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A las mujeres siempre se le ha infundido un miedo acerca de su sexualidad, y Chase Sullivan y Benjamin Fitzpatrick están dispuesto a borrar todo tabú de la gran recatada ciudad, Chase, es presidente de una gran compañía y Benjamin su asistente personal, contratan a Julieta Denver, una mujer de carácter fuerte que necesita ser domada. La envuelven en una bruma de encantos y placeres que nunca antes ha experimentado, llevándola a vivir entre lujos, amor, tristezas, alegrías y desilusiones .
Sus manos recorrian todo mi cuerpo, tocando cada centímetro sin dejar espacios libres, solté un fuerte suspiro cuando sus labios chocaron en mi cuello, él definitivamente es el único que ha logrado volverme loca y yo lo quería complacer en todo lo que quisiera y no estaba dispuesta a perderlo por nada del mundo.
- ¿Recuerdas cuál es tu palabra de seguridad? - Pregunta Chase mientras que me ata a cada esquina de aquella gran "X"
- Azul. - Solté en un jadeo al verlo tomar un latigo negro.
- Buena chica. - Chase sonríe. - Luces hermosa así, dispuesta solamente para mí.
- Soy toda tuya.
- Claro que lo eres, desde el momento en que entraste por la puerta de mi oficina.
Aquella noche disfruté de los grandes placeres que solo Chase Sullivan me puede dar, una persona que se había vuelto el único ser andante en mi mundo, estar separada de él implicaba no saciar mi constante necesidad de tenerlo entre mis piernas.
Un fuerte azote resuena en toda la habitación y seguido un gemido de placer, la fusta golpea directamente sobre mi trasero, dejándolo con un leve picor...
Mire a Benjamin completamente extasiada, el movía su mano de arriba abajo dando su mayor placer, me sonrio y me lanzo un beso al aire y no entendía cómo es que él podía ser el más cariñoso cuando el panorama gritaba "Sumisión" Aun no entendía cómo es que había llegado aquí...
...
Me miro en el espejo y frunzo el ceño, doy una fuerte pisada en el suelo al ver la maraña de cabello con la que me había levantado, mi intención era plancharlo por completo, pero mi maldito despertador no había sonado y me levanté 30 minutos tarde. Tome el spray de laca de mi mejor amiga y lo esparcí por todo mi cabello, paso un cepillo por mis melena dejándola perfectamente peinada, lucía bastante prolijo a decir verdad. Me doy unos toques de perfume y tomo mi bolso para girarme y ver a mi amiga tirada sobre el sofá comiendo cereal.
- ¿Y? - Le pregunto tratando de esbozar una sonrisa, pero fue imposible, una mueca extraña fue lo que adorno mi rostro.
- Tu intenta sonreir menos, de seguro lo asustaras.
- ¡Agh! - me tiré al sofá con dramatismo. - No puedo arruinar este día Selena, es mi primer dia de trabajo.
- Seguramente te irá bien Julieta.
Selena Sullivan y yo nos conocimos en el primer año de universidad, y fue completamente inusual, porque nos caímos mal con tan solo mirarnos a los ojos, pero luego de hacer una tarea juntas, nos dimos cuenta que no había necesidad de odiarnos, porque teníamos tantas cosas en común que era parecido pelear con tu reflejo, sin embargo Selena es un poco más floja que yo, y es que al ser hija de un empresario multimillonario tenía pocas preocupaciones, su padre solamente quiso que estudiara para que se hiciera cargo de la empresa familiar, Pero se negó rotundamente a mitad de la carrera profesional, decidió salirse para estudiar lo que ella mas amaba en el mundo. Artes plásticas, aquello fue como el fin del mundo para su familia, al principio se negaron rotundamente, pero con el tiempo fueron aceptando su decisión. Y la persona que tomó su puesto predilecto, fue su hermano mayor, del cual no se ni siquiera su nombre y nunca lo he visto.
Pero ahora voy rumbo a aquella empresa, donde el padre de mi amiga me dio un puesto, debo decir que estoy muy honrada, si no conociera a personas importantes encontrar trabajo hubiera sido toda una odisea para mi.
- Es que quiero verme bien, además conoceré a tu hermano y quiero causar una buena impresión.
- Le caeras bien como a mi me caiste bien la primera vez.
- No digas mentiras mujer, no odiábamos al principio ¿Recuerdas la clase que tuvimos con el profesor Grey? - Selena lanza una carcajada. - Hija de perra, me lanzaste una manzana a medio comer en la cabeza. - Tomo mi bolso y colocó sobre mi hombro para ya irme al trabajo, hoy era un día en el que no quería llegar tarde.
