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Nicholas Grantham, director ejecutivo de 28 años de un imperio empresarial multimillonario. Después de la separación de su amor de la infancia, se volvió frío e inaccesible. Su conexión con muchas mujeres fue un tema de discusión en la ciudad. Cambiaba a las mujeres como tela. Zara Morris, mujer independiente de 23 años, trabajaba en una pequeña empresa de nueva creación. Era una niña sencilla que vivía con su madre y su hermano. Pero tenía problemas para pagar las facturas médicas de la enfermedad de su hermano. Dos personas diferentes de dos mundos diferentes terminaron juntándose debido a un matrimonio arreglado por ancianos. Pero Nicholas solo amaba a su novia de la infancia, y todavía estaba esperando su regreso. Odiaba a la mujer arreglada por sus mayores. Como no podía rechazarlos, firmó un contrato con Zara. Anularían el matrimonio después de dos años. Zara accedió a este arreglo debido a las facturas médicas de su hermano que la familia Grantham prometió pagar si se casaba con Nicholas. Ella firmó el contrato sin dudarlo. ¿Cuál es su destino? ¿Se enamorarán el uno del otro o el destino ha planeado algo cruel para ellos?
La bellísima joven que lucía a la perfección un hermoso vestido de novia blanco hecho especialmente a su medida, estaba de pie junto a la ventana y, con sus ojos totalmente fríos y distantes, miraba con gran asombro todo a su alrededor.
En ese momento, ella justamente acababa de casarse con el joven de la familia Grantham, el presidente más guapo y poderoso de todo el imperio empresarial más multimillonario de la ciudad Bey y, aunque debía estar sumamente feliz por ese acontecimiento; en realidad, su rostro estaba totalmente pálido y con una expresión llena de dolor, incluso, apretaba fuertemente sus delicados labios para reprimir todas sus emociones. A decir verdad, no podía negar que muchas mujeres la envidiaban por haberse casado con él; sin embargo, solo ella sabía perfectamente que ese matrimonio no era más que un simple papel, pues él se encargó de aclararle que no la amaba, es más, le dijo que la odiaba por haber manipulado a su abuelo para que tomara esa decisión.
Incluso, cada una de las palabras que le dijo aquel hombre, resonaba con total claridad en sus oídos: "No eres más que una novia por contrato; así que, no esperes absolutamente nada de mí. Solo quédate y actúa como una buena esposa durante estos dos años; pero luego, desaparecerás de mi vida inmediatamente".
Después de pensar en las indiferentes palabras de aquel hombre, la mujer quedó totalmente estupefacta y mirando fijamente a su alrededor; mientras recordaba cómo fue que empezó todo.
"Su condición está empeorando y necesita urgentemente un trasplante de corazón; de lo contrario, no podrá sobrevivir por más tiempo", dijo el médico frente a ella.
A decir verdad, escuchar esas duras palabras del médico, no solo le causó un gran dolor en su corazón; sino que también, la dejó como si hubiera visto un verdadero fantasma, totalmente pálida. Incluso, sus manos empezaron a temblar incontrolablemente y, aunque quería preguntarle muchas cosas, sintió que no le salía la voz.
Por su parte, al verla tan afectada con la noticia y, sin la intención de decirle algo, con la mirada fija en la mujer frente a él, el médico le preguntó delicadamente: "¿Solicitó el corazón que necesitamos?".
Mientras que, tras su pregunta, Zara no pudo responder ni una sola palabra, y solo asintió débilmente en señal de respuesta; a decir verdad, ella había solicitado el trasplante de corazón hace un año atrás, pero la lista era tan grande que, el número de su hermano era después de casi cien personas.
En realidad, Zara estaba totalmente destrozada y con lágrimas en los ojos, pues, no solo no tenía idea de cuánto tiempo tomaría obtener el corazón para su hermano; sino que también sabía que, aunque ese momento llegara, ella tampoco tendría el dinero suficiente para pagar la costosa cirugía. Es decir, no veía ninguna otra salida para salvar la vida de su querido hermano.
