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Mi único amor verdadero

Mi único amor verdadero

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5 Capítulo
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El amor en la adolescencia, siempre es un amor verdadero. Un amor puro, aunque no siempre dura para toda la vida. Por circunstancias de la vida ellos tienen que separarse, él tiene que hacerse cargo de la empresa familiar, por lo que tiene que viajar a Italia y dejar todo lo que conoce atrás. Tiene que dejarla a ella, el amor de su vida, su único amor. Ella tiene que quedarse a terminar de estudiar, no puede ir con él, por lo que mantienen una relación a distancia. Sin embargo, aquello dura solo unos meses. Poco tiempo después, él deja de llamarla, de escribirle. Ella deja de saber de él. Y por más que le dolió en el alma hacerse a un lado, lo hace y decide seguir con su vida y olvidarse de lo que una vez tuvieron. Dos años después, Aye deja todos sus recuerdos en Argentina y se convierte en una persona nueva. Hasta que su pasado, su único amor, su vida; vuelve a presentarse frente a ella como si nunca hubiera pasado nada, como si el tiempo jamás pasó para ellos. Pero ya las cosas son diferentes, ambos siguieron con sus vidas. Todo lo que alguna vez tenían y prometieron tener para toda la vida, vuelve a ellos como un huracán. Tendrán que tomar una decisión, tendrán que ser valientes y decidir si quieren volver a tener lo que una vez tuvieron. Ese único y verdadero amor. O tendrán que dejarse ir y seguir cada uno con sus vidas, tal cual estaban haciendo, cuando él un día decidió que debería dejarla y convertirse en otra persona.

Capítulo 1 Prefacio

-¡Vamos, Peque; eres muy lenta! -le gritaba Mateo corriendo a unos pasos delante de ella.

-¡¡Hiciste trampa!! -se quejó Ayelen.

Cumplían un año de estar juntos y Mateo tenía una sorpresa preparada para Aye. Estaban corriendo alrededor de la escuela para llegar al patio trasero de esta, donde esperaba la sorpresa para su novia. Ella corría más fuerte ajustando sus pasos a los de Mateo. Ya no era una niña y ya no era de baja estatura. A los trece años, ella pegó un estirón y sus piernas se hicieron muy largas. Ya no le molestaba que Mateo la llamara Peque, hasta le agradaba ese apodo, lo sentía cariñoso y le recordaba cómo eran ellos de niños. Ahora tenía dieciséis años y era la más alta de su curso y de sus amigas.

Mateo seguía siendo guapo y sosteniendo su altura, su sonrisa traviesa de costado y sus ojos avellanas brillantes cada vez que la miraba y le decía cuanto la quería.

-Aquí es -avisó Mateo dejando de correr. La mira de reojo y sonríe al ver la cara de asombro de ella-. ¿Te gusta?

Ante ellos, había un enorme escenario decorado con flores. Sus flores favoritas. Orquídeas esparcidas por todo el diámetro. Sobre este había un cartel que decía "Por muchos años más, Peque", luego estaban los amigos del joven, todos con sus propios instrumentos en las manos. Marcelo (su amigo de Italia que había llegado hace más de dos años a vivir con Mateo y terminar los estudios en Buenos Aires), frente a la batería.

Jonas (amigo y compañero de escuela de Mateo), sosteniendo el bajo.

Adam (también amigo, compañero del orfanato en el cual una vez Mateo fue parte), en el teclado.

Era la banda de Mateo.

The Residents.

Bajo el escenario solo había una silla, vestida con un tul de color azul, el color favorito de Aye y también de Mateo.

Él le aprieta la mano y la insta a moverse por un camino hecho de pétalos de rosas rojas bordeado por velas violetas que llenaban el aire con un aroma a canela que se mezclaba con el exquisito aroma a vainilla que destilaba la piel de Aye. La lleva junto a la silla y la obliga a sentarse, ella lo mira extrañada.

-Quédate aquí -indica con dulzura y le besa los labios para que ella no pueda acotar nada.