- ¿Algún día lo vas a superar?
- ¡No!
Cierro la puerta de golpe y pido el ascensor.
Junto a mi mejor amiga vivíamos en el último piso de un edificio antiguo, pero que a la vez gritaba "Somos vintage y chic" nuestro piso según los planos viejos era una bodega gigantesca donde guardaban cajas, y cajas de cerveza, y de hecho cuando Sel y yo fuimos a vivir a aquel lugar, encontrábamos muchas tapas de cervezas en cualquier rincón de aquella gigantesca bodega, recogimos cada una de ellas y mi amiga con su creatividad al maximo, realizo un cuadro el cual ahora descansa en la sala de nuestro lugar.
Bajo hasta el estacionamiento del edificio y me acerco a mi auto, no es uno último modelo como el de Selena, pero lo más importante es que pueda llevarme a todos lados. me sumerjo en las fosas del peor tráfico vehicular de todo el país, coloco un poco de música comenzando por la diosa Lady Gaga, tamborileaba los dedos sobre el volante y cantaba con un micrófono falso cuando sentí un fuerte golpe en la parte trasera del auto.
- Maldición.
Me bajo del auto enojadisima, desde el momento en que coloque mis pies en el suelo han ocurrido todo tipo de cosas, es como si la Ley de Murphy decidiera que hoy yo iba a tener un mal dia, lleno de mala suerte.
- Dios, esto costará todo un año de mi sueldo. - digo al ver la gran abolladura que había dejado el coche.
Del coche que me chocó se baja un hombre completamente vestido de traje, su cabello estaba perfectamente peinado hacia atrás, la única diferencia es que tenía un mechón rebelde se cayó sobre su frente, su mirada fría y su mandíbula tensada le dieron ese toque de chico malo, pero a la vez de un hombre que es un completo tiburón en el mundo de los negocios, su altura era tal que debí levantar mi mirada cuando se colocó a mi lado. Intentaba hablar para insultarme y preguntarle si no veía, que debía arreglar mi automóvil, pero... nada salió de mi boca.
- ¿Acaso eres ciega?
- ¡¿Qué?! - hablo esta vez con incredulidad. - Tu me chocaste idiota. - suelto enojada.
- Tu eras la que no avanzabas, tenía tu música a todo volumen y te movías de forma errática en tu asiento que ni siquiera te diste cuenta que el semáforo se colocó en verde. - El hombre de traje señala el semáforo, efectivamente se encontraba en verde, pero rápidamente cambió a rojo.
- ¿Y eso te daba derecho a chocarme? eres un cínico hijo de perra, ahora debes pagarme por los daños ocasionados.
- No pienso pagar nada de esta baratija. Esto literalmente es una carcacha que se puede desbaratar en cualquier momento. - golpea la parte de arriba de mia auto, para luego mirar sus manos con asco y limpiarlas con un pañuelo que sacó de su bolsillo.
- Entonces llamemos a la policía para arreglar este problema, porque aquí el culpable eres claramente tu. - Me dirijo a mi auto para sacar mi teléfono, al encenderlo, noto que ya se había hecho tarde gracias a este maldito accidente. - Ahora por tu culpa llegaré tarde a mi primer día de trabajo. - bufó enojada.
Cuando el trabajo y la pasión se cruzan siempre terminan en alguna tragedia, pero este no es mi caso. Él era mi jefe. Un hombre rico, ambicioso y sobre todo… dominante. Y yo una simple camarera, que trabajaba para poder pagarse la universidad de medicina, ambos éramos de dos mundos completamente distintos, Yo soy pobre, con una memoria fotográfica y completamente desesperada por cumplir mi sueño de ser doctora. El necesitaba casarse para cumplir la última palabra de su padre moribundo y así poder heredar todo el imperio familiar. Me ofreció una suma de dinero que no pude rechazar y después de todo lo que teníamos era falso y no iba a ser para siempre. Hasta que lo cambió todo en mi vida, ahora él era el rey de la mafia siciliana ahora estoy bajo todo su dominio y su reinado no es para nada bueno, es tóxico, cruel y condenadamente dominante, lo llaman el rey de las tinieblas y para poder ganarme la libertad debería convertirme oficialmente en su reina
Darya pasó tres años amando a Micah, adorando el suelo que pisaba. Hasta que su abandono y el abuso de su familia finalmente la despertaron a la horrible verdad: él no la ama. Nunca lo hizo, nunca lo hará. Para ella, él es un héroe, su caballero de brillante armadura. Para él, ella es una oportunista, una cazafortunas que planeó su camino en su vida. Darya acepta la dura realidad, reúne los pedazos destrozados de su dignidad, se divorcia de él, recupera su nombre real y, reclama su título como la heredera multimillonaria más joven del país. Sus caminos se vuelven a cruzar en una fiesta. Micah observa a su ex esposa cantar como un ángel, romper la pista de baile y luego frustrar a un malintencionado con una patada giratoria. Se da cuenta, con retraso, de que ella es exactamente el tipo de mujer con la que querría casarse, si tan solo se hubiera tomado la molestia de conocerla. Micah actúa con prontitud para recuperarla, pero descubre que ahora está rodeada de solteros elegibles: CEO de alto poder, bioquímico genio, cantante premiado, playboy reformado... Peor aún, deja bastante claro que ha terminado con él. Micah se prepara para una batalla cuesta arriba. Él debe demostrarle que todavía es digno de su amor antes de que ella se enamore de otra persona. Y el tiempo se está acabando.
