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Besos Fríos.

Besos Fríos.

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Sus labios impactan con los míos, solo tengo dos opciones, el primero es ser de él o morir, no sé realmente a lo que me estoy atendiendo en este momento, escucho sus dedos chasquear en la oscuridad. Su voz grave y penetrante logra erizar cada bello de mi cuerpo por completo. —Te estaba esperando, mi hermoso Ángel —Dice en la oscuridad. Yo no soy de nadie y mucho menos de él. Sebastián D' Amelio es un hombre sin emociones y sin piedad debido a su dura infancia, desarrollando Alexitimia, la condición de vivir sin sentir emociones. Su esposa está muriendo en el hospital, nunca pudo amarla, pero era la única persona que nunca le fallaría. Mel Gardner es una chica de 18 años, hermosa y dulce, dispuesta a dar la vida por su hermana gemela Rosa que está muy enferma necesita un trasplante de corazón. Sebastián hace una propuesta al padre de Mel. Un contrato y un matrimonio en juego. Esta novela es producto de mi imaginación. Los lugares que se mencionan puede que no concuerden, pues todo es inventado. Historia registrada bajo derechos de autor.

Capítulo 1 Propuesta.

Sebastián D' Amelio.

┗─━─━∞◆∞━─━─┛

No soy conocido por tener un corazón noble como muchos, puedo decir que fue por la crianza de mi padre. Su mano dura y sin piedad me ha llevado a convertirme en lo que soy ahora. Aunque también ha tenido su lado positivo, hace dos años me diagnosticaron alexitimia, la rara condición de vivir sin emociones.

Podría ver esto como algo malo, pero no lo es, todo lo contrario, ser así me ha llevado a castigar sin piedad a los que me traicionan.

Algunos nacen siendo alexitimicos, otros lo desarrollan por traumas de la infancia como lo es en mi caso. Un trastorno afectivo-cognitivo relacionado con una dificultad particular para vivir, identificar y comunicar emociones "ausencia de palabras para las emociones".

No recuerdo la última vez que reí, tampoco la última vez que alguien me dio un abrazo sincero y puro. Mi esposa está muriendo y no siento nada, absolutamente nada.

Hace unos días tuvo un accidente y está muy grave en el hospital, su madre dice que pronto estará bien, pero yo digo que ya murió. Lo único que no podría negar es que era mi mano derecha, la única en la que podía confiar y nunca me traicionaría, acepto casarse conmigo sabiendo mi situación.

Más pensamientos llegan a mi mente mientras observo los edificios por los grandes ventanales de mi oficina.

Alguien toca y le doy la autorización para pasar.

—Jefe, tenemos al ladrón, ¿qué quiere que hagamos con él?

—No dejen escapar a esa rata, quiero que lo lleven a mi casa a las ocho de la noche, me gusta encargarme yo mismo de los perros mal agradecidos.

—Como usted diga, jefe.

Salgo de mi oficina y bajo por el ascensor hasta llegar al estacionamiento. Subo a mi auto y conduzco hasta mi mansión. Las enormes puertas se abren automáticamente, entro y veo a mi mayordomo esperando mis órdenes.

—Buenas noches, señor.

—Rafael, quiero que esta noche me dejes solo, pero antes quiero una copa de vino, después quiero que te vayas y regreses mañana temprano.

—Como usted diga, señor.

Me siento en el sofá color carmesí de mi sala. Rafael me sirve mi copa de vino.

—Señor, ¿necesita algo más antes de irme?

—Puedes irte, Rafael, te espero mañana temprano.

Rafael se retira dejándome solo.

Tomo mi computador para trabajar mientras espero a esa rata que intento robarme. Recibo una llamada de mis empleados para decirme que están afuera.

—Dejen que esa rata entre sola, y adviértanle que si intenta escapar es hombre muerto.

—Sí, señor, como usted nos ordene.

Agarro el control para abrir y espero que no intente escapar, porque sería algo muy estúpido, aquí no hay salida.

Ese maldito entra, está temblando.

—Buenas noches. Señor... yo... No... —. Tartamudea.

—Solo tiene tres minutos para explicar, debería de darme las gracias, a nadie le doy segundas oportunidades.

—Señor, le pido disculpas, solo fue una confusión, yo solicité un préstamo a la empresa, y me dieron el dinero antes de tiempo y eso fue un mal manejo, yo no tengo la culpa.

—Es inmaduro y estúpido culpar a otros de nuestros errores, licenciado Gardner. Le queda un minuto y 52 segundos.

—Tome el dinero por mi hija, ella necesita un trasplante de corazón se va a morir y por eso tome el dinero de esa manera, pero en ningún momento intente robarle.

El hombre busca algo, y después me muestra dos fotografías.

—Mire, señor, estas son... —. Lo calló inmediatamente.

Veo las fotos por un momento.

Sonrisa natural, hermosa, cabello castaño muy largo y ojos color miel. En la segunda fotografía se ve diferente, demacrada y más delgada.

Ella podría ocupar el lugar de mi esposa, necesito una mano derecha y yo puedo domesticarla y hacerla solo para mí.

—¿Qué edad tiene su hija?

—Tiene 18 años, hace tan solo mes que los cumplió.

—Tengo un trato que proponerle, tengo el donante perfecto para su hija, pero a cambio ella tiene que ser mi esposa.

—¡Usted tiene 28 años, ella es una niña!

—Es mayor de edad y además, creo que yo puedo educarla muy bien y usted no tendrá que trabajar, pues le daré el triple de lo que usted ganaba en mi empresa, además pagaré todos los estudios de mi futura esposa, ¿tenemos un trato?

—No puedo vender a mi hija.

—No lo hace, le dará una vida que usted nunca podrá darle, además la persona que donará el corazón será mi esposa que está muriendo en este momento.

—No sé que decir, es mi pequeña.

—Le daré 24 horas para que me dé una respuesta, son las 8:35 pm, lo espero mañana a la misma hora con una respuesta. No quiero que su hija muera de tristeza porque su padre fue a la cárcel por ladrón.

Él se va y observo un poco más la fotografía, su piel pálida y esos ojos me hacen... Solo es una chica y nada más, solo me servirá para ocupar el lugar de María.

Recibido una llamada del hospital.

—Sebastián, la señora María se puso más grave y solo pide verlo.

Marcos estudio en la misma universidad que yo, se podría decir que somos como hermanos, él conoce mi situación.

—Estaré ahí en un momento.

Cuelgo y me dirijo al hospital.

Al llegar el doctor me recibe y me acompaña a la habitación.

Entro y María me sonríe. Me acerco y tomo su mano.

—Mi amor, no aguantaré más, pero no quiero irme y dejarte solo.

Esta sería una escena devastadora para cualquier persona con emociones, para mí solo es una escena sin nada más.

—María, tengo algo que hablar contigo, una chica está muriendo y necesita urgente un trasplante de corazón.

—¿Quién es?

—La hija de un empleado, mira es ella.

Le enseño la fotografía que llevo conmigo.

—Es preciosa y muy joven —me dice.

Las lágrimas resbalan por sus mejillas.

—Sí, lo es, María, por eso quiero que le dones tu corazón.

—Está bien, lo haré —me dice sin pensarlo.

Sé que ese hombre me dará a su hija, pues no tiene ninguna otra opción y si no lo hace le espera un calvario.

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