Mateo la conoce y sabe bien que siempre tiene algo para decir, pero esta vez no quería escucharla, solo quería que ella lo escuchara a él.

El joven le guiña un ojo y se apresura a subir al escenario. Toma su guitarra de un banco que había detrás de Marcelo y luego de chocar palmas con él, camina al centro del lugar, a su posición. Con el conteo de Marcelo, el baterista, comienza a sonar las primeras notas en el teclado, producido por Adam, para que, de a poco se unan los demás en plena sincronía. La boca de Aye se abre por instinto, al descubrir la canción que ellos habían comenzado a entonar. Una de las canciones favoritas de ella, de uno de sus cantantes españoles preferidos. Melendi. "Un amor tan grande" con una sonrisa radiante, Mateo comienza a cantar.

Ella es así

No tiene miedo de aceptar la verdad

No piensa en cómo fue ni en cómo será

Porque llama la vida

Es tan real

No existe sombra que oscurezca su ser

Ella ve cosas que yo no puedo ver

Ella es la luz que me guía

Ella sabe como quererme

No tiene miedo de perderme

Ella me dice que el amor es algo que nunca perderé

Y que si intento verlo jamás lo encontraré.

Nos quedaron tantas cosas por hacer

Que planeamos, el viaje a Nueva York

O llegar a ser ancianos juntos

Aún recuerdo los paseos por la calle 33

Tus miradas de deseo atravesándome la piel.

No hubo nunca en este mundo

Ni jamás podrá existir

Un amor tan grande.

Con lágrimas en los ojos y aferrándose al dije, el cual consistía en una clave de sol negra donde en su parte interior decía "El único, Splinter", ese dije que era el sello de la unión de ambos, ese dije que le había regalado Mateo en su cumpleaños número quince, hace justo un año, Mateo tenía el dije que cerraba el de ella mostrando el símbolo de la nota musical y detrás estaba grabado "La única, Peque".

Observaba como el joven se desplaza por el escenario sin dejar de mirarla y con cada palabra que entonaba, le decía cuanto la amaba.

Ella es así

Me dice, calla no estropees el silencio

Cuando me enfado y grito porque no entiendo

Como ella entiende la vida

Ella sabe como quererme

No tiene miedo de perderme

Ella me dice que el amor es algo que nunca perderé

Y que si intento verlo jamás lo encontraré

Nos quedaron tantas cosas por hacer

Que planeamos, el viaje a Nueva York

O llegar a ser ancianos juntos

Aún recuerdo los paseos por la calle 33

Tus miradas de deseo atravesándome la piel

No hubo nunca en este mundo

Ni jamás podrá existir

Un amor tan grande

Una vez que terminó la canción, sus amigos aplaudieron y él de un salto bajó del escenario y se posicionó frente a ella, observándola con admiración y amor.

Los ojos de Aye brillaban por las lágrimas y la felicidad que le hacía sentir Mateo en ese momento y en cada momento que ellos estaban juntos. Él era con ella; fiel, leal, honorable. Le daba todo lo que necesitaba y anhelaba. Pero todo lo que ella necesitaba y anhelaba, solo era él.

-¿Por qué lloras? -le pregunta preocupado acuclillándose para quedar a su altura y con delicados movimientos, limpia sus lágrimas con los pulgares-. No llores, no era mi intención hacerte sentir mal, no me gusta cuando lloras.

Besa una nueva lágrima salada que caía por su mejilla.

-¿Ni cuando éramos niños y me hacían llorar a propósito? -curiosea sonriendo.

-Ni cuando éramos niños -suspira y besa la comisura de los labios-. Era un tonto.

Aye le sonríe.

-Me gustó mucho la canción -acaricia su rostro con manos temblorosas-. ¿No existe un amor tan grande como el nuestro? -le cuestiona buscando sus ojos.

-El único y verdadero -susurra perdiendo su mirada avellana en el océano verde de ella-. No hay otro amor tan grande como el nuestro -repite cerca de su boca y mordiéndose el labio inferior, acorta el espacio entre ellos para besarla, saboreando lo dulce de su boca y lo salado de sus lágrimas.

