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En mi huida, encontré mi refugio

En mi huida, encontré mi refugio

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Catalina está casada con un celoso y manipulador Gabriel.Su felicidad apenas le duró cinco años.Luego comenzó su infierno personal, se sumergió entre alcohol y marihuana,así se mantuvo adormecida sin sentir dolor por un tiempo.Se dejó abusar; no solo en la parte psicológica,también en lo físico.Buscando su paz, se encontró con una vieja amiga que le hizo ver lo equivocada que estaba al tratar de mantener un matrimonio que la estaba matando lenta y dolorosamente.Cuando por fin se libera de aquella unión tóxica y nefasta. Comenzó a recibir amenaza de muerte por teléfono de parte de Gabriel.Su vida se volvió aterradora, paranoica. Inconscientemente y contra de su voluntad; observa a todos lados en busca del arrogante de su esposo; su mayor temor es enfrentarlo. Comienza su enrevesado camino.Cerrándose al amor y a la felicidad.Hasta que aparece Julián, angel o demonio. Pronto lo sabrá.

Capítulo 1 Entre el amor y el odio,la ilusión y la desilución;me volví a enamorar.

Al caminar hacia su trabajo, Catalina lleva puesto los audífonos dónde va escuchando la lista de sus canciones favoritas. Al doblar en la esquina de la calle con la principal avenida se encuentra frente a frente con Gabriel, su esposo; Aún no se ha divorciado de él, no ha tenido la valentía de pedir el divorcio. Su cuerpo le tiembla, sus piernas y pies le pesan, sin poder dar un paso se queda paralizada, sudando de miedo al estar enfrente del hombre que constantemente le amenaza con matarla.

Cómo de costumbre comienzan los insultos, las amenazas y los reclamos, la hace culpable del fracaso de su matrimonio, sin poder emitir palabra, respira entrecortado, en silencio se aconseja que tenga calma, que nada sucederá, que él no se atreverá a dañarla frente al escaso público que se desplaza en esos momentos, tanto de a pie como en vehículo.

—Al fin te encuentro, te ves más delgada, al parecer no te dan descanso, dime ¿cómo te lo hace, mejor que yo?

—Lo siento, debo continuar—dijo al fin cuando pudo sacar voz, se escuchó a si misma temblorosa, trató de mantener su voz con enojo, así él no notaría el pavor que le provoca.

—Imagino que vas a ver a tú amante, ¿o atiendes a domicilio ahora?yo te pago,¿cuánto me cobras?

—Por favor, quítate—dijo tragando saliva junto con su miedo.

—Como quieras, espera, te debo un deseo, ojalá te mueras sola—dijo Gabriel y en su voz había odio y despecho.

Continuó Catalina su camino, tragándose cada lágrima junto con el dolor.

Sin entender que había hecho para que la tratara de esa forma.Como se podía amar y al mismo tiempo destruir.

Caminó lo más rápido que pudo, tomó el autobús que la lleva hasta su trabajo de recepcionista de un hotel en el corazón de Etruria.

Al llegar le espera su compañero de trabajo y amigo Sebastián.

—Hola, guapa¿por qué traes los ojos rojos?¿estuviste llorando o no has dormido durante la noche?

—Me acabo de encontrar a Gabriel.

Al abrazar Sebastián a Catalina, notó que estaba temblando, la apretó con más fuerza contra su pecho al tiempo que le daba un largo beso en la cabeza.

—Tranquila, todo estará bien, ya pasó, no te encontrará aquí, y si lo hace yo te defenderé.

Sebastián sabía solo una parte de todo lo vivido por Catalina.

El no sabía las muchas veces que la forzó a tener sexo o las veces que la empujó con ira, o las veces que la tiró puerta afuera al enviarla con un amante inexistente.

Con el abrazo de Sebastián sus ojos derramaron lágrimas como si se le hubiesen abiertos dos llaves de agua en ellos.

—Siempre estaré para ti, ahora a secarse las lágrimas que el trabajo espera.

