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Roomies

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Karina Rivera había decidido pasar el resto de su vida junto al hombre de sus sueños. Después de su boda viajarían a Chicago "La ciudad de los vientos" en donde ella trabajaría en una prestigiosa compañía de telecomunicaciones. Ahí se establecerían, tendrían hijos y envejecerían juntos... Todo eso ocurría según lo planeado; sin embargo, el día de su boda se lleva una bonita sorpresa que la llevara a replantearse si el amor realmente existe o solo es una idea que albergamos. Después de tal suceso, ella no abandona del todo su idea principal de salir de Latinoamérica, ahora incentivada no solo por un deseo de superación, sino también de deshacerse de un viejo amor y malos recuerdos. Sin embargo, al llegar a Chicago se da cuenta de que tiene que convivir con un hombre que conoció en el avión. No se caen bien, pero estarán forzados a vivir juntos por un año. ¿Podrán soportarse?

Capítulo 1 1. ¡Karina Rivera, está transmitiendo en vivo!

No había logrado conciliar el sueño, los nervios antes de la boda no son algo que las personas suelan comentar. Generalmente, te cuentan sobre lo que debes esperar de la boda y sobre la primera noche con tu pareja; en especial ese tema, ya que yo había hecho un voto de castidad y me había “guardado” para el que sería mi esposo. ¿Me criticaron al respecto? Claro que sí. La gran mayoría de mis amigas lo hizo, excepto Míriam, ella me apoyó todo el tiempo.

Agradecía al universo que una de cinco de mis amigas me apoyara, incluso regañara a mi prometido cuando este hacía comentarios sobre el tema. Aunque la mayoría de ellos eran chistes de doble sentido que me hacían sonrojar.

Me preparé junto a mis damas de honor ese día, incluso mi madre lloró cuando me vio vestida de novia. Después de la boda y a primera hora de la mañana, viajaríamos directamente al aeropuerto para nuestra luna de miel en Chicago… bueno, algo así. Yo había conseguido un puesto en la “ciudad de los vientos” y aunque no debía presentarme hasta dentro de dos meses, decidimos pasar la luna de miel ahí para ir conociendo la ciudad.

Salir de Latinoamérica es un sueño que muchos tenemos, no porque no amemos a nuestros países, sino porque sabemos que conseguir trabajar en el extranjero es equivalente a un mejor sueldo, mejores ingresos y un mayor apoyo a nuestras familias. Afortunadamente, Ramón y yo coincidíamos en esa idea. Aunque él no era un profesionista como yo, sabíamos que lograría encontrar un trabajo en lo que fuera, ya que era muy trabajador.

Con ojeras y los nervios a flor de piel caminé hasta la habitación de Ramón, quería decirle cuanto lo amo y que estoy feliz de comenzar una vida a su lado. Solo deseaba oír sus palabras para calmarme, él siempre lograba que mis temores se fueran con el sonido de su voz. No necesitábamos vernos, solo necesitaba oírlo a través de la puerta.

Salí del ascensor y caminé el resto del escueto pasillo del hotel hasta su puerta. Aún no llegaba cuando los sonidos llenaban el lugar.

—¡Más duro, Ramón¡—gemía y gritaba una voz femenina— ¡Sí, así… ya sabes cómo me gusta papi…!

El estómago se me revolvió y la bilis subió cuál torrente. Definitivamente, tiene un complejo de Edipo.

Oír las guarradas que esta decía me parecía lo más asqueroso que había escuchado… saber que era Ramón, mi prometido, quien provocaba aquello, solo hacía más que enfurecerme cada vez más.

Tenía que verlo, saber que era él quien me estaba siendo infiel. Lo peor, la voz de ella la reconocía, a pesar de su falsa voz de actriz porno.

Las lágrimas amenazaban con salir, con deshacer el maquillaje. Tomé mi teléfono e hice lo que mi no cuerdo corazón, me dictó, inicié un en vivo en mi Facebook. Los gemidos y nalgadas se escuchaban a través de la puerta, no pasó ni un minutos cuando los mensajes comenzaron a llegar en la transmisión. Mis damas aparecieron por el pasillo, todas coloradas por el recorrido hasta el piso de abajo dónde me encontraba.

