img Contrato de amor con mi jefe  /  Capítulo 4 Modelos y machorras | 80.00%
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Historia

Capítulo 4 Modelos y machorras

Palabras:2546    |    Actualizado en: 13/12/2022

ítu

s y ma

La costumbre de presionar siempre el botón número nueve me ha

ia fue cuando las puertas se abrieron y el inmenso color caoba y madera clásico de las p

etro ochenta, si es que lo alcanzaba, pero delante de ese mueble ridículamente grande, sentado en una silla inmensamente alta y con los colosales ventanales y una her

con cortesía, pero él

ior no estaba mal, pero las horas continúas que pasaba sentada en ella había provocado que algunas piezas fallaran y se reclinara más de un lado que de otro. También me causó asombro que, ahora, todos los docume

desorden habitual y, realment

as alocadas con Marta, con la que me alegraba los días que mi jefa procuraba amargar. Tampoco podría chatear con mis amigos a escondidas, ¿trabajando en el mismo despacho del jefe máximo? Nunca, sería

an se había dedicado a invertir buenas cantidades de dinero en el apartado publicitario, especialmente en el tema de las modelos. La contratación de bellas damas que exhibiera nuestros mejores productos era uno de los fuertes de la empresa, pero últimamente estaba generando mucho

ho. No tenía sentido que chamas en sus veinte y tantos años, algunas aun cursando sus carreras universitarias, rechazaran salario

yo estaba demasiado alejada del núcle

o, lo

. Me estaba desesperando, sacando hoja tras hoja, creando de nuevo el d

scas

lgunas obvias, como el por qué la tenía él y eso tenía una fácil respuesta; era el nuevo C

ta en específico. Ya no era la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que ese

ho — dije sin muc

idió, levantándose de su asiento y

culo silencioso ambiente. Me situé a su lado, a una distancia prudente, pero me hizo una seña con el dedo para q

contratar profesionales tiene demasiadas desventajas; en primer lugar, algunas tenían el ego demasiado elevado y querían cobrar sueldos ridículos, incluso para nuestros estándares. T

que cualquier otra agencia de modelaje trucha del país, invirtiendo en una buena preparación con las excelentes profe

ue estábamos teniendo, el pago por formación se había disparado p

— dije

a tomó cartas

anamente posible de salvar a Cannel de este embrollo. Esa mujer solo venía a la empre

in me miró y me sonrió egocéntrico, in

vaso; una cosa era… leer mis pensamientos, pero ¿Saber tam

inismo. Él sabía lo que estaba pregunta

transmitir todo lo que quería decir. Me limité en exten

é es

mo hace para saber lo que pienso, l

idad. Los ojos verdes se anclaron con los míos y sentí que era capaz de leerme como si fuese un libro abierto. Que su mirada podía llegarme hasta el alma

lgo por el estilo? Mi sentido común me gritaba a todo gañote eso era imposible, pero la

, porque pude ver como el suyo se transformaba en

¿Q

me, descolocándome por completo. — No soy un

dícula y el rubor en mis mejillas me

as personas dicen muchas

Eso no tenía mucho sentido para m

onzara ni mucho menos, tengo como mantra nunca olvidarme de dónde vengo, ni cuáles fueron mis orígenes, por más tormentosa que haya sido mi infancia. Sin e

da de mí, no me que conoce de nada, solo de hace un par de días

me a que con este hombre,

que tu padre era fanático y fue él quien te inculcó ese amor por el Arsenal… — comenzó a decir como si recitara una lista anotada en un papel. — El torpe feminismo que transmites lo aprendiste tarde… quizás en la

es por ese fanatismo tuyo por el fútbol. Tú escaso orden, pero eficiencia a la hora de encontr

er un músculo. Percibía que mi cerebro se había frito por la sobrecarga de calor que comenzaba a quemarme la piel y como mis entrañas se licuaban. El corazón martilleaba contra

ad era una especie de X-Man o un acosador, cuando

ondulado largo, hasta la mitad de la espalda. Usaba un vestido azul celeste muy ceñido y corto que resaltaba un voluptuoso trasero que me dio una envidia malsana de inmediato. Las piernas

como pudo, Patrick se deshizo del abr

eñitas pecas esparcidas sobre los hombros, parte de las mejillas y sobre el puente de una nariz pequeñita y respingona. Unos

luchaban con los brazos femeninos, noté que en el dedo anular de él había una de

teojos. En comparación a esa mujer, yo parecía un adolescente y todo lo que h

aprendí a caminar decentemente sobre tacones. Si usaba unos como los que cargaba esa mujer, me habría partido un tobillo fácilmente. Incluso mi andar, cuando me relajo y no tengo que aparentar frente a los demás, es desgarbado, con un contoneo de hombros típico de lo

er en un perfecto inglés… pero con un acento algo extraño. Muy similar al de mi jefe. Inme

iadó de mí, que ya no sabía cómo escabullirm

de mi presencia. Se giró y me extendió la mano. Le devol

, Teresa

ara de Shibari Lengerie, necesito que por favor le redactes un contrato y lo lleves a recursos humanos — ordenó calmadamente, metiendo la mano en el bolsillo de

o, me di media vuelta y dejé al par. No le di tiempo a que me corrigiera,

dinner? I want to tr

Court, no está

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