img El drama de la vida de un niño con cáncer.  /  Capítulo 7 7 | 77.78%
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Historia

Capítulo 7 7

Palabras:1312    |    Actualizado en: 25/02/2023

uaron aquella conversación contenida en sus gargantas y almas desde hacía un largo tiempo. Debieron esas palabras calladas, ser vertidas a una realidad; exterio

reído perdido en los vericuetos del tiempo. Allí estuvo la estampa sagrada del verdadero amor q

sible y más si la vida así lo determinaba, para evitar nuestros sufrimientos; que no habría fuerza que lo pudiese impedir. Puedo dar fe de ello, su cambio se inició desde ese mismo instante. Desde entonces, con todo el amor de padre y abuelo c

e habían transcurrido desde que había nacido. Que grande estaba, controlaba de manera efectiva mis esfínteres. Bueno, en realidad en parte, ya que sentía que venían mis consecuencias y llamaba a mi mami, quien ágilmente me sentaba en mi ba

a negativa; negativa que nunca nos pasó por la mente. Al llegar a aquel agraciado lugar, dirigió sus pasos hacia el local que estaba justo frente a nosotros. En un santiamén, estaba un inmenso helado dispuesto exclusivamente para mi madre, para mi abuelo y para mí. Lo disfrutamos a nuestras anchas, aunq

es se acercó muy amable hasta nuestra mesa. Saludó cortésmente y dedicó una escrutadora mirada hacia el cuadro familiar. Luego de ello me miró largamente. Su mirada reflejó un aire de grandeza. No escatimó ningún dejo de modestia, cuando esgrimió, de manera muy petulante por demás, que era mi pariente; au

no estuviese hablando con ella. Su omisión fue tal, que dio la impresión de que solo estábamos ella y yo en aquel bello sitio. Fue una arrogancia que nunca había palpado en el poco tiempo que llevaba de vida. En el cielo nunca se ha denotado ni se denotará

o que a un sentimiento. Fue la instantánea respuesta de un pequeño niño, hacia la amabilidad ofrecida por una dama llegada repentinamente. Caminé de su mano durante aproximadamente treinta minutos. La señora se dirigió conmigo hasta un local cercano donde un grupo de personas departían y, entre chascarrillos

onocido. No hubo una sonrisa por más chica que fuese, solo me miró y nada más. Siguió en su mundo, inmutable, sin agregar algo a esa mirada indigente, vacía; sin percibir una consideració

en era el hombre que había otorgado la mitad de mi carga genética. Y lo más sorprendente fue que yo parecía un verdadero retrato de él. Era como si la existencia se hubiese encargado

vaga. Es horrible sentir una indiferencia mayúscula. Recibí en aquella mirada mezquina, una miseria, una dádiva. Una mirada que debió pasar a la historia. Una mirada que aún aquí, en este sitio bendito, necesito para sentir que le impo

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