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Romance a Escondidas

Romance a Escondidas

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Sara Williams, creció con un padre soltero, Tomás Williams, él tenía reglas muy estrictas hacia su propia hija. Cuando Sara tenía seis años, la esposa de él, Margarita Reyes lo abandonó por otro hombre dejándolo solo con su pequeña. Cuando celebran su cumpleaños número 18, con muy pocos amigos, conoce a un Renzo Davies quien le hará suspirar; pero está prohibido para ella. Empezará a verse en secreto con su enamorado, su padre al descubrir el romance, se enojara y buscará separarlos a toda costa, pues él es el hijo de su peor enemiga. Tomás Williams también conocerá a una mujer y cree que tiene una segunda oportunidad para ser feliz, tan sólo para descubrir que se ha enamorado de su peor enemiga, Julie Davies. Se opondrá a sus propios sentimientos, alejándose de la mujer que ama por su odio desmedido hacia los Davies; obligando a Sara a alejarse del amor.

Capítulo 1 Pensamientos y más...

"¡Nunca siquiera pensé, que un día me separaría de ti, qué alguien con más habilidades, te arrancaría de mi lado sin compasión, y te escaparías a los brazos de otro, ahora estoy preguntándome; ¿Qué voy a hacer, con tu amor? ¡Margarita! ¿Por qué me dejaste solo, mi amor?

¡Dejaste tantos espacios vacíos en mi alma, espacios, que ahora nadie puede llenar, no es justo que apenas empezábamos a vivir nuestra historia y me dejaste colgando en el vacío.

Mi vida hoy no tiene sentido sin ti, me duele tu abandono, mi cabeza da vueltas llena de confusión; busco los motivos de ésta, tu decisión y aun no logro entender!

¿Dónde quedó todo lo bonito de nuestros planes, mi amor? ¿¡Dónde están nuestros sueños, aquel que pintábamos juntos, creando un mundo solo para nosotros!?

¿Por qué tuvo que aparecer ese maldito, y robarme tu amor? ¡Eres mi mundo y ahora todo se desplomó; y yo no sé qué hacer con los pedazos!

¡He tratado de juntarlos! ¡Te lo juro amor! ¡Pero ya nada es igual, ya no encajan en éste gran rompecabezas que es mi vida sin tí! ¡No sé dónde voy a colocarlos! ¡Me siento derrotado con las manos atadas, con una niña pequeña que necesita de su madre!

¡Oh Dios, ayúdame a ordenar este caos que dejó tu abandono! ¿Por qué no te llevaste a Sara? Por lo menos tendría un motivo para verte siempre.

Éstas eran los pensamientos de Tomás Williams, parecía un autómata caminando por toda la casa, su madre estaba con él, le decía palabras de aliento y consuelo, pero él estaba lejos de escuchar o sentir algo más.

Tenía deseos de mandar todo al demonio, pero tenía una hija que no se había llevado cuando decidió escaparse con su amante, su adorada hija.

En su mente, suplicaba una y otra vez, despertar de esta horrorosa pesadilla, su corazón estaba hecho añicos, sentía una opresión entre su pecho y espalda que lo estaba ahogando.

Su mente aún estaba confundida, revisaba a cada instante los acontecimientos, buscando un asidero, algo que le diera una ínfima esperanza de que aquella terrible situación no le estaba sucediendo.

Que pronto terminaría su reunión de trabajo, llegaría a casa y allí estaría ella, con su hermoso rostro esperando por él.

las lágrimas caían hasta el suelo sin parar, formando un pequeño pozo.

Tenía una sensación desgarradora en el estómago, los empleados domésticos que estaban presente, sentían pena al verlo tan derrotado.

Era difícil para amigos y familiares encontrar las palabras que lo sacaran de su limbo personal.

Su madre se acercó y le sugirió que fuese a descansar, pero él seguía allí, aferrado a su dolor, la sensación de tristeza que Tomás sentía, inundaba todo el salón donde se encontraba, estaba sumido en un abismo de melancolía del cuál era difícil de salir.

Un amigo muy cercano se enteró lo que estaba viviendo, llegó hasta la casa lo tomó de un brazo y lo arrastró hasta las afueras del recinto, obligándolo a ver otro paisaje, distraerlo de lo que lo estaba consumiendo por completo.

— ¡Vamos amigo, acompáñame a tomar un café!— dijo un amigo de Tomás.

— ¡No, déjame acá por favor!— pidió con voz suplicante a Roberto.

Este hizo caso omiso y se lo llevó fuera, contra de su propia voluntad, lo llevó hasta un pequeño café y allí pidió un té que tuviera la propiedad de calmar la ansiedad que consumía a su amigo.

Después lo arrastró, medio somnoliento hasta la habitación de su casa, dónde durmió por varias horas; pasaron más de diez horas cuando Tomás despertó, después de dormir, se levantó algo desorientado y buscó a su madre.

De nuevo allí estaba nuevamente su dolor, Margarita se había ido, solo tendría que conformarse con los recuerdos que lo iban a acompañar por el resto de su vida.

Vió a su hija Sara y una rabia sorda subió por su cuerpo, su niña que no tenía la culpa de nada, ella también se quedó sola con él, ahí estaba, sin saber toda la amargura que tenía él, que a pesar de su dolor necesitaba seguir adelante.

