Resulté herida al intentar detenerlo y desperté siendo su prisionera. El hombre que amaba me dijo que toda nuestra relación no había sido más que "negocios".
Me abandonó con su nueva socia, una mujer llamada Isabela, quien me dejó claro que yo no era más que un cabo suelto. Cortó todo contacto, borrándome por completo, dejándome sola como la hija manchada de un narcotraficante muerto al que llamaban 'El Escorpión'.
Toda mi vida era una mentira. Mi madre había sido una espía para la familia enemiga con la que se casó. Mi padre era un monstruo. Y Dante, mi prometido -mi propio primo-, había usado meticulosamente mi amor para destruir todo lo que yo había conocido.
Así que dejé que Alessa Gallardo muriera. Desaparecí y me convertí en Alma, un fantasma en el bajo mundo del cártel, decidida a terminar la misión que mi madre empezó. Años después, él entró en mi cantina, un hombre con una misión. No reconoció a la mujer endurecida en la que me había convertido, y esta vez, era él quien caminaba hacia mi trampa.
Capítulo 1
POV Alessa:
El hombre con el que estaba a punto de casarme iba a matar a mi padre. Solo que yo todavía no lo sabía.
Mi mano estaba en el hueco del brazo de mi padre, la seda de su traje suave contra mi piel. El sol de Hermosillo calentaba mis hombros desnudos, y el aroma de mil rosas blancas flotaba pesado en el aire.
Este era el momento con el que sueña toda chica como yo, una hija querida y protegida de un hombre poderoso.
Mi padre, el Senador Daniel Gallardo, me sonreía radiante. Su rostro público de político amado se desvanecía para revelar al padre orgulloso que yo adoraba. Él era mi roca, mi héroe.
Y al final del pasillo, esperándome, estaba Dante.
Dante "El Fantasma" De la Vega.
Su solo nombre era un mito, una historia susurrada en las sombras de nuestro mundo. Era el Don más joven que la Familia De la Vega había visto jamás, un hombre que se había abierto paso hasta la cima a través de sombras y susurros.
Decían que consolidó su poder con una brutalidad que era legendaria incluso en nuestro mundo.
Su acuerdo para este matrimonio, esta tregua con el rival más antiguo de su familia, era visto como un milagro.
Para mí, era solo amor. Un amor desesperado y absorbente por el príncipe oscuro que me había mirado a mí -no a la hija del Senador, sino a mí- y no había apartado la vista.
Mi padre puso mi mano en la de Dante.
Sus dedos estaban helados. Una extraña sacudida, un destello de que algo andaba mal en este día perfecto.
Lo miré, mi corazón un tambor frenético contra mis costillas, lista para perderme en sus ojos oscuros. Pero él no me estaba mirando a mí.
Su mirada estaba fija en mi padre. Una mirada de depredador.
No sacó un anillo.
Se inclinó, sus labios rozando mi oreja, pero las palabras no eran para mí. Eran una sentencia de muerte, susurradas en el aire perfumado.
-La tregua ha terminado, Don Gallardo.
La sonrisa de mi padre se congeló.
La voz de Dante se alzó, ya no un susurro sino una declaración.
-Estoy aquí -anunció, su voz resonando en el silencio atónito-, para reclamar lo que se me debe. Una Vendetta por el asesinato de mi tía, Marta De la Vega.
Marta. El nombre fue un golpe en el estómago. El nombre de mi madre. Pero él la había llamado su tía. Mi mente se tambaleó, tratando de conectar dos verdades que no podían coexistir. La historia oficial era un accidente de coche hacía años. Una tragedia.
-Y por el veneno que distribuyes -continuó Dante, su voz resonando con furia fría-. La 'Espina Escarlata' que rompe todos los códigos de las Familias.
Miró a mi padre, una sonrisa cruel torciendo sus labios perfectos.
-¿No es así... Escorpión?
El mundo se inclinó. Se me cortó la respiración. Susurré su nombre, una pregunta, una súplica.
-¿Dante?
El caos estalló.
Un disparo rompió el aire sereno de la tarde. Hombres con trajes oscuros, Soldados De la Vega, irrumpieron en el pasillo blanco e inmaculado.
Los invitados gritaron, lanzándose al suelo para cubrirse.
Un hombre leal a mi padre levantó una pistola, apuntando a Dante. Sin pensar, me arrojé sobre mi prometido, mi príncipe oscuro.
Un calor abrasador me desgarró el hombro.
Mi padre metió la mano en su saco. Buscaba el arma oculta que siempre llevaba.
Un segundo disparo. Más fuerte. Más cerca.
El arma de Dante humeaba.
Mi padre -Don Daniel Gallardo, el Escorpión, mi todo- se derrumbó sobre el pasillo blanco e inmaculado. Una flor carmesí floreció en el frente blanco de su camisa.
Muerto.
La mano de Dante se cerró sobre mi brazo, su agarre como el hierro. Ya no era mi amante. Era mi captor.
-Llévensela -le ladró a sus hombres.
Las lágrimas corrían por mi rostro, calientes e inútiles. Le grité, mi voz rota por un dolor tan profundo que sentí como si me estuvieran arrancando el alma del cuerpo.
-¿Algo de esto fue real? ¿Algo?
Finalmente me miró entonces. Y los ojos en los que me había perdido durante meses, los ojos con los que había soñado, no eran más que un vacío frío y desolado.
-Era negocio.