—Te quiero—le dijo Catalina, se puso en puntillas para darle un beso en la cara a Sebastián.

El solo sonrió dejando ver su hermosa sonrisa, mostrando sus perfectos dientes blanco, dejando ver su hoyuelo que se le hace en la mejilla derecha al sonreír. Catalina le dice que parece galán de telenovela con su estatura de 1,80 centímetros, sus ojos verdes, su cabello de color castaño claro y su tez siempre dorada por el sol de aquel lugar.

Continuó su turno sin contratiempo, había cambiado el número de su teléfono para evitar las constantes amenazas de muerte de parte de Gabriel. Se había cambiado de departamento cuando la amenazó que iría a incendiar aquel lugar.

Con cada amenaza llamó a la policía, pero la respuesta que obtuvo de ellos fue"si no la ha lastimado quitándole un brazo, o dejándola a punto de morir, no podemos ayudarle señora".

Se sentía sola, lejos de sus padres,lejos de sus hermanos, sin poder recurrir por protección ni siquiera a la policía.

Su llanto lo ahoga en las largas duchas que se da por las noches antes de dormir.

—Buenos días, usted habla al hotel Del Sur de la ciudad de Etruria, quien habla es Catalina.

—Buenos días señorita, le habla Julián, hice una reserva y quería confirmarla.

—Espere un momento señor. Su reserva está hecha para mañana y es la habitación 401 cuarto piso.

—Muy amable señorita, hasta pronto.

Al finalizar su turno a las 17 horas. Al salir a la calle mira hacia todos lados en busca de su esposo, aquel acto lo hace de forma automática. Vive a sobre salto.Las únicas partes en las que se siente segura es en el autobús, ahí nunca lo encontrará, para él viajar en autobús es para perdedores y mediocres.

Al llegar a casa como siempre se da una ducha se pone ropa cómoda, acaricia a su gato Odín y se prepara un jugo de naranja.

Su mayor temor radica en su estatura, con apenas un metro sesenta ,¿cómo podría defenderse de Gabriel, si el con su metro setenta y ocho y su cuerpo musculoso la habían obligado hacer cosas que no quería hacer?temblaba y lloraba al recordar aquel enorme cuerpo sobre el de ella tan pequeño y diminuto comparado con el de Gabriel.Por lo único que agradecía era que no habían hijos, no porque ella no hubiera querido, a él no le gustaban los niños.

Todos los planes que hicieron juntos antes de casarse, Gabriel con apenas un manotazo los destruyó.

Aún recuerda aquellas noches de soledad durmiendo junto a Gabriel, escuchando mientras ronca sin preocupación o sin inmutarse por lo que había hecho.

Su mejor amiga le dió la espalda al comentarle de los abusos de Gabriel.

Cómo iba a creer que aquel hombre tan amable y atractivo iba a ser capaz de cometer tal atrocidad.

Sus conocidas solo la llamaban para saber cómo estaba su esposo, si seguía tan guapo como de costumbre. O si había vuelto con él o si había conocido a alguien con el cual salir.Aquella última pregunta es una forma de eufemismo de preguntar si te ves desnuda con alguien.

Así se fue sintiendo cada vez más sola y se aisló por sanidad mental.

Su soledad siempre la acompañó, ya sea que estuviera casada o no.

Odín llegó para alegrarle con sus ronroneos.

Al salir de la ducha miró la hora en su reloj de pulsera que tenía en el velador, camino hacia el ropero y extrajo unos jeans clásico de color negro, blusa roja de seda, zapatos de tacón color café y extrajo al mismo tiempo una casaca de cuero del color de los zapatos.

Se vistió rápidamente y salió aprisa hacia la parada del autobús, miró hacia todos lados como de costumbre.

—Buenos días a todos—dijo al llegar al puesto de trabajo

—Hola cariño—saludó Sebastián brindándole una sonrisa—espero que hayas descansado, hoy tenemos una comitiva de pasajeros de las empresas de seguridad más grande del país—aseguró Sebastián a Catalina.