En ese momento la niña volteo y lo miró, dirigiéndose hacia donde él estaba.

Tomas apretó los dientes con angustia y desesperación al mismo tiempo, no era justo para los dos que Margarita los hubiera abandonado, solo tenía 6 años.

Ella debió por lo menos llevarse a su pequeña, no abandonarla como si fuera un traste viejo, se suponía que el amor de madre era superior al que tenía por él que era su compañero de vida.

Las lágrimas nuevamente empezaron a brotar sin control y su cuerpo se estremecía por el dolor que estaba experimentando.

Su madre inmediatamente corrió y lo abrazó fuertemente, la niña al mirar a su papá llorando tan desgarradoramente, se quedó quieta, sin saber qué hacer. Tomas dijo susurrando a su madre:

— ¡Por favor, no dejes que mi hija se sienta mal por verme así, llevatela me siento terrible!— exclamó él.

— ¡Hijo, por favor!— dijo en voz baja la mamá— ¡Entonces cambia esa actitud, es tu niña, tu hija te necesita!

— ¡Lo sé!— suplicó Tomas,— ¡pero déjame ahora, mamá!

— Ven, vamos a sentarnos,— dijo Carol, su madre— ¡No puedes estar llorando, eres un hombre! ¡Tu hija no entiende de ésta tragedia Tomás.

Él, sólo asentía con su cabeza, pero no entendía nada de lo que Carol le decía, no sabía qué día era, sólo quería que todo terminara de una vez; dormir y no despertar jamás. Todo daba vueltas en su cabeza.

Unas horas después caminaba sin fuerzas, sentía que en cualquier momento perdería las energías de su cuerpo, vió como poco a poco a medida que pasaban los días, fue bajando su opresión en el pecho; aún así esperaba un milagro; solo quería que todo aquello fuera una pesadilla.

Pero nunca sucedió ningún milagro, pasaban los días y ella no volvió, se quedó con su amante, él tenía que acostumbrarse a vivir por el resto de su vida sin el amor de Margarita.

Pasaban los días y él seguía ausente, no había nada que lo motivara, su barba había estaba creciendo, su ropa estaba desaliñada y Tomás parecía no darse cuenta que ya no debía seguir esperando, ni mucho menos buscar una explicación al caos en el que vivía desde que ella se fue.

Habían pasado semanas, y aún estaba sentado, con los ojos fijos en la distancia sin mirar nada realmente, su mirada era vacía y triste, su mente volaba buscando respuestas que de ninguna manera llegaban.

Aún su madre seguía en casa, se ocupaba de la niña y del personal doméstico, mientras él, Tomás Williams, su hijo, salía del shock que le ocasionó el abandono de su esposa.

Ya habían pasado varios meses, por fin Carol se acercó a su hijo, quien cada día aún, se sentaba en el mismo lugar, a mirar a la distancia.

— ¡Tomás, necesito que hablemos!— dijo Carol con voz enfática.

El pestañeo varias veces cómo despertamos de un sueño extraño, diciendo:

— ¡Hola madre! ¿Qué necesitas?— preguntó.

— Necesito saber ¿Que harás con tu vida? ¿Si seguirás al frente de las empresas? Yo debo regresar a casa, ya ha pasado mucho tiempo— explicó ella— y tú continuas como dormido y bueno, además, pienso llevarme a Sharom conmigo.

— ¿Sara?— preguntó él— ¿Por qué? ¡Ella está bien aquí! Y si, voy a volver a las empresas mamá, solo estoy esperando que pase un poco mi tristeza— dijo tranquilo.

— Tomás, ya han pasado tres meses desde que Margarita se fue— le recordó su madre— y estoy preocupada viéndote como ausente, me alegra que por fin reacciones.

— ¡Estoy bien!— exclamó— hablemos de mi hija.

—Me parece bien, hijo, pero dijiste no quererla cerca— dijo su madre— yo soy su abuela y puedo encargarme de ella sin ningún problema.

— ¡Mamá, mi hija no saldrá de ésta casa!— exclamó Tomas— más bien quería pedirte que te vinieras conmigo para que me ayudes en su educación.

— Está bien, yo solo quiero ayudarte,— explicó Carol— sé, que no será fácil para tí, estar solo y cuidarla.

— No será fácil, pero con tu ayuda estaré bien— dijo con voz resuelta— el personal doméstico está acá y además, la niña, tiene una niñera.

— Bueno, eso sí— dijo Carol— necesita ir a la escuela y acá le queda cerca, yo tendría que venirme para estar a cargo.

— ¡Si, Sara debe ir a la escuela!— dijo Tomás— la vida continúa.

— Te entiendo hijo, es una niña y necesita socializar, crecer sin traumas — dijo la abuela— ella aun, no entiende mucho, voy a ayudarte.

— ¡Mamá, Sara es mi hija y deseo lo mejor para ella,——dijo Tomás— quédate con nosotros.

— Así será— dijo Carol— hijo, trata de comenzar una nueva vida, no deseo verte vivir en amargura!

— No es momento de hablar de eso— dijo él— estoy mejor solo.

— Está bien, pero no vayas a quedarte así para siempre, hijo— dijo Carol— la niña solo tiene seis años, necesita una madre.

— Te tiene a ti, mamá— dijo Tomás Williams.

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