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Nuestra Inocente Secretaria

Nuestra Inocente Secretaria

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Tras la muerte de sus padres, quedarse sola en el mundo, ser despedida de su trabajo y quedarse sin hogar, la inocente Eva Barris acepta trabajar para Magnus e Irina Keller. —Vas a tener a nuestro bebé, Eva. —Y lo vamos a amar tanto como a ti. ¿Pero qué tan oscuro y malvado debe ser el amor para dejarlo ir? Eva se enfrentará a la cruda realidad cuando pierda su inocencia y descubra que está atada de todas las formas posibles al matrimonio Keller. —Eres nuestra, Eva. Bajo una firma, y más que un papel, bajo nuestra piel y la tuya.

Capítulo 1 00: Engañada.

Futuro.

Todo parece no tener sentido para ella pero en el fondo de su corazón sabe que ha descubierto la verdad.

—Mami, mami...

Milan toma la manga del suéter de su progenitora, preocupado. Es solo un niño, pero siente lo mucho que está sufriendo su madre.

—Milan, cariño —le dice, y acaricia sus cachetes un breve momento—, ¿puedes decirle a Cecilia que te compre un helado?

—No quiero...

—Hijo, por favor, hazlo por mami ¿sí?

En el momento en que el pequeño Milan se retira de la oficina con un puchero en su boca, Evangeline se echa a llorar quizás como nunca antes lo ha hecho en su vida.

Le duele el pecho, le duele todo lo que ha dado por ellos. Fue tan ingenua.

—Señorita Barris, ¿qué es lo que sucede? —le pregunta la directora de la escuela.

Evangeline da otra vista al papel en sus manos, y justo allí siente que todo dentro de ella está a punto de derrumbarse.

—No ocurre nada, señora Hopes. He estado muy sensible.

La directora sabe que algo sucede, pero prefiere mantenerse al margen por todos los rumores que se han escuchado acerca de esa familia.

—¿Quiere que llame a la familia Keller para que vengan por usted?

—¡No! —exclama sobresaltada.

Recuerda cada caricia, cada beso compartido, cada promesa de amor y también todas las sensaciones que juntos han inventado los últimos años.

Le duele tanto.

—¿Señorita...?

Sus manos tiemblan, se siente desorientada, pero su corazón le grita hacer algo, por ella, y por sus hijos.

Antes de que la directora se pueda levantar, la castaña toma su cartera para guardar la copia de aquél papel que le revela la verdad, acomoda su suéter y con los labios temblorosos, le dice:

—Gracias por todo lo que ha hecho, pero Milan necesita unas vacaciones.

Y sin decir más apresura su paso, encontrándose con su pequeño hijo quien regresa tomado de la mano por su niñera.

—Mami, no hay helado... ¡pero mira! ¡Tengo una gomita de Oso!

—Sí, cielo, creo que... deberíamos irnos. —Eva, temblorosa, carga a su hijo en brazos dirigiéndose hacia la salida del instituto—. Oh, Cecilia —Ambas se detienen—… Por favor, olvidé decirle a la directora Hopes que nos gustaría saber la dirección de ese niño, ¿podrías...?

—Sí señora, esperen por mí.

En cuanto Cecilia da media vuelta, Eva corre hacia el automóvil, poniendo a Milan en la parte trasera con su cinturón de seguridad para ella comenzar a conducir.

—Jacky —susurra hacia el teléfono—. Atiende por favor...

—¿Mami?

—¡Jacky por favor! —le dice lloriqueando, asustada—. Milan, bebé, no te preocupes, solo quiero hablar con tío Jacky.

Mientras conduce fuera de la ciudad, además de sentir que alguien la persigue, no deja de pensar en lo fácil que fue ser manipulada por ellos.

—¿Eva?

—¡Tío Jacky!

—Milan, no te muevas —le advierte al niño, tiene un mal presentimiento—. Jack... tenías razón, lo siento mucho.

Pasa muchos carros sin ser consciente de lo rápido que conduce, pero necesita huir de ellos.

¿Cómo fue tan ciega? Debió creerle a su mejor amigo.

Él se lo había dicho tantas veces, y ella había sido tan feliz en su mundo, que no creyó que nada de eso podría ser cierto.

—¿De qué hablas? ¿Eva?

Ella llora, limpia sus lagrimas con la manga de su suéter y mira el metraje dándose cuenta que debe bajar la velocidad, así que lo hace.

—Jack... ellos me han engañado todo este tiempo. Debí creerte Jack, cuánto lo lamento...

¿Cómo se puede pasar de amar a alguien a temerle tanto? Los Keller con una simple firma en ese documento la han arrastrado a caer en la realidad.

Una realidad en donde no se siente feliz, en donde no siente amor, en donde cree que tal vez no podrá escapar.

—Eva tienes que calmarte y decirme qué es lo que está ocurriendo…

—¿Qué es lo que pasa con Eva? —Hay veces en el fondo.

—¿Eva?

Su piel se eriza al escuchar esa voz femenina.

—¡Mamá Irina! —Milan se emociona al escucharla.

Eva quiere cortar la llamada, pero maldice a sus adentros cuando otra voz le habla desde el teléfono.

—¿Cariño? —Magnus habla tan suave que la hiere—. ¿Quieres venir a casa para que solucionemos esto?

Siente la voz del hombre recorriendo cada centímetro de su espalda aunque no esté cerca de ella, pero en lugar de parecerle encantador la hace sentir aterrorizada.

—¿Solucionar qué? —les grita, sin dejar de ver los retrovisores.

—Milan está contigo, ¿no? Milan, bebé, ¿mami Eva te está asustando?

—Nou —responde el niño—. Pero no quiero que llore más... quiero ir a casa.

La castaña ve a su hijo un momento por el retrovisor y con la mirada le suplica que guarde silencio.

—¿Ves, Eva? —Magnus habla intentando mantener la calma—. Trae a nuestro hijo a casa, pequeña.

—¡¿O qué?!

Milan tapa sus oídos, con lágrimas asomándose en sus ojitos.

—¿Mami...? No me gustan los gritos.

Es un niño fuerte pero cuando se trata de su mami Eva él es susceptible.

—¿O qué? —les grita ella por teléfono, ignorando a su hijo—. ¿Van a quitármelo? ¿Ese ha sido su plan todo este tiempo? ¡Les he dado mi vida! ¡Los he complacido en todo lo que han querido! ¡Pero no les daré a mi hijo! ¡Soy su verdadera madre y su sucio dinero jamás podrá cambiar eso!

Justo cuando el auto da la vuelta en U, un auto sin frenos se aproxima. Y sin control el auto en donde Evangeline y su hijo están, vuelca unos cuantos metros al ser impactado.

—¿Mi-lan...?

Una mano de Eva se estira hacia su hijo intentando tocarlo en la parte trasera del auto, porque su vista está distorsionada y necesita tocarlo para saber si está bien, pero su otra mano siente el retorcijón en su vientre y sabe por el corazón de madre que tiene que algo no está bien.

Antes de cerrar los ojos y perder la consciencia recuerda el día en que conoció al matrimonio Keller, y más allá de sentirse arrepentida, no puede evitar pensar que con ellos vivió los momentos más felices de su vida.

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