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CONTRATIEMPO

CONTRATIEMPO

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Toda la vida, Mia pensó que le hacía falta algo. Sentía un vacío que nadie podía llenar. Ni los dos ex novios que tuvo pudo hacerlo posible, he allí que siempre fracasaran sus relaciones amorosas, entonces ¿Qué le faltaba? La muerte la sigue a todos lados, sueña con ella casi todas las noches y muere de diferentes formas, el miedo se apodera cuando se enfrenta con su demonio interno. Es hora de ajustar cuentas, no puede seguir huyendo de su destino, y del pasado. Su alma está siendo reclamada por un demonio, y ella tiene que luchar para que eso no pase. El demonio intenta controlarla, y usa su cuerpo para hacer cosas que ella se niega. Está tomando el control de su vida, de todo lo que le rodea. Hasta que un sacerdote aparece diciéndole que el Demonio es real, y que lleva viviendo dentro de ella desde que era una niña. Ella tiene que matarlo o el demonio la matará a ella. ¿Mia podrá tener el coraje suficiente de defender su vida? ¿Quién es realmente ese demonio, y que busca de ella? ¿Su alma podrá ser salvada o le será arrebatada por el demonio?

Capítulo 1 Capítulo 1

Parecía que vosotros no ibais avanzar, que cada vez que intentábamos dar un paso, también dábamos un paso hacia atrás.

La sonrisa que tenía en el rostro no me estaba siendo suficiente para seguir con nosotros, o no sé si al menos seguíamos siendo un "nosotros". Porque encontraba en muchas ocasiones, que ya éramos un trío. No uno donde tienen sexo consentido. Nuestro trío era ciego, porque una persona no sabía sobre las otras dos, es allí cuando sabes que todo acabó. La venda en mis ojos se retiró y miré el cielo, vi luz cuando solo estuve viendo oscuridad.

Estoy aquí varada en la nada, sosteniendo todo esto sola.

Vos seguir como si nada, sentado mirando cómo se derrumba todo a su alrededor. Veo un atisbo de una sonrisa en sus labios ¿le gusta que suceda así? ¿quiere ver todo en ruinas? Aprieto las manos en puños, quiero ir y golpear su cara, su hermosa cara. El hecho de que siga pensando que su rostro es hermoso, me hace enojar más.

Sois codependientes de alguien cuando, primero pones a esa persona antes que a ti. Solo por el simple hecho de que te hace feliz en ratos.

Grito para que me escuche, pero mis palabras de ayuda caen en oídos sordos. Quiero que despierte de ese sueño y recobre la compostura, se pare de ese mueble y venga a mi corriendo. Pero hay una ventana de vidrio que impide mis auxilios. Es inútil.

Intento romper el vidrio, pero mis puños no hacen nada.

Estoy cansada.

Intento salvarme, cuando comienza a arder en llamas todo el lugar. Lo dejo allí solo, preguntándome en mi huida si él hubiera hecho lo mismo que yo.

***

Comienzo a preguntarme si realmente todo lo que sueño en algún momento se volverá real. Sé que los sueños siempre tienen un mensaje detrás. Solo que yo estoy ignorándolo.

Dejándome caer en la oscuridad me sumerjo nuevamente.

***

—¿Estás aquí? —escucho una voz, pero no puedo fijar mi atención en ella. Estoy distraída constantemente, no sé a qué se debe. He pasado por esto antes, y siento que me falta algo. Meto mis manos en los bolsillos de mi sudadera, me siento fría, quiero calor. El de una persona. —¿estás ignorándome? —sacudo la cabeza para alejar esos pensamientos.

—No lo estoy haciendo. Es solo que ando distraída. —me cruzo de brazos. Estoy pensando que mejor me hubiera quedado en casa hoy. Pero recuerdo que tengo examen a esta hora. —y tengo que ir a examen —me despido de Susan para ir directo a mi clase. Espero que me vaya bien, ya que por culpa de estar pensando en el sueño que tuve, no lo hice.

