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Historia

Capítulo 3 María

Palabras:1487    |    Actualizado en: 16/04/2024

rea fácil, pero no lo es, más aún sí los tres son varones; eso hac

inero, necesito compr

abajaba para ayudarla, por esa noble causa, nunca pudo ir al colegio; Braulio tampoco lo hizo, pero a di

sin comer no quier

rve sonriente la comida. En verdad aquella mujer adoraba a sus hijos. Por ellos había dado todo en la vida, incluso, después del abandono de su marido, quie

dinero, la situación está difícil, todo se ga

untualmente todos los martes y a la misma hora; era por decirlo así, cómo una especie de costumbre. En ese momento repica el celu

u teléfono, puede se

pero lo hace con desgano, de mala gana; s

é quieres? ¡Qué! ¡No puedes est

ya no le interesaba almorzar, el hambre pasaba a un segundo plano, perdía importancia. Toma con torpeza sus libros y se despi