Luego de los besos lleno de amor, del vitoreo y las exclamaciones de sus amigos, todos juntos salen con destino a la casa de Aye. A demás de cumplir un año de novios con Mateo, también era su cumpleaños número dieciséis. Por lo que todos estaban esperándolos a ellos para festejarlo.

-¿Cómo te fue? -le susurra Lina a Mateo.

Ella desde que se dio cuenta de lo que le pasaba a él con su hija, estuvo de su lado y a escondidas de Aye, le dio una mano en todo al joven. Lina es su compinche, su cómplice para todo lo que Mateo quiere hacer de buena intención para Aye y para la relación.

-Muy bien. Gracias por la ayuda -le contesta, sabiendo bien que la dejó escaparse a pesar que todos estaban esperándola allí para su fiesta de cumpleaños.

-No hay problema.

Lina le guiña un ojo y observa a su marido al otro lado de la sala llevando a Aye a "cococho" como cuando era una niña, hasta el jardín.

-Llegas tarde -le acusa Gaby a Mateo y se gana un codazo de Noe y una mirada fulminadora de Lina.

-Camina -le obliga Noe a moverse-. Necesito que me ayudes en la cocina.

-Solo quieres que deje a este chico en paz -brama-... y no lo voy a hacer -Se gira hacia Mateo-. Te voy a estar vigilando, niñito.

Se vuelve girar dejando la amenaza en el aire.

-Nunca me va a aceptar para Aye, ¿verdad? -le pregunta a Lina una vez que Noe se llevó a Gaby.

-Lo hace, solo que él tiene que hacer su papel. Pero no te preocupes, él fue uno de los primeros en aceptarte -le hace saber con honestidad.

-No lo parece -refuta el joven.

-Él hace el papel de tío celoso y padre protector, ya que a Alex le caes demasiado bien, como para que te vigile. Hazme caso, él te aprecia y sabe que eres el mejor para mi hija.

-Gracias -musita.

-De nada. Vamos que deben estar todos comiendo ya.