Hay una fiesta en casa de un amigo y Susan quiere que vaya. Piensa que estoy cayendo en depresión otra vez. Suele pasarme a veces, no es algo que pueda controlar. Solo pasa. Un día me despierto con melancolía y tristeza profunda, que no puedo entender, ni me da apetito. Esta vez pasó, cuando me desperté ayer en medio del sueño que tuve, me llenó una tristeza profunda y afuera estaba lloviendo.

Solo pasó.

—No estoy de ánimos. —camino con ella hacia la salida. —solo iré a casa y veré unas películas.

—Es viernes, Mia, no puedes solo ir a casa. Tienes que vivir la vida, eres joven.

—Lo haré en otro momento, te lo aseguro. Pero no ahora. —bufo —como tú dices, soy joven, tengo más tiempo.

—Paso por ti a las 7.

Me deja con la palabra en la boca y se va.

Estoy sentada en mi cama viendo NETFLIX cuando Susan llama a la puerta de mi departamento, trato de ignorar sus gritos. Cuando comienza a llamar a mi celular, sé que no se irá de la puerta sin arrastrarme a esa maldita fiesta.

—¿Estás tratando de acosarme? Susan necesito descansar en mi propia cama, no quiero ir.

—Solo estoy tratando de sacarte de esa cama donde nunca vas a poder tener sexo, si no sales —escupió —te he dado tu tiempo a solas. Así que es hora de salir nena —me arrastró hacia mi propia habitación y empezó a hurgar en mi armario.

Solo la dejé hacerlo. Sabía que no tenía otra forma de detenerla.

Al final me encontraba enfrente de mi espejo con una minifalda verde ceñida y un suéter negro con cuello de tortuga ajustado, el atuendo lo usé con unas zapatillas negras de tacón grueso.

Susan miró a mí con satisfacción. Mi cabello negro, estaba en un planchado perfectamente liso.

Aunque realmente no tenía ganas de ir, cuando salgo de fiestas pongo todo mi empeño en arreglarme bien. Una chica siempre debe vestirse como si fuera la última vez que saliera. Amo la moda, y mi estilo cambia constantemente, aunque eso a veces le cueste a mi tarjeta de débito.

Susan se ha hecho cargo de mi maquillaje y accesorios. Y estamos listas para salir.

La fiesta se está dando en un antro. El cumpleañero rentó el lugar. Así que el lugar está llenísimo, trato de calmarme, porque odio mucho los lugares llenos de personas en un lugar pequeño. Me quitan la respiración, y me desespero.

—Vamos por unas margaritas —nos lleva a la barra libre, cortesía del cumpleañero.

Alguien viene directo a nosotras. Es Raúl.

—Chicas, que guapas se encuentran hoy —sonreímos. —Nunca pueden faltar las bellezas de la noche, —reprimo una risa. Raúl siempre está alagándonos en las fiestas, es un caso típico cuando quiere llevarse a la cama a una de nosotras o las dos si se puede en su afán de soltero galardonado.

***

Voy por el pasillo de la universidad y en mi camino mi hombro choca con otra persona, estoy a punto de disculparme cuando mis ojos conectan con él.

Mis labios están entreabiertos, quiero decir algo. Pero no lo hago.

Su mirada se desvía hacia otro lugar, y sigue su camino.

Mis manos se convierten en puños, dejo escapar un suspiro.

Llevo mi mano derecha hacia mi pecho, está acelerado mi corazón.

Y me odio por eso.

***

Tomo un chupito más.

—No creo que pueda bailar —Susan sacude la cabeza. Es su quinto chupito.

—Iremos a bailar —me arrastra fuera de la barra y me lleva a la pista. Nuestros cuerpos se empiezan a mover al ritmo del sonido de fondo.

Después de una ronda de bailes, Raúl se nos acerca y pide bailar con una de nosotras. Huyo excusándome al baño, y Susan se queda enganchada con él.