Después de pensar en ello, Zara trató de respirar hondo para tranquilizarse, levantó ligeramente la barbilla y, mirando fijamente al médico, se armó de valor y preguntó: "¿No hay otro tratamiento más que un trasplante?".
Luego de escucharla, y también con la mirada fija en ella, el médico le respondió: "Zara, sabes que Brian nació con una enfermedad cardíaca congénita, ya es un milagro que haya sobrevivido todos estos 19 años sin el trasplante; pero ahora, su corazón se debilita día a día y no puede bombear la sangre suficiente que su cuerpo necesita, así que, no cabe duda que tu hermano necesita el trasplante lo más pronto posible. Es más, déjame decirte que yo conozco a alguien que puede conseguir el trasplante inmediatamente y, si quieres, puedo comunicarme con él; pero, debo decirte que si es un poco costoso".
Tras oír ello, Zara se mordió ligeramente el labio, miró sus temblorosas manos sobre su regazo y, solo trató de procesar claramente las palabras del médico; mientras que, al ver su rostro bastante preocupado, el hombre suspiró profundamente y volvió a decir: "No te preocupes; de todos modos, no te estoy obligando a hacer eso. Por mi parte, haré todo lo posible para mantener su condición estable hasta que reciba el corazón; pero, te lo digo de nuevo, no puede esperar mucho tiempo".
"¿Cuánto?", preguntó Zara repentinamente y con la voz entrecortada; aunque, a decir verdad, estaba haciendo todo el esfuerzo posible para no derrumbarse más frente al médico.
A decir verdad, la pregunta de la mujer dejó un poco aturdido al médico, pues no esperaba que ella preguntara eso; no obstante, después de unos segundos, el hombre respondió: "Bueno, normalmente se necesitan unos cientos de miles para un trasplante; pero, si él lo hiciera, te cobraría aproximadamente un millón".
"¿Un millón?", repitió muy sorprendida la mujer, mientras levantaba rápidamente la cabeza para mirar a los ojos al médico frente a ella; incluso, estaba tan aturdida que, parecía que su mandíbula estaba a punto de caer al suelo.
"Sé perfectamente que esto es muy costoso para ti; pero, si puedes conseguirlo, él sobrevivirá esta enfermedad", dijo sutilmente el médico.
A decir verdad, Zara se sintió un poco mareada y como si estuviera a punto de derrumbarse; de hecho, para ella ya era difícil conseguir unos cientos de miles, así que, un millón era una verdadera cifra astronómica. Es más, ni siquiera sabía de donde podría sacar tanto dinero.
Después de escuchar esas malas noticias, Zara quedó bastante aturdida y preocupada por la situación; incluso, sin saber exactamente cómo lo logró, pudo salir lentamente del consultorio. Sin embargo, como en ese momento no quería enfrentarse a la triste mirada de su hermano y su madre, ella salió del hospital y se fue al parque más cercano; luego, estando ahí, se sentó en una banca, se tapó la cara con la palma de sus manos y empezó a llorar inesperadamente.
"Hola, señorita Morris", dijo una voz profunda y nítida muy cerca de ella; así que, Zara dejó de llorar instantáneamente y, tras aparatar ligeramente sus manos, levantó la mirada para ver de quien se trataba.
En ese momento, ella vio claramente a un hombre mayor de pie junto a ella, tenía una expresión indescriptible y su mirada era un poco indiferente; sin embargo, a pesar de todo ello, Zara pudo reconocer perfectamente que era el mayordomo de la familia Grantham.
No obstante, Zara quedó un poco aturdida al verlo de pie frente a ella, pues no entendía porque ese hombre había ido a buscarla; luego, se secó las lágrimas y, justo cuando ella estaba a punto de preguntar, el hombre le señaló hacia un lado y le dijo: "El señor quiere hablar contigo. Te está esperando en el auto".
