-¡Mamá!, ¡mamá!, ¡despierta!, ¡despierta!-decían los dos hermanos, mientras la movían para que despertara.
-¡Vamos mamá!, ¡despierta!- volvían a decir ya preocupados, pero sin que la emoción disminuyese, porque su madre tardaba en despertar.
Ella se despierta, les dice mostrándose asustada por ese despertar tan brusco -¿Qué pasa hijos?, ¿Por qué tanto alboroto?
-Mamita hoy es nuestro cumple- dijo emocionada Fiorella.
-¿De qué estás hablando? -Preguntó su madre en broma pendiente de las expresiones de sus hijos.
-Mamá no juegues, eso no se vale- dijo Fiorella haciendo un puchero.
-Mamita linda hoy es nuestro cumpleaños, ¿ya te olvidaste del que dices es el día más especial de tu vida?- dijo triste Fabrizio.
-¡Mis queridos y amados niños, feliz cumpleaños! Lo de antes era una broma ¿Cómo nos olvidaríamos de esta fecha?, eso es imposible que suceda- dijo ella abrazándolos, dándole besos a cada uno, manifestando en ese gesto el amor que les tiene.
Su padre en ese momento sale del baño de la habitación, ya vestido para comenzar su día, llenando el ambiente con su exquisito perfume, mientras caminaba hasta la cama donde se encontraban sus hijos junto con su esposa, les dice a sus hijos mientras los abraza, les da besos y los alza en brazos a ambos a la vez:
-Buenos días mis niños. ¡Feliz cumpleaños!- dice, baja a sus hijos, se acerca a su esposa y la besa en los labios- Buenos días mi amor.-
-Buenos días cariño.-le responde la mujer mientras los niños saltan en la cama.
-Niños vamos al despacho que allí están sus regalos, mientras dejamos a mamá tranquila para que se cambie.-
Su esposa le giña un ojo y le dice solo moviendo los labios: gracias.
De allí en adelante el día transcurre tranquilo, disfrutando el día en familia.
Hasta que son las 6 de la tarde, y la familia se encuentra en la cocina preparándose la cena, tocan el timbre de la puerta. Es la señora que trabaja para ellos quien va a abrir para ver de quién se trata, cuando de repente se escucha un grito de ella desde la entrada y la puerta siendo azotada contra la pared de la fuerza con la que la abren completamente y se escuchan pasos.
El papá sale corriendo a buscar en un cajón oculto en la alacena las armas que tiene para cuando sucediera algo como esto, porque nunca se sabía, y siendo hijo él del cabecilla de la mafia Italia con más razón debía estar preparado.
Mientras tanto, la mamá de los niños asustada y agachada con sus hijos bajo la isla de la cocina, pulsa un botón que es para avisar a los guardias y soltar los perros entrenados que tenían, les dice:
-Hijos ya saben lo que tienen que hacer, estamos siendo atacados- les avisa su madre susurrando para evitar ser escuchada.
-Si mamá ya sabemos, pero ¿tu y papá que harán?- le dijo un Fabrizio asustado, mirando a su madre, mientras su hermana estaba abrazada a ella.
Su padre llegó a ellos, los abrazo rápidamente y les dijo: -¡Corran, corran¡-
Ellos corrieron, sus padres les habían enseñado que debían correr hasta la habitación del pánico que tenían bien camuflada detrás de la estantería del despacho. Una habitación preparada con todo para la supervivencia, cámaras que mostraban cada área de la casa, luz proveniente de otra toma que no era la de la casa para evitar ser dejados sin luz por algún corte, computadoras, etc.
Ambos niños corrían tratando de llegar sanos y salvos, mientras escuchaban disparos, gritos, explosiones; ellos también comenzaron a oír que corrían detrás de ellos, la persona trato de llagar a la niña tirándose sobre ella que corría detrás de su hermano.
El hombre logro sujetar a Fiorella de su pierna, la tiro al suelo y la arrastró hacia él; mientras ella con su pie libre trataba de librarse de su agarre dándole patadas certeras pero que siendo ella pequeña no le hacían mucho daño y no la lograban soltar de donde la sujetaba.
-jajajajaja ya deja de luchar niña, ya no tienes escapatoria-le gritaba enfadado el hombre mientras la sujetaba de las manos y con sus rodillas pisaba sus piernas para así inmovilizarla atándole sus manos y posteriormente sus pies. Luego se la llevaba a la sala, donde se encontraban sus padres y una mujer, que la niña no había visto nunca, rodeada de hombres, ella era la que daba las órdenes. Sus padres se encontraban lastimados, sentados en sillas con sus pies y manos amarradas. Su aspecto no estaba bien se veía que ellos habían luchado por defenderse del ataque, se encontraban heridos y lastimados, su madre se veía dormida. Veía también los perros que tenían enseñados para defenderlos junto a los guardias de seguridad tirados en el suelo con sangre a su alrededor sin moverse, por lo que ella supuso estaban muertos.
Fiorella al ver todo esto se asustó más de la que ya estaba, temió por la vida de todos ellos y dentro de ella se preguntaba porque estaba pasando esto.
-Mira lo que le has hecho a ellos Salvatore. Todo por no hacerme caso- le decía calmada la mujer a su padre-Te dije que las cosas no se quedarían tranquilas y que tus decisiones tendrían consecuencias.
-¡Sara esto que estás haciendo no está bien!- gritaba desesperado e impotente su padre a la mujer -Ellos no tienen nada que ver en mis decisiones, me tienes a mi, haz conmigo lo que quieras.
-jajajajaja Salvatore, Salvatore sabes que las cosas no son así- dijo la mujer muy tranquila viendo a su padre con la cara inclinada a su lado derecho y con una ceja alzada.
-¡Noooo, nooooo, déjalos!- gritaba su padre.
-Ustedes encárguense de limpiar todo y tu llévate a la niña y ya sabes lo que hay que hacer -Ordenaba la mujer y los hombres inmediatamente obedecieron.
A Fiorella el hombre la saco de la casa, la puso en la parte trasera de un coche amordazada para evitar que gritara. Ella escucho varias detonaciones; lloro por sus padres, por su hermano y por ella en silencio.
El hombre subió al auto, lo encendió y condujo por bastante tiempo, hasta llegar a un muelle, donde se estacionó, se bajo, la saco a ella para colocarla sobre sus hombros para llevarla a cuestas como un saco de papas, la llevo a una lancha de proa abierta, la dejo tirada en el suelo y el se fue a ponerla en marcha para conducir la embarcación. Transcurrió mucho tiempo y el hombre apagó el motor se acercó a ella le quitó la mordaza de su boca, sus amarras de manos y pies, le puso un salvavidas que comprobó que estuviese bien atado, le pasó un salvavidas por el cuello que llevo hasta su cintura por arriba del chaleco y ella le dijo:
-¡Señor por favor no me mate!- le decía Fiorella llorando al hombre.
-Yo no mató niños, lo mejor que puedo hacer por ti es dejarte aquí y si tienes que vivir, vivirás. Adiós- dijo el hombre y la tiro al agua.
-¡Ayúdeme! ¡Ayuda por favor! ¡No me deje!-gritaba Fiorella pero el hombre la ignoró, se fue dejándola sola en esa oscuridad mientras ella escuchaba como se alejaba la pequeña embarcación y lloró por mucho tiempo hasta que quedó dormida.