Caminan fuera de la casa, donde llegan junto a los demás que ya estaban sentados en unas mesas largas y tal cual dijo Lina, ya estaban comiendo. Aye al verlo le sonríe y le señala un lugar vacío a su lado. Él le devuelve la sonrisa y camina hacia ella, con un beso en la mejilla se sienta, la toma de la mano y así pasan la noche, tomados de las manos, sonriendo y festejando el primer año de su noviazgo y el cumpleaños número dieciséis de ella.

~~~

-¿Todavía sigues escuchando esa porquería de música? -ironiza Mateo entrando en la habitación de Aye.

Ella se encuentra acostada en la cama, con el estómago sobre el colchón y muchos papeles a su alrededor. Como era de esperar, ella está dibujando.

-Hey, que Pablo Alboran no es ninguna porquería -defienda provocando que el joven sonría, mientras se acerca a ella.

-¿Puedo? -pregunta señalando a un lado de donde ella esta recostada.

-Puedes -asiente Aye.

Él se tira como un niño, rebotando en el colchón al lado de la joven y Aye se ríe por hacerla rebotar a ella también.

-¿Qué haces? -curiosea, besándole una mejilla para después fisgonear en sus dibujos.

-Tengo que entregar un trabajo en el instituto sobre "naturaleza" -Hace énfasis en la última palabra.

-¿Por eso el tigre de bengala? -cuestiona al ver un dibujo de un tigre de bengala sobre una gran roca ocultando a sus cachorros, como si corrieran algún peligro.

-Algo así. Todavía no lo he decido -contesta levantando otro dibujo donde hay un águila levantando vuelo.

Mateo clava sus pupilas avellanas en las pupilas verdes de ella como si lo hubiera hipnotizado. Luego baja la vista a sus labios, justo para ver como tuerce la boca, Aye hacía eso cada vez que estaba pensando en algo o se ponía nerviosa. Y, en definitiva, en ese momento estaba nerviosa. Aye notó como los ojos de él la miraban con hambre y eso era lo que la ponía nerviosa, cuando ese joven la miraba de esa forma.

Mateo, con mucha suavidad hace a un lado un mechón de su pelo rubio oscuro, de su rostro. Le acaricia la mejilla y poniéndole un dedo bajo la barbilla, la mantiene, al tiempo que se acerca para hacerse de su boca. Primero le da un suave toque, luego deja un poco más sus labios pegados a los de ella. Observa como la joven tiene los ojos cerrados y sonríe apoyando de nuevo su boca en la de ella, no obstante, esta vez hace partícipe a su lengua de su osadía.

Con un movimiento rápido, él queda sobre ella y los dos sobre los papeles de dibujos. Mateo no deja la boca femenina. Él sigue perdido en esa boca, no quiere alejarse de ella, ni por el aire que está reclamando sus pulmones. Sin más remedio se aleja de su boca, pero solo para seguir besando su cuello. Aye suelta un suspiro y la piel se le eriza al sentir la calidez de la boca de Mateo en la piel de su cuello. Él sigue regando besos por su cuello, detrás de su oreja, su mandíbula, vuelve a bajar por su cuello, su clavícula. La respiración de Aye se hace más trabajosa, más inestable y el joven está perdido en el cuerpo de ella. Él baja su mano hasta el dobladillo de la camiseta de la joven y la posa sobre el costado de piel desnuda de Aye. Con suavidad sube la mano hasta llegar al omóplato y vuelve a bajarla en una suave caricia. Con la ayuda de la otra mano le levanta la camiseta sacándosela por la cabeza y sonríe de costado al verla solo con un sostén de color azul. Baja a su boca y la devora en un beso devastador para ambos. Cuando sus pulmones gritan por respirar, él se separa de ella, pero solo para quitarse su camiseta, luego apoya su torso desnudo sobre la suave piel desnuda de la joven. Ambos gimen y sus pieles se erizan al sentir el contacto de sus cuerpos al descubierto.

-Eres tan hermosa -susurra Mateo sobre su boca.

Muerde el labio inferior femenino, llevándolo hacia él. Se posiciona entre las piernas de Aye y ella puede sentir la necesidad que siente él para con ella. Mateo toma su boca, haciendo un beso tremendamente profundo, provocando que Aye pierda el hilo de sus pensamientos. Mateo aprieta más su cuerpo al de ella, como si quisiera volverse uno con Aye. La joven comienza a titubear y un ligero temblor recorre su cuerpo. La excitación de Mateo la está poniendo cada vez más nerviosa y no sabe cómo seguir, a pesar que quiere eso más que nada, sin embargo, le cuesta entregarse a él. Tiene mucho miedo, no de Mateo, sino de hacerlo mal, de que le duela; de lo que pueda llegar a pasar después de eso.