Cuando encuentro mi cara en el espejo, es notoriamente que estoy un poco ebria y sudada. Me intento secar el sudor de mi frente con papel higiénico (nunca hagan eso, irrita el cutis) pero era lo único que tenía a la mano. Voy a uno de los cubículos vacíos y hago mis necesidades. Después me lavo las manos e intento arreglar mi cabello, ahora me veo un poco presentable. Quiero ir a tomar tequila. Así que me dirijo a la barra por otra ronda de chupitos.

—¿Quieres terminar ebria? —ese es el barman.

—¿Es notorio eso? —me odio por haber recordado esa escena.

—La mayoría de las personas que se han sentado en esa silla donde estás tú, quieren eso. Me cuentan sus desamores, es algo triste de escuchar. Pero para eso estoy aquí, aparte de servir bebidas. Creo que el escucharlos, les hace bien. Necesitan desahogarse con un desconocido. Así que dime, ¿Cuál es tu dolor?

Me toma con la guardia baja.

***

Estoy ebria, lo sé porque mi cara en el espejo me lo dice todo. Necesito irme antes de que cometa una locura. Salgo de allí y voy a mi mesa con mis amigos. Veo de reojo, que él está hablando con una chica de vestido amarillo, es alta, igual que él. Y muy bonita. Cabello rizado y piel morena. Él le dice algo al oído y es mi turno de tomar mi trago.

Centro mi atención en la conversación de mis amigos, algo sobre una fiesta que se dio hace una semana y todos terminaron drogados y ebrios.

Dicen algo chistoso que me hace reír. Estoy pasándola bien. Pero el hecho de que él está aquí al otro lado del lugar, me hace sentir que debo llamar su atención. Que debe ver a la chica que dejó ir. A una que no volverá.

A una que nunca le importó.

Ryan me invita a bailar, y no puedo negarme. Me la paso en la pista más tiempo que bebiendo, para cuando termino el tercer baile, he sudado todo el alcohol que ingerí, o al menos una cuarta parte. Estoy por ir a mi mesa cuando en el camino no puedo evitar mirar hacia su mesa, está mirándome, eso hace que algo dentro de mí se remueva. Empieza otra ronda.

Estoy mirando bailar a mis amigos, cuando veo que él invita a la chica a bailar. Se le da muy bien, es salsero de familia. Su hermano menor igual está allí bailando.

Dicen que los hombres que saben bailar bien, también lo hacen bien en la cama.

He comprobado ese dato.

Recuerdo cuando era yo, esa chica en sus brazos, no la desconocida que tiene ahora en ellos.

Estoy lista para irme. Cuando un chico de la mesa de al lado me invita una cerveza. Le digo que no es necesario. Me pide mi número telefónico y se lo niego diciendo que tengo novio (una gran mentira), pero me deja la cerveza. Ya no quiero seguir bebiendo, así que le dejo la cerveza a mis amigos, y me largo de allí. Él sigue bailando con la chica, así que no se ha de dar cuenta que me largo.

Hace frío afuera, y no me he traído ningún suéter. Compro un cigarrillo en la salida para calentarme mientras espero un taxi que me lleve a casa.

—Te congelarás aquí fuera —es su voz. No me giro, sé que es él.

—Por eso estoy fumando —le doy otra calada a mi cigarro.

—Deberías entrar ¿o ya te vas?

—Estoy por irme —espeto. ¿Qué demonios le importa? —Deberías entrar o el frío te hará enfermar. Recuerda que tienes defensas bajas —me da una sonrisa de lado y eso me mata.

—Todavía lo recuerdas.

—El hecho de que hayamos durado un mes, no significa que me olvidaré de todo.

Su cara se torna serio.

Tengo que largarme de aquí.

—¿Irás a casa?

Asiento, porque no creo poder responder.

—Adiós. Cuídate.

Se introduce al lugar nuevamente, dejándome descolocada de mis sentimientos.

Realmente es un pendejo, hijo de puta.

***

—¿Por dónde empiezo?

Sonríe.

—La noche es larga, chica.

Es cierto. Y yo soy tan paciente.

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