/0/17606/coverbig.jpg?v=5620a541de982c3285c3a7a07717a48f)
Estaba locamente enamorada de Máximo Castillo, el hijo del presidente. Era la noche de nuestra fiesta de compromiso, el inicio de lo que creí sería mi cuento de hadas. Pero en el salón privado de la mansión de los Castillo, mi foto era el centro de su juego macabro: Máximo lanzó un dardo, clavándolo en mi frente, anunciando que se casaría conmigo esa misma noche. Creí en sus palabras, en su mirada... hasta que, frente a toda la élite del país, brindó por "la verdadera novia de la noche": mi prima, Sasha Salazar, a su lado. Me humilló públicamente, diciendo que yo sería la asistente personal de su futura esposa. Luego, los amigos de Máximo y Sasha me arrastraron a un viejo silo de café, oscuro y maloliente, donde grité hasta que mi garganta sangró, hasta que mis nudillos se rompieron. Morí allí, sola y abandonada. ¿Cómo pudieron ser tan crueles? ¿Por qué mi amor, mi inocencia, se convirtieron en un arma para destruirme? ¿Por qué nadie me ayudó? Cuando abrí los ojos, la misma música sonaba. Estaba de vuelta en el salón privado de los Castillo, Máximo sostenía el dardo. Renací. Y esta vez, el juego no sería el mismo.