Mateo nota el temblor y el miedo en ella, por lo que se detiene poniendo todo de sí, para no dejarse llevar por el animal salvaje que ruge en su interior queriendo escapar cada vez que está demasiado cerca de Aye.

-¿Qué sucede? -le pregunta con voz ronca, acariciando su rostro.

-Tengo miedo -admite.

-No debes temerme -Besa su boca-. Jamás te haría daño -le promete.

-No temo de ti -Ella le sonríe-. Solo de la situación. Ya sabes, es mi primera vez y... Tengo miedo de hacerlo mal -musita las últimas palabras.

Mateo sonríe mirándola con adoración.

-Nunca podrías hacerlo mal -le contesta besándole el hombro y Aye se pone tensa de nuevo. Sabe que no es el momento, ella todavía no está preparada y él no va a forzarla a hacer nada que no quiera-. No te preocupes, podemos dejarlo para otro momento -entona con suavidad.

-¿Seguro? Yo... Yo no quiero que pienses que no quiero estar contigo, que no te quiero. Yo de verdad quiero... Pero...

-Shuu -la hace callar dándole un beso en la boca-. Yo no pienso nada de eso. Sé que me quieres y sé que te quiero, por eso puedo esperar...

-No quiero que pienses que soy una niña tonta que... -le interrumpe Aye y ella es interrumpida por Mateo que la vuelve a callar besándole la boca con fuerza.

-Yo no pienso eso de ti. No puedo pensar nada malo de ti. Jamás -le hace saber luego de dejar su boca-. Voy a esperarte el tiempo que sea necesario. Cuando estés segura, voy a estar dispuesto -le sonríe-. Siempre dispuesto.

-Gracias -murmura.

-Cuando quieras.

Le besa la frente para luego buscar la sábana debajo de ellos, la cubre y la envuelve en sus brazos acunándola contra su cuerpo y sintiendo el calor de la respiración de ella en su cuello. Así, aferrados uno del otro, como si temieran caerse si no se sostienen tan fuerte, se quedaron dormidos. Dejando que la pasión también se durmiera con ellos, pero dejando al amor más vivo y despierto que nunca.

Dos meses después...

Mateo llega a su casa y como es costumbre en él, camina hasta la cocina para prepararse un té con miel. Se descalza, dejando los zapatos a un lado de la puerta de la cocina, el andar descalzo por la casa, es una costumbre que le instaló Aye. Ella siempre le decía que quería sentir lo que había debajo de ella, le gustaba salir al patio y sentir el césped entre sus dedos. Aye en su casa siempre andaba descalza y después que él se burlara de ella por hacerlo, hasta que un día lo instó a hacerlo también y una vez que sus pies sintieron el contraste del suelo, de los diferentes pisos; el contraste de temperaturas, ya no pudo volver a andar con zapatos en su propia casa o cuando iba a la casa de ella. Por lo que, como siempre hacia cuándo llegaba a su casa antes de prepararse un té con miel, se descalzaba dejando las zapatillas a un costado de la puerta.

Cuando el té estuvo hecho, se lo llevó hasta la encimera y se acomodó allí, reviviendo el último momento de pasión con Aye, no habían hecho el amor, pero poco le importaba, él quería mucho más de ella como para que el sexo fuera algo que lo irrite.

Una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro al recordar las palabras de Aye, aquella vez cuando estaban en su habitación aplastando todos sus dibujos, al recordar cuando le admitió que tenía miedo y que no quería que él pensara que ella era una niña, cosa que él interpretó como: (una calienta bragueta) Él nunca pensaría así de ella. Eso era algo que le encantaba de ella. No importaba qué, Aye siempre decía lo que pensaba, lo que sentía y muchas veces hablaba sin pensar. Aye no tenía miedo a decir lo que pensaba, aunque muchas veces hablaba sin pensar, decía lo primero que le venía a la mente, eso para él era asombroso y admirable, a ella le importaba poco y nada lo que pudieran decir los demás, solo te decía la verdad fuera cual fuese. Era valiente y era lo que más amaba Mateo de esa joven. A veces era ingenua, siempre tratando de buscar el lado bueno de las personas, aunque tenía un buen ojo para decidir a quién retener a su lado. Aye era pura, era alegre, tenía un velo especial que hacía que todas las personas se acercaran a ella como si tuviera un imán, se hacía querer tan solo siendo ella misma; no había una actuación, era transparente, lo que mostraba, era lo que era, no había más y Mateo siempre estuvo enamorado de esa chica, él también fue una de las personas que se acercó a ella como si fuera un imán y aunque no lo había reconocido al principio, sabía que era imposible alejarse, por lo que dejó de pelear contra sus sentimientos.