Les pedí silencio y entre la conmoción una intentó abrir la puerta. No creí que fueran tan estúpidos para no ponerle seguro, pero así fue. Esta se abrió dejando ver al par de amantes sobre la cama… la cama en donde se suponía íbamos a pasar nuestra primera noche como esposos, la cama en dónde yo perdería mi virginidad con el gran amor de mi vida y, sin embargo, en ella yacen Ramón y Míriam…

—¡Eres un maldito desgraciado, Ramón! —grité porque al parecer no se percataba de que entramos.

Míriam yacía con un baby doll idéntico al que yo usaría en la noche, excepto sin la mini tanga, esta yacía en el piso. Ramón dejó a su amante poniéndose de pie de inmediato… entonces lo ví, la cosa esa que colgaba entre sus piernas. No sé si fue el momento, el enojo, la traición que sentía al ver a mi prometido y amiga teniendo sexo, la vergüenza que me hacen pasar y todo el escándalo que se viene, pero me reí.

Reí con todas las fuerzas que tenía, reí como si de un mal chiste se tratara y yo fuera la única ilusa que le encuentra gracia. Reí porque era una mejor alternativa ante lo que me estaba pasando y reí, cuando vi el chiste de miembro que tiene Ramón.

Laura me había quitado el teléfono cuando entramos, así que lo que ella estuviera grabando ya no estaba bajo mi vista, sino la de ella. Para cuando me giré estaba toda mi familia y la de mi ex prometido abarrotando la habitación.

Entre la risa y el escándalo, los gritos y reclamos, salí de ahí dejando mi teléfono en manos de mi amiga. Me dirigí como alma que lleva el diablo a mi habitación, Micaela y Rosario me siguieron pidiendo que me esperara, pero yo no quería esperar a nadie, yo quería largarme de ese maldito lugar.

Ramón me había roto el corazón, pero Míriam terminó de quemar lo que él había despedazado.

Cuando por fin me alcanzaron mis amigas, se encerraron conmigo en la habitación. Entre la desesperación arranqué el vestido que con tanto amor y cariño había conseguido. Este término roto del cierre, pero no me importó. Me vestí, tomé mi maleta y salí a recepción.

—¿A dónde irás? —pregunta Micaela.

—¿Qué quieres que le digamos a tu familia? —inquiere Natalia

—No sé a dónde iré y solo díganles que estaré bien —informo mientras cruzo la puerta de entrada y hago una seña para que un taxista pare.

—Yo sabía que esa maldita de Míriam algo ocultaba —confesó Micaela.

—Todas lo sabíamos, pero no entendíamos qué, ahora todo tiene sentido, su falso apoyo para que me guardara hasta el matrimonio, solo le aseguraba a ella un pase directo con el pendejo ese, a la cama —digo con veneno—. Al menos me ha librado de una vida sexual decadente.

Ambas entienden a lo que me refiero cuando el taxista se acerca a mi lado de la acera.

—¿Estarás bien? —pregunta Micaela preocupada.

—No lo sé, pero debo irme. Por favor discúlpenme con todos, solo… no quiero ver a nadie que tenga que ver con él y Míriam —aclaro para que no se preocupen.

A lo lejos veo como viene corriendo Laura y Diana con Míriam detrás junto a un séquito de mi familia. Me subo de inmediato al taxi y Laura se acerca a la ventana extendiéndome el celular.

—¡Huye! —grita y el taxista arranca—. ¡Por fin eres libre, Karina!

Diviso por la ventana como mi familia se queda en la acera confundida, Ramón medio vestido gritando que espere y a Míriam en baby doll rogándole su atención, mientras que la familia de este yace reclamándole.

A las únicas que veo felices son a las cuatro locas de mis amigas, ellas me lo advirtieron «Ramón no es tu tipo», «Él no es para ti» y la que menos quería creer «Todos dicen que fue un mujeriego». Pero yo quería creer que él había cambiado por mí, que me amaba de verdad… qué tonta e ilusa fui.

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