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Historia

Capítulo 3 Intrusos.

Palabras:2241    |    Actualizado en: 28/10/2022

tán ec

rce tanto como es posible. ¿Y yo? Pues, intento salir del estupor. Pestañeo hacia todas partes. Cada cosa que

o, ellos se alisan sus trajes, y regresan a sus puestos en la

e impedía el paso. Estoy casi segura que es nuevo, o lo instalaron después de irnos de la ciudad. Cual sea la razón, lo

is cejas se disparan hacia arriba ante l

de que usó mi nomb

r —ubico las manos en mis bolsillos—.

era, como si estuviese interrumpiendo —

de una for

es tan clara, que amenazan con tocarse. Él camina de un

tirando de los mechones de pelo que atrap

la espalda, apoyando las palmas de sus rodillas.

Lento... —inhalo esperando que me imite—. Sin

ágrima se resbala por su mejilla. La aparto con mi pulgar y soplo con poca fuer

ro viéndolo sepa

esto no le haría bien, no sabe manejarse cuando habla de Langdon. Y muc

ferra a mí en un fuerte abrazo

con el mismo fervor. Lo estrecho tanto

esto, cariño —deposito un bes

o esper

isa un poco opaca, per

rompe cuando ˆ'l

do que dejamos las cosas en la prop

o podrían estar en un l

—elevo el brazo del que c

*

cer pasearse por el centro a inicios de verano no nos hacía bien a ninguno. Ia

guró que era poco conveniente para él aparecer con Ian en público. Así que después de un par de lágrimas de cocodrilo

está

—El tono curioso de

iño. Le tomé la mano y nos conduje en dirección a un establecimiento que vibraba por sus colo

uchacho nos echó una mirada reprobatoria, pero antes d

minó de pedir, mientras afe

se había

garía a Ian—. ¿Cómo es posible que sirvan hamburguesas a estas horas?

Sin embargo, los ojitos de Ian miraban con anhelo cómo preparaban su hamburguesa. El pan era pequeño,

babear. Eran exquisitas. Y luego de esperar unos segundos, el hombre le entregó la ha

testó Russell, arrebatá

ió, torció la

papá —y acercó las ma

pero la puso justo frente

—exigió, e

era loco, e Ian se encogió de

oración porque Ian metió un pedazo de

desayuno y comenzó a engullirlo. Am

o deliciosa que estaba su hamburguesa. Ian casi lo obligó a comprarse una y, al fi

onversando. El recepcionista un gran

de dos horas estaba sentado en su oficina —comen

o hiz

seria dibujándose en su rostro.

eso siempre

él y se balanceó hacia de adelante. Sus ojos se fija

caminar

rmales en él se detuvieron de repente. Ning

muchos sitios se llenaban, y muchos otros terminaban su jornada de trabajo. Mi hogar en

tinto, sino que encontré ese lugar donde te miran

ándome —informó Ru

retó mi mano y señaló una tienda en donde vendían agua. La cuestión es que

té cuando vi las intenciones del re

ble de ignorar. En el ambiente se respiraba una mezcla de los sabores que había en la vitrina. Ian pegó la na

raba lo mismo que un oso de felpa. Me dijo que esa era la gracia. En recepción casi todos se veí

Ian si le estaba gustando su helado. Me volví hacia y él y encontré la silla en que s

de Russell también hizo eco, como si estuviese alejándose. Segundos después mis pies respondieron y

atidos de mi corazón. Eran más fuertes con cada paso que da

su nombre. Ian era mi responsabilidad.

tamos Russell y

o, abriendo paso a la imagen de Ian. Él estaba de pie frente

así? —indagué, espera

rtel, me desconcertó. Entrecerré los ojos. Era una mujer bellísima promocionando

el—. Papá guardó sus fotos. Tampoco habla de ella —su e

l también l

mas. Sin embargo, hoy volvió a verla en una imagen, pues su foto

la terapia para ella —comenta Ia

de lo mismo, pero fue relajante olvid

do la caseta de seguridad—. Qued

guardias notan nuestras intenciones, se apresuran para detenernos. Mas para nues

siado... desdeñosa. Sus gafas de sol me miran con ese aire de «na

ado de nosotros—. Mi casa muy grande —acot

e desbloquea, y la mujer hace

os —Ian se cr

s ojos, mirán

ordeno recogi

a pino choca con mi nariz. La mujer baja la ve

auto. —Él camina, y un guardi

comoda el espejo en posición. Se acomod

á mucho en llegar —

illa y pone su

nada —se presenta sonrié

recho de llamarle as

en el asiento—, es

Cánada conduce a baja velocidad, ala

añana es tu hijo? —indago,

sita que me result

es el mejor nombre—. Tredway

completa

. Un hombre. Una mujer... ¿El be

ra —alardea baj

picaporte, mismo que se niega a ceder, pese a la fuerza que aplica. Le tiembla

narme cómo toma

despertarás —Lang

ños, pero vuelve a abrirlas. Entonces, a palma abierta, empuja a su padre a

nto ha

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