-Esa sonrisa tiene nombre de mujer y apellido alemán -Ian entra a la cocina cortando con sus cavilaciones.

-¿Cuándo la conociste a mi mamá, también estabas medio idiota? -le pregunta medio en broma e Ian se carcajea.

-No estaba medio idiota -suelta entre risas-, estaba idiota del todo -admite.

Ahora fue el turno de Mateo en soltar una carcajada.

-¿Pensabas que era la mujer que querías tener siempre a tu lado, que harías todo por ella y que no habría nunca nadie que pudiera reemplazarla? -indaga mirándolo fijo.

-Todavía lo pienso -entona Ian con un suspiro-. Quizás no debería decirte esto, pero eres joven, son jóvenes y van a tener mucho por delante y...

-Es la mujer que quiero junto a mí para siempre. No sé lo que pasará en un par de horas, días, años, pero de lo que sí estoy seguro es que ella es la única mujer que siempre voy a amar -Hace una pausa para que Ian asimile cada palabra que está diciendo-... Aunque ella algún día deje de hacerlo -concluye.

-Vaya -silba el rubio-. ¿Cuándo creciste tanto? -bromea-. Creo en lo que dices y me alegro que puedas sentir un amor así de fuerte tan pronto. Yo tardé un poco más, no me arrepiento, pero me hubiera gustado conocerla mucho antes a tu madre, quizás hubiera cuidado de ella cuando estaba sola -Suspira y sonríe, sabiendo que sí la conoció antes, pero no sabía quién sería ella entonces-. Sin embargo, eso ya no importa, estoy ahora y cuido de ella ahora.

-Sí, lo haces -Sonríe Mateo-. Y es lo mismo que quiero con Aye.

-De seguro lo vas a tener. Se nota que es amor de verdad lo que hay entre ustedes. Sabes que soy medio bruto con eso, pero al pasar tanto tiempo con tu madre y sus amigos me ablandé un poquito -Ambos se ríen, luego Ian se pone serio-. ¿Ustedes dos ya...? -Hace señas con la mano para preguntar algo que no se anima a preguntar con palabras.

Mateo entiende su pregunta y niega con la cabeza mostrando una media sonrisa.

-No -termina diciendo-. No llegamos hasta ahí.

-Oh -exclama el rubio.

Mateo sonríe mostrando los dientes.

-Ella no está lista todavía y no me importa esperarla -le hace saber.

-Eso está bien, no debes presionarla...

-No lo haría. Jamás -sentencia el chico.

-Suena bien. Ya sabes, no quiero que Gaby cometa un homicidio -broma el rubio.

-No hará falta. Recuerda que Aye sabe defenderse muy bien -sigue el juego, sabedor que Gaby es quien le enseña a pelear al igual que Lina y para la satisfacción de todos es muy buena.

Para ser sinceros es muy buena con cualquier cosa que implique destreza física. Es buena peleando, bailando, jugando al vóley. Es muy probable que patearía a cualquiera que se quiera aprovechar de ella.

-Sí, tiene a quien salir -Suspira con exageración-. Recuerdo bien eso. No hay que hacerla enojar.

Ambos ríen al hacer memoria cuando ella entrenaba junto a ellos en el gimnasio y Mateo llegó con sus amigos para verla entrenar y Jonas la desafío a que no podía tocarlo ni una sola vez. Aye al principio no quería hacerlo, sin embargo, Jonas había empezado a tratarla de cobarde e imitaba a una gallina haciendo reír a todos los presentes. Aye se puso roja de la rabia, y eso que siempre fue muy difícil hacerla enojar, solo Mateo tenía ese poder, no obstante, ese día Jonas la hizo perder los estribos. Ambos subieron al cuadrilátero, en menos de cinco segundos, Aye lo había barrido y golpeado tres veces, la primera en el costado, la segunda, en una mano cuando él intento cubrirse y la tercera en sus partes bajas. Desde ese día, el chico nunca más volvió a desafiarla en una pelea. Sí, seguía desafiándola en otras cosas y seguían siendo rivales en muchos juegos y osadías, pero no era tan estúpido como para buscar otra pelea con ella.

