángel de la gloria de

que sudaba por lo asustado que se encontraba. Mi abuela Mervin estaba a punto de perder la paciencia por las incongruencias infinitas que el muchacho profería, pero en ese preciso instante Mercedes intervino e hizo que se

nada con ese “malandro”. Asi mismo lo decía mi abuelita. Solo por el hecho de poseer algunos tatuajes, lo catalogaba con ese peyorativo término, sin darle una oportunidad de hacerle entender lo contario. Socavó ese hecho, los cimientos de una relación que había podido ser perfecta; según pensaba Mercedes. Comenzaron a verse a escond

endo muy rápido y saludable. Ya pudiera decirse que soy un feto. ¡Qué bueno!, he dado un gran paso.

lla no tenía la culpa de que su madre lo hubiese tratado de esa forma tan despectiva. Nunca tuvo de acuerdo con aquella estigmatización exagerada, con aquella obsoleta forma de pensa

aba su virginidad a pesar de ya tener veinticinco años. Se las jugó todas por ese amor y él sencillamente dijo: “Si te he visto… no me acuerdo”. Se burló de ella cobardemente. No fue capaz de enfrentar a mi abuela y dem

onsecuencias que ello podría acarrear. Mercedes trató de buscar refugio en su padre, pero este, al ser un hombre manipulable por su mujer, y en virtud de que ya la decisión había sido tomada de

s días. Especuló que él la buscaría, para resolver juntos aquel embrollo en el nombre del amor. Pasaron algunos días y ella siguió esperándolo, creyendo en un arrepentimiento que nunca llegó. Luego de un mes, nuevamente por obra de la

de mi cuerpo. Se están formando mis cositas, ya se me notan; ya sé que soy Jorge. Ya mi cara está formada. ¿A quién me iré a parecer? De seguro que

l hecho de ofrecerles alojo por más tiempo. Por ello aquella noche estuvo entusiasmada, porque le iban a dar una respuesta en cuanto a la habitación que alguien había quedado en alquilarle. Por el momento, una sencilla recámara con todas sus comodidades esenci

para ella era muy apremiante encontrar un sitio acogedor en donde pernoctar en santa paz. Tuvo que esperar unos meses para poder acceder a un sitio donde vivir de manera independiente, sin sentir que importunaba a nadie y

ga por la hospitalidad, se marchó presurosa. Pidió permiso ese día en el trabajo para dedicarse a trasladar sus cosas que, aunque no eran muchas, resultaban pesadas para hacerlo ella sola. Finalmente, con la ayuda de Ramiro, un vecino

utura madre”. A ella no le importaron los comentarios malsanos de quienes criticaron el hecho de haber salido embarazada sin estar casada. Lo único importante en ese momento de limitaciones y de soledad, era únicamente yo.

uel tejido blando que sentía antes. Ha comenzado a aparecer un bello muy fino sobre mi piel; lanugo le dicen los doctos en la materia. Mami, ya puedo oír, he comenzado a escuchar. Aunque siempre he sentido tus palabras gracias a la magia d

intransigente, se había portado con una soberbia jamás sentida en ella. Le dolía que le hubiere retirado el habla, además de haberla tratado con suma indiferencia. Lastimosamente mi abuela dejó de hablarle como si hu

ado lugar, el vientre de mi madre; pero al sentir que ella sufría de esa manera por el hombre que le había hecho tanto daño, aunque fuese mi padre; no podía evitarlo. Pensaba en la dejadez de alguien que no supo apreciar un gran amor como el que entregó mi mami. Ad

ro era lo que más deseaba en esa incipiente vida que poseía. La tristeza siempre había estado presente en Mercedes. Desde que era una niña solitaria, sin hermanos ni amigos. Jugaba encerrada en su alcoba debi

teza que esta le provocaba. Vivía una existencia monótona y lánguida. Sus soliloquios eran permanentes, solo eso le hacía sentir que estaba viva. Yo la miraba y al sentir su tristeza, no

de. Desde mi rincón en la gloria de Dios, yo sentía su tristeza. Me atreví a pedirle al señor que me dejara acercar a ella y así sucedió. Fui, a partir de ese instante, su ángel de la guarda. Desde el cielo

mente cuatro horas en un viaje a velocidad moderada. Sus casas eran primorosas, como sacadas de un cuento mágico. Casas construidas hacía mucho tiempo y que conservaban su originalidad con hidalguía. En ese paradisíaco lugar, ha

na de sus principales cualidades. Había que hacer un esfuerzo sobrehumano para escucharle, por lo que casi siempre tenía que estar repitiéndolo todo,

Uno de sus hijos, el tío Juan Bautista, residía en una de las grandes ciudades centrales en la cual tenía un prolifero negocio. Conformaba una familia hermosa, la paz y la unión la fecundaban. Era pues, requerida la presencia

empre los acompañaban unos parientes que habitaban en la misma ciudad que ellos. La tía panchita, hermana mayor de mi abuelita y sus cuatro hijos. Los primos Zenón, Adrián, Juanita y Evelyn ocupaban el

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY