/0/17114/coverbig.jpg?v=0cce5d071e8f0b5cdb92f50146dc1659)
Mi sentencia de muerte se cernía sobre mí, solo unos pocos meses de vida. Lo último que esperaba era ver su rostro de nuevo en la portada de una revista de sociedad: Mateo Vargas, mi antiguo amor, el hombre que me destruyó, regresando a Bogotá para su boda. El contraste entre mi fatal diagnóstico y su celebración de vida era brutal, insoportable. Desesperada por un último adiós, confronté a Mateo y, no sin remordimientos, usé un oscuro secreto familiar como chantaje: un video de los negocios sucios de su padre. Lo obligué a pasar sus últimos dos meses antes de la boda conmigo, anhelando que el amor que creí que existió entre nosotros resurgiera. Pero lo que obtuve fue un infierno. Su abuela, en su lecho de muerte, le arrancó una promesa cruel: nunca estar con una "Rojas". Isabella, su prometida, tejió una red de engaños, me acusó de envenenamiento y contrató matones que me golpearon brutalmente. Y Mateo, el hombre que una vez me juró amor, filtró una foto íntima nuestra, exponiéndome a la humillación pública. Cada día, mi cuerpo y mi espíritu se desmoronaban. ¿Cómo podía su corazón ser tan frío, tan lleno de desprecio, para alguien a quien prometió amar más que a nada? Moribunda y traicionada, fui apuñalada por aquel a quien una vez tendí la mano. Mi último aliento fue una llamada a su teléfono, mientras la marcha nupcial empezaba de fondo. Morí sola, con su indiferencia, sin que él supiera la verdad de mi enfermedad. Pero la muerte no fue mi final. Años después, sin una pizca de memoria de mi vida anterior, renací como Ana, inexplicablemente atraída de nuevo a su órbita. Hasta que un disparo, el de la pistola de su padre apuntando a Mateo, y la mención de mi antiguo nombre, hicieron que los horribles recuerdos regresaran en una ola de dolor. Ahora, ¿podrá el amor superar la traición y la tragedia, o el pasado nos condenará de nuevo?