Sofi entra apurada a la cocina cortando con las risas de ellos. Estaba pálida, lloraba y temblaba como una hoja. Siendo más veloz que en muchas ocasiones, Ian se levanta y sale corriendo hasta ella, acunándole el rostro con las manos.

-¿Qué pasa, mi amor? -le pregunta mirándola fijo y preocupado. Ella solo solloza y no contesta-. Sofi, por favor habla conmigo. ¿Qué ocurre?

-Mamá, ¿qué está mal? -interviene Mateo al ver así a su madre de corazón.

Hacía mucho tiempo que no la veía llorar, al menos que fuera por alguna película dramática que le gustaba ver.

-Nonna -musita Sofi y vuelve a llorar escondiendo el rostro en el pecho de Ian, este la abraza más fuerte para darle fuerzas y mira a Mateo.

Los dos entendieron bien lo que pasó con la Nonna.

Los siguientes días fueron devastadores para todos ellos y más para Sofi y Mateo cuando pusieron un pie en la casa donde vivía su abuela. Todavía olía como ella, pero también se podía percibir su ausencia. Con la compañía y ayuda de Ian, se instalaron en su casa, arreglaron todo lo del sepelio, papeles y documentos de la empresa. Torrielli se hacía cargo de la empresa, sin embargo, solo era temporal. Regina dejó todo preparado para que la empresa fuera dirigida por Mateo, cuando él tuviera la edad correspondiente, la empresa tendría que manejarla el joven y no había replicas al respecto. Sofi habló muy seria con Mateo, le preguntó sí él quería tomar el mando de la empresa o dejaba que Torrielli se ocupara, ya que era el vicepresidente y mano derecha, primero de su padre y luego de Regina. Sofi le dejó claro que no tenía ninguna responsabilidad con la empresa que, si quería no manejarla, no había ningún problema. Al fin y acabo, ella tampoco quiso nunca hacerse cargo de ese lugar. No obstante, Mateo estaba en una lucha interna, no quería dejar Buenos Aires, ahí estaban sus amigos, su familia. Ahí estaba Aye, la mujer que ama. Pero tampoco quería defraudar a su abuela, sabe que lo más responsable sería tomar el mando de ese imperio. Era lo que su abuela esperaba de él, siempre le había hecho entender que ese lugar un día sería suyo y que ella iba a estar orgullosa de él. Era una decisión de mierda la que debía tomar.

Por un lado, seguir con su vida, junto a su familia y a Aye y, por el otro lado, dejar todo lo que conoce para convertirse de una sola estocada en un hombre y hacer lo que es lo más conveniente de hacer, lo más sensato. No podía dejar que la empresa se perdiera, era de los padres de Sofi, era una empresa familiar, el lugar que hacía fuerte el apellido de ella, era lo único que quedaba de la familia Stagnaro. Sin embargo, tampoco quería dejar a Aye, había prometido cuidarla siempre, protegerla de todo. Era la mujer con la cual quería pasar el resto de su vida, tener una casa, hijos, perros; era la mujer con la que quería tener una familia. Era ella "La mujer" no podía dejarla. Tal vez podría pedirle que se viniera con él. Que esté a su lado, mientras él retoma su responsabilidad...

No, no podía hacer eso. Sabe bien cuales son los sueños de Aye, y no son dejar todo para estar a su lado y ser una mujer florero. No. Ella es una artista, quería dibujar, bailar, ella tenía una meta, un sueño que alcanzar y no podía quitarle eso. No podía ser tan egoísta. Él la ama y por eso debía dejarla ir. Hacerse cargo de su responsabilidad y pedirle a Aye que siga su sueño y cuando lo haya alcanzado reencontrarse. Iba a mantener una relación con ella a distancia. Estaban las vacaciones, fiestas y cumpleaños, en los que se podían ver. Mientras tanto podía mantenerse a distancia.

Sí. Lo que pensaba era egoísta también, pero no cuenta con el valor para dejarla ir de manera definitiva, no quiere que se enamore de otro. No quiere perder.

«Soy un egoísta. Lo siento», piensa apretando los puños a sus lados con tanta fuerza que sus nudillos están blancos.

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Recién lanzado: Capítulo 5 Milán   Hoy09:54
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1 Capítulo 1 Prefacio
Hoy, a las 02:43
2 Capítulo 2 La primera vez
Hoy, a las 03:12
3 Capítulo 3 Julliard
Hoy, a las 03:37
5 Capítulo 5 Milán
Hoy, a las 03:55
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