—Entonces, manos a la obra—dijo con entusiasmo Catalina.

—Me alegra ver qué amaneciste con buen ánimo.

—Debo superar mis miedos, mi pasado y todo lo malo.

Al terminar de hablar hace su entrada un señor bien vestido, con traje echo a la medida, cabello color castaño claro, tez blanca y enormes ojos de color celeste, lo primero que llegó a ella, fue el exquisito aroma a buen perfume del atractivo hombre.

—Buenos días señorita, soy Julián—dijo con voz de locutor de radio f.m.

—Buenos días señor, yo le atendí ayer, tenga —dijo entregando la llave de la habitación—le ayudarán de inmediato con su equipaje.

—Muy amable, gracias—luego se retiró, mientras se dirige al ascensor se va desabrochando su chaqueta.

Luego empiezan a llegar los demás pasajeros del hotel.Cada uno va retirando sus llaves y comienzan a subir a sus habitaciones.

Al finalizar su turno camina a la salida junto a Sebastián hacia la playa.

De pronto recuerda las amenazas de Gabriel.

—¿Podemos dejar el paseo para otro día?

—¿Que pasa?.Si aparece Gabriel, yo te defiendo—dijo inocentemente Sebastián.

—Lo sé, es solo que tengo que hacer otras cosas.

—Como quieras—dijo con desilusión Seba; como ella le llama con cariño—Te acompaño a tu departamento—sentenció.

—No te preocupes, debo pasar por la casa de una amiga a buscar algo que me tiene guardado.

—Esta bien, nos vemos mañana—luego le dió un beso en la frente.

Caminó Catalina a la parada del autobús con dirección a su departamento.

¿Cómo le diría a Seba el riesgo que corre al estar cerca de ella?. Recordó la amenaza de Gabriel"Si te llego a ver con alguien, él y tú me las pagan, crees que me importa ir a prisión por una puta como tú, habría una menos en la tierra ".

Lágrimas rodaron por su cara mientras mira hacia afuera, ve como van pasando los enormes edificios, ve a parejas de las manos que caminan por la acera.

No sería responsable por lo que pudiera hacer Gabriel a Seba, solo por obviar las amenazas.

Además Seba es un buen hombre, su madre depende de él, solo se tienen el uno al otro, y ella no quería cargar con culpa alguna si podía evitarla.

A veces siente ganas de gritar al mundo que no se enamoren, que aquel estado solo les traerá dolor y soledad.

Recordó las veces que lloró de camino al departamento

que compartía con Gabriel, mientras caminaba a las diez de la noche, sin importar lo que le pudiera suceder.

Caminaba tan lento, rogando a Dios que aquel camino fuera eterno, pidiéndole que se la llevará porque una cobarde no merecía vivir rodeada de tan bello lugar.

Al llegar era el mismo shows de siempre, con quién estuviste o a qué motel te fuiste a desnudar.

Sabía que al llegar estaría obligada a tener sexo, solo porque el así lo quería, o ser despertada a las tres de la madrugada; solo por qué tuvo un sueño dónde la veía con otro hombre, para luego exigir el nombre de su amante.

Con el pasar de los días se fue sintiendo tan sola, se ahogaba y adormece entre licor y marihuana.Así el sexo no lo recordaba, dormía toda la noche, ya no lloraba en silencio, total se estaba matando lentamente, se la pasaba mareada

por el alcohol y con sus sentimientos planos con la hierba alucinógena.

No era la mejor forma de vivir, pero así se mantenía sobreviviendo.

Recordó su matrimonio, cuando el dijo amarla y protegerla¿Cómo es que destruyes lo que se supone que amas?.

Al separarse sus amigos le dejaron de hablar, su familia la culpó¿cómo fue a separarse de ese buen hombre?. A su dolor le agregaron la culpa.

Sus amigas buscaron a Gabriel para darle consuelo.

