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Durante siete años, fui los ojos de Máximo, su guía y su refugio en la oscuridad, dedicando mi vida entera a cuidarlo desde que quedó ciego a los 17. Lo ayudé a recuperar la vista, creyendo que el futuro que construíamos sería nuestro. Pero todo mi mundo se hizo pedazos en el Range Rover, cuando Máximo, confiado en que yo no lo entendería, contestó una llamada de su amigo Ívan en portugués. "¿De verdad te has casado con Sasha Bennet? ¡Lina te ha dado su vida entera, imbécil!", estalló Ívan. Máximo, con una frialdad que me heló la sangre, respondió: "Nadie tiene por qué saberlo. Conseguiré un certificado de matrimonio falso para Lina". Me trató como un obstáculo a solucionar con una mentira, mientras yo, la que había renunciado a todo por él, yacía en el suelo sangrada y sola después de que me apartara para proteger a Sasha. ¿Cómo pude amar a un hombre que me usó, me humilló y me descartó tan cruelmente? ¿Cómo pude ser tan ciega como él? Acepté la oferta de su madre: 200.000 euros para desaparecer para siempre. Partí hacia Mendoza, Argentina, dispuesta a enterrar mi pasado y reconstruir mi vida, lejos de las mentiras y el dolor. Pero la obsesión de Máximo por encontrarme acababa de nacer.