Después de escuchar ello, Zara giró la cabeza para mirar en la dirección que el hombre le señalaba, y fue ahí donde vio una elegante limusina frente al parque; sin embargo, al pensar en el por qué el maestro Grantham quería verla, ella quedó aún más perpleja.
Luego, respiró hondo unas cuantas veces para recomponerse y, tras ponerse de pie, le respondió: "Bueno, está bien. Vamos".
Tras ello, Zara empezó a seguir al mayordomo delante de ella y, justo cuando llegaron al lado de la limusina, el hombre le abrió cordialmente la puerta para que entrara. A decir verdad, dentro del auto, estaba un anciano de casi ochenta años, vestía un elegante traje gris a la medida y su cabello estaba peinado cuidadosamente hacia atrás; incluso, sosteniendo su bastón con cabeza de león y la postura que tenía, lo hacía ver como un absoluto rey.
Además, a pesar de tener unas gafas oscuras, Zara aún podía ver sus ojos azul claro que la miraban nítida y firmemente; incluso, no podía negar que aquel hombre emitía un aura dominante y poderosa.
Sin embargo, a pesar de ello, Zara reunió el valor suficiente para mostrarle una ligera sonrisa y decirle amablemente: "Buenos días, señor. ¿En qué puedo ayudarte?".
"Ven y siéntate aquí", ordenó el hombre, mientras palmeaba ligeramente el asiento a su lado; pero, a notar ello, el corazón de Zara empezó a palpitar más fuerte de lo esperado.
En realidad, no era que Zara no estuviera familiarizada con el hombre frente a ella, pues lo había conocido desde la infancia, cuando su padre trabajó para él como guardaespaldas; de hecho, no solo lo vio muchas veces con su padre, sino que ese hombre también la quería mucho y le regalaba algunos chocolates cada vez que la veía.
No obstante, desde su padre murió, ella no volvió a verlo, y ya había pasado más de una década que lo vio por última vez, por eso se sentía un poco incomoda estando a su lado; sin embargo, después de respirar hondo, Zara se sentó en el asiento junto a él.
"Te has convertido en una mujer muy hermosa", elogió Solomon Grantham, mientras esbozaba una sonrisa en su rostro; por su parte, sonrojándose por su cumplido, Zara miró sus manos en su regazo y le respondió: "Muchas gracias".
A decir verdad, el anciano no podía dejar de mirar a la mujer frente a él, pues ahora le parecía mucho más hermosa que en la foto que había visto; así que, con la mirada fija en Zara, le dijo: "Sé que tienes problemas para conseguir el dinero para la cirugía de tu hermano, y yo puedo ayudarte con eso".
Al escuchar ello, Zara levantó inmediatamente su cabeza y lo miró con toral incredulidad, pues no podía creer lo que había escuchado; incluso, al pensar que todo era un sueño, se tuvo que pellizcar secretamente la palma de su mano para averiguarlo. Sin embargo, al sentir un fuerte dolor, supo inmediatamente que no era un sueño; así que, mirándolo tontamente, se preguntaba por qué ese hombre haría eso.
Al notar su fija concentración sobre él, Solomon se apartó rápidamente de la mirada de Zara y, viendo indiferentemente hacia adelante, añadió: "Puedo pagar todos los gastos médicos, e incluso, organizar la cirugía que tanto necesitaba; pero."
Tras quedarse unos segundos en silencio, ella supo inmediatamente que no era un simple favor y, de hecho, que debía pagar un precio por ello; sin embargo, como no sabía lo que ese hombre le pediría a cambio, Zara se llenó de incertidumbre y su expresión cambió instantáneamente.
"Tienes que casarte con mi nieto Nicholas", dijo repentinamente el hombre junto a ella, haciendo que Zara se quedará en completo estado de shock y sin siquiera saber qué responder; de hecho, solo pudo murmurar suavemente: "¿Qué? Nicholas Grantham".