Se quedó sin nada, comenzar de cero no es fácil, se cambió de trabajo, de barrio, a uno más modesto.

Para Catalina la vida no le ha sido fácil.

Se fue conformando sola, que todo pasaría, que un día aquella pesadilla acabaría y que Gabriel sería de nuevo el hombre del que se enamoró y casó.

Al llegar a casa acarició como de costumbre a Odín, se tiró sobre su cama y recordó el exquisito aroma del perfume de Julián, pero solo recordó su aroma. Ella se había cerrado al amor a sus treinta y dos años, se negó a cualquier motivo de felicidad, viviría con el miedo por siempre.

¿Cómo podría confiar de nuevo en alguien sin correr el riesgo de ser destruida nuevamente?

Recordó la primera vez que Gabriel la acusó de algo que no estaba ni en sus sueños de hacer.

Le llegó un mensaje el cual decía"¿te interrumpo, lo estás pasando bien mientras no estoy, con quién estás ahora?

Ahora se sentía tonta al recordar que en aquella primera ocasión, le llamó tratando de convencerlo que no lo engañaba y que nunca lo iba a engañar, que solo lo amaba a él.

La fortaleza con la que se levantaba a diario al mediodía se le escapaba.

Recordó varios episodios que le hacían sospechar que quien engañaba era él.

"Cómo fui tan tonta"se dijo a sí misma.

Trajo a su memoria las veces que salieron a eventos con amigos y que algunas mujeres mayores lo halagan enfrente de ella, también visualiza las veces que el se cambiaba dos o tres veces ropa antes de salir juntos a los cumpleaños de los amigos.

—Buenos días linda,¿cómo estás hoy?—preguntó Seba

—Muy bien ¿y tú, que tal la noche?

—Bien, mi madre durmió sin problema.Dice que te diga que la vayas a ver, cuando puedas.

—Dile que lo haré muy pronto.

—Buenos días —al escuchar aquella voz Catalina levantó la vista de la hoja donde escribía un registro, para luego pasarlo al computador.

—Buenos días don Julián—contestó mirándole fijo a los ojos.

—Quiero conocer un poco esta bella ciudad¿me puede recomendar algún lugar?—dirigiéndose a Catalina

—Si, por supuesto, aquí tiene una guía, ahí podrá encontrar recomendaciones de acuerdo a su gusto—contestó Catalina, entregando el folleto de turismo de la ciudad.

—Agradecido, por su atención.

Julián es un hombre de unos treinta y siete años, sencillo en su actuar y vestir, nadie sabe con exactitud que hace o a qué se dedica, lo único cierto es que cada vez que se encuentra en Etruria, se va a la playa o a esquiar al volcán en la temporada de invierno.

Aquella ciudad se encuentra anclada entre lago y volcán.

sus muchos restaurantes y sus grandes hoteles la hacen ser una ciudad con gran atractivo turístico.

Sus termas con caudales de agua proveniente del volcán, son sin duda una de las grandes atracciones para el turista.

—Se dice que aquel hombre ha tenido mala suerte en el amor, la noche antes de casarse, su novia lo engañó con uno de sus amigos, que luego desapareció.Luego conoció a otra mujer que lo único que quería era el dinero que acumulaba. Es un gran tipo, y le ha ido tan mal con sus novias.

—Quizá, no las trata con amor.

—No lo sé, a mí me parece un buen hombre, siempre respetuoso, y amable.

—Bueno, hoy podemos pasar a sentarnos a la playa un rato¿Te parece?

—Hoy no puedo, debo llevar a mi madre al médico¿lo dejamos para otro día?

—Si, por mi está bien.

De pronto Catalina, comenzó a sentirse diferente, optimista con la vida, la vida y ella tendrían que reconciliarse.

No podía llorar por siempre un amor que nunca fue.

Amó de tal manera a Gabriel; que si el le hubiera pedido que ella respirara por él, ella con gusto lo hubiera hecho.

