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Historia

Capítulo 2 Solo eso quiero.

Palabras:2446    |    Actualizado en: 28/10/2022

toda la noche pensando en qué hacer, y en ningún momento quise dejar esto atrás. Tal vez parec

on y, de sorpresa, el pequeño saltó sobre mí. No pude contener el grito de emoción que escap

en sus labios. Entonces, algo dent

ludó, aferránd

miseta blanca, cuyos brazos estaban al descubierto. Unos brazos torneados envueltos en p

y me arrastré hasta un fabuloso salón lleno de juguetes. La

ró mientras me sentaba en un enorme coj

ra evidente, pero eso no

costó creerlo—. A veces vamos a un parqu

tipo de preguntas no era positivo, así que me levanté de mi cómodo asiento. Caminé hacia mi objet

ienda cómo te sientes —le ofrecí el juguete. Lo tomó sin pens

al escucharlo. No me dijo nada, se centró en ab

?—. Papá me lo compró

n embargo, recobró la compostura y cor

trasero! —canturr

frondosos, flores fragantes, y las carcajadas de Ian. En el aul

té por sobre el zumbido d

Podría decirse que casi todo lo que rodeaba la casa conformaba

odillas y miré al pequeño. Tenía la vista clavada en el cielo, intentando no desvia

arde, el cielo nos cubrió con las estrellas, y antes de entrar a la casa, Ian las miró

lla era muy buena. No le gustaba la noche, per

; Tredway apareció, mirándolo con ojos p

. Entra, tu cena está caliente —exp

or el bienestar de su hijo. Estaba clara de cómo se veía. Y las vistas no eran buenas. Per

s tres entramos a la casa. Fuimos hasta el comedor en completo silenci

sencillo del mundo. Consomé, pan de ajo, arroz acompañado de una jugosa carne. En toda la t

durante dos semanas —empecé. Mis ojos fueron de

y bien definida. El hombre se llevó un bocado de carne a l

sar —una diminuta sonrisa se aso

asiento, se escuchó un tímid

ambas cejas, mientras le

rada, relamió sus labios. Mi pulso se aceleró un poco, y no supe a

s

ión —dije, después de tragar—. He no

favor —su expre

orma de educar, pero el único en quien veí

El hombre dejó los cubiertos sobre su plato, y apo

interrumpida por el padre de Ian, cuy

. Le doy las gracias por la visita, ya es muy tarde y le

os veamo

. Ian también se levantó y tomó. Su tacto era frío, y la mirada qu

ta lo que él le diga, puedo llorar un poco y la dejaré entrar

nte—. Tenga cuidado durante el trayecto —lo

auto lentamente, apreciando la dulce imagen de Ian y su padre entrando

la ciudad se disponga a salir; me ha dado por pensar en su padre. No puedo saber con exactitud lo que mi hijo siente, y eso aleja mi tranquil

me partió el corazón. Me destrozaba verlo sufrir por un hombre que solo se concentró en mantenerlo económicam

nchaba un bolso en el hombro—. Pondrá un pie en la

egara. Conf

realidad en la que el terminal está sumido en el sonido de la

a llegado, o Ian l

ban —avisa el conduc

acia el bus. Nuestros pasos retumban en la superficie metálica, ya que somos los

omodar el equipaje en el interior del bus por la falta de pasajeros. Su condición fue que, como el terminal le exige ese viaje nocturno, y

Las horas nocturnas no

e interrumpe—. Estoy esperando que lo hagas —él

n, este caso— merecen una reprimenda. De esas que están atiborradas de mirada

apresura a responder, pero continúo—. Me refier

s manos es muy obvia. Hablar

a después d

respuesta, y sale de su letargo p

—.Lo cojo del mentón—. ¿

fina capa. Trago saliva esp

—. Papá me hablaba... con boberías. En ocasiones sonaba meloso —Ian r

s acumuladas con el dorso de mi mano. Vuelvo a

a tu

rencor eclipsa el cariño de cualquiera. Entonces, lo obser

za en su expresión no pasa desapercibido—

está metiendo en este lío. Tomo una bocanada de aire y veo por la ventanilla. Todavía se alcanzan a vislumbrar las

dec

lo eso n

*

anojo de

Me es imposible tener las manos quietas, las cosquillas en la boca del es

entrarme e

ndo, hablando, viendo el campo perderse por la ventanilla. La ciudad apar

en el cielo es intensa, y nos sal

que Ian logre escucharme—.

ita tierna recién despert

—Lo dejo ser

stras cosas y se encamina a las p

urrea, sus pies i

is labios antes de gir

—le agradezco sinceram

as, respiro el aire acaram

s ce

s cerca de su casa —come

zas de adoquín te guían hasta la entrada. Los árboles están secándos

bios y me encojo de hombros, confundida. Las preciosas aceras que había visto hace algún ti

no posee aquel aspecto ho

nte un descapotable de color vibrante. Alguien esta bajándose

posi

auto con un bebé en brazos. Ella ni repara en nosotros. La muje

n unos lentes de sol resbalándose por su tabique, mientras sost

iertos de par en par, tiene los labios entreabiert

ra? Y lo que menos me espero, sale de la boca mi

plazado

n confusa como la nuestra. Nada sale de su boca, por

á en

alditos labios. Una de sus manos se engancha en el brazo de Tredway, y nos mira. Logro leer desdén en e

onos por

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