En realidad, Zara se sintió realmente enferma ni bien escuchó ese nombre, pues todo el mundo sabía que ese hombre era el más mujeriego de todos; de hecho, no solo era famoso por las diferentes conexiones con muchas mujeres, sino también porque cambiaba de mujer como se cambiaba de ropa.
No obstante, ella se sintió realmente furiosa con tal propuesta, pues no entendía que era lo que ese anciano pensaba de ella; a decir verdad, no podía ocultar que necesitaba mucho el dinero que le ofrecía, pero eso no significaba que ella estaría dispuesta a casarse con un playboy como Nicholas Grantham, su nieto. No cabía duda que, para Zara, ellos eran la familia más rica y poderosa de la ciudad; sin embargo, ella también era una mujer digna y no estaba de acuerdo con ese arreglo.
El hombre a su lado notó rápidamente el repentino cambió de expresión de Zara y sabía que ella no era para nada feliz con la noticia; no obstante, él también era un hombre muy persistente, así que, continuó hablando: "Sé lo que estás pensando; pero, antes de responder, por favor, considera mi propuesta. Tú necesitas dinero para tratar a tu hermano, y yo necesito una novia para mi nieto, una que le enseñe sobre la moral y los valores de la familia; así que tú eres perfecta para él".
Luego, mirándola discretamente, Solomon añadió: "Sé que tu padre sacrificó su vida para salvarme y, la verdad es que le debo la vida, por eso quiero ayudarte. No te puedo negar que también sé que podría haberte ayudado sin pedirte nada a cambio; sin embargo, al ver lo hermosa y competente que eres, no podía dejar escapar una oportunidad como esta. Zara, nunca le he pedido nada a alguien en esta vida, pero te lo estoy pidiendo a ti; así que, considera mi propuesta, nos conviene a los dos".
En realidad, Zara solo lo quedó mirando fijamente mientras escuchaba con gran atención sus palabras; de hecho, no podía que la oferta era muy atractiva, pero ella no sabía si podía aceptarla. A decir verdad, Zara siempre soñó en casarse con un hombre que la amara y, de alguna manera, sabía que casarse con Nicholas sería el mayor error de su vida, pues no sería feliz a su lado; sin embargo, al pensar nuevamente en el dolor de su hermano, ella no tenía el valor de negarse. Es más, en ese momento, ella no sabía qué decidir, pues no estaba segura si podía comprometer su felicidad por salvar la vida de su hermano.
Por su parte, al darse cuenta de su confusión, el señor Grantham volvió a añadir: "No tienes que responderme en este momento. Puedes tomarte tu tiempo y pensarlo con calma".
Luego de ello, escribió su número telefónico en un bloc de notas y, después de romper la hoja y entregárselo, le dijo: "Este es mi número, llámame cuando quieras. Espero que acepte mi propuesta y los dos saldremos beneficiados".
Mientras tanto, Zara quedó mirando muy aturdida el número escrito en el papel; luego, doblándolo cuidadosamente y guardándolo en su bolso, le respondió: "No se preocupe, voy a pensar en ello".
Después de decirle eso, Zara sonrió ligeramente al hombre frente a ella, lo miró amablemente y le dijo: "Gracias por su generosidad. Bueno, ahora, si no tiene nada más que decirme, ¿puedo retirarme?".
Tras escuchar su inquietud, el señor Grantham no dijo ni una palabra más, y solo asintió seriamente en señal de respuesta; mientras tanto, al ver su aprobación, Zara no tardó en bajarse de la limosina.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de abrir la puerta, él hombre la miró discretamente y volvió a decir: "Bueno, espero que no tarde mucho, estaré pendiente a su respuesta".
"No se preocupe, lo llamaré pronto", respondió rápidamente la mujer, con la mirada fija en él y antes de salir por completo del auto.
Nota del Autor: Hola queridos lectores, esta es mi nueva historia en esta plataforma; así que, espero que les guste y sea de su agrado. Sigan leyendo y dejen sus comentarios de este nuevo libro. Gracias.
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