Hasta ahora aprendió que hay una delgada línea que separa el amor del odio, y que cualquier desequilibrio provocaría la perdida de uno o del otro sentimiento.

Caminó por dos años por sobre las piedras antes de tomar la decisión de abandonar la comodidad de aquel departamento, que tanto dolor le causó.

Guardó cualquier odio que pudiera sentir hacia Gabriel y alimentó la compasión hacia él.

No tenía tiempo para el odio o las maldiciones.

Lloró todo lo que tuvo que llorar, analizó buscando la culpa que Gabriel siempre le achacaba.Llegó a reclamarse frente al espejo por fracasar en su matrimonio.

Dejó de visitar y llamar a su familia. De que servía seguir haciéndolo, si la culpaban de abandonar al buen hombre de Gabriel.

Ahora tenía planes de volar lejos a otro lugar, otro país, comenzar a estudiar y escribir un libro como siempre lo deseo.

Al caminar hacia su pequeño, pero acogedor departamento. Por primera vez disfrutó el camino, se detuvo a observar las hojas moviéndose con el viento.Aquella brisa que le fue tan poco buena anfitriona en su pasado, y que sin embargo, ahora le era tan cálida y generosa al traer el aroma de las rosas y las lavandas. Miró en silencio a las aves volar de un árbol a otro mientras entonan bellas melodía.

Continuó caminando, y a medida que avanza, va sonriendo.

Al sonar su teléfono, lo sacó de su bolsa.

—Hola Seba,¿que ocurre?

—¿Llegaste a tu departamento?

—Si, acabo de entrar.

—Que bueno, no quiero preocuparte, al volver al hotel para actualizar las reservas, que olvide hacerlo antes de ir a casa. Me pareció ver entrar a tu ex esposo, preguntando por el dueño y que lo conocía y que lo había visto en la ciudad.

—No entiendo, si el dueño jamás viene por acá y ¿que tiene que ver Gabriel con el dueño del hotel?

—No lo sé, solo entró, preguntó y se retiró, cuando Rebe, le dijo que el dueño no ha venido y que jamás viene por estos lados.

—Espero que no vuelva.

—No creo que lo haga, tendrás que tener más precaución.

—Lo haré, adiós.

—Adiós, te veo mañana.

Se quedó pensando¿que querrá Gabriel con el dueño?

Ningún trabajador conocía al dueño. No sabían si era hombre o mujer, era todo un misterio para ellos.

Al día siguiente salió como de costumbre con rumbo a su trabajo, esta vez mirando a todos lados, temía encontrarse con Gabriel, no sabía que dolía más, si el apretón en los brazos o los insultos al tratarla como si fuera una basura.

Todo pasará se repetía a cada paso que daba, nada dura para siempre; aunque a ella le parecía demasiado el tiempo que le estaba durando su tormento con Gabriel.

Se trata de convencer que aquella agonía, así como tuvo un principio, tendrá sin duda un final.

Al llegar al hotel antes de entrar se quedó mirando para todos los lados y luego hizo su ingreso con precaución.

De pie detrás del mesón, anotaba algunos números, su concentración era tal que no escuchó a Julián que le hablaba.

—Señorita—dijo por tercera vez.

Al levantar la vista, lo primero que vio fue a Gabriel entrando por la puerta giratoria de vidrio.

Su vista quedo fija en él, su cuerpo rígido y sus puños apretados.

—Señorita¿se encuentra bien?—preguntó Julián con preocupación.

Sebastián viendo a su amiga en ese estado, se apresuró a socorrer.

—Permiso y disculpe—dijo mirando a Julián, luego agregó—Vamos Cat. Lo atiendo enseguida señor—dijo antes de perderse con Catalina por la puerta hacia una sala que queda detrás del mesón de atención al cliente.

Al volver Seba, solo pudo ver a Julián esperando hacer atendido.

—¿Se encuentra bien, la señorita?—quiso saber Julián

—Si, no se preocupe, ha estado con algunos problemas últimamente, nada serio, pronto los resolverá, eso espero—susurró.

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