Como simple asistenta, enviar un mensaje al CEO en plena noche para solicitar películas pornográficas fue un movimiento audaz. Como era de esperar, Bethany no recibió ninguna película. Sin embargo, el CEO le respondió que, aunque no tenía películas para compartir, podía ofrecerle una demostración en directo. Tras una noche llena de pasión, Bethany estaba segura de que perdería su trabajo. Pero en lugar de eso, su jefe le propuso: "Cásate conmigo. Por favor, considéralo". "Sr. Bates, está bromeando, ¿verdad?".
Acusada de asesinato, la madre de Sylvia Todd fue considerada una traidora por toda la manada, condenando a Sylvia a vivir el resto de su vida sola y humillada como una humilde esclava. Lo único que quería la chica era demostrar la inocencia de su madre de alguna manera, pero el destino nunca parecía estar de su lado. A pesar de todo, Sylvia nunca perdió la esperanza. Como el futuro rey licántropo de todos los hombres lobo, Rufus Duncan poseía un gran poder y estatus, pero tenía una inexplicable reputación de ser cruel, sanguinario y despiadado. Sin que todo el mundo lo supiera, había sido maldecido hacía mucho tiempo y se veía obligado a transformarse en un monstruo asesino cada luna llena. Aunque el destino no siempre favorecía a los dos, unió a Sylvia y Rufus como pareja predestinada. ¿Se hará justicia para la madre de Sylvia? ¿Podrán ella y Rufus desafiar todas las normas sociales y permanecer juntos? ¿Tendrán estas dos almas desafortunadas un final feliz?
Ethan siempre consideró a Nyla una mentirosa, mientras que ella lo veía a él distante e insensible. Nyla había acariciado la idea de que Ethan la quería, pero se sintió fríamente rechazada cuando se dio cuenta de que su lugar en el corazón de él era insignificante. Como ya no podía soportar su frialdad, dio un paso atrás, solo para que él cambiara inesperadamente de actitud. Ella le desafió: "Si confías tan poco en mí, ¿por qué me tienes cerca?". Ethan, que antes se había comportado con orgullo, ahora estaba ante ella y le suplicó desesperado: "Nyla, he cometido errores. Por favor, no te alejes de mí".
Allison se enamoró de Ethan Iversen, el futuro alfa de la Manada Moonlight Crown. Siempre quiso que él se fijara en ella. Sin embargo, Ethan era un alfa arrogante que pensaba que una débil omega no podía ser su pareja. El primo de Ethan, Ryan Iversen, que había vuelto del extranjero y era el verdadero heredero de la manada, nunca intentó conseguir el puesto ni mostró ningún interés por él. Era todo un alfa playboy, pero cuando regresó a la manada, una cosa cautivó sus ojos y fue Allison.
Paola Fischer vive un matrimonio aparentemente feliz hasta el día en que, al regresar a casa, encuentra a su esposo, Lucas Hotman, en la cama con su secretaria, Rose Evans. La traición la deja destrozada, y, sin saber cómo enfrentar el dolor, se marcha de su hogar. Esa noche, en un bar, conoce a un enigmático desconocido que le ofrece una compañía inesperada. Buscando escapar de su desilusión, Paola se entrega a una noche de pasión con él, dejando que el dolor de su traición se diluya en la intimidad. Al día siguiente, trata de seguir adelante, pero pronto se enfrenta a una sorpresa que cambia el curso de su vida: está embarazada, y el padre no es Lucas, sino aquel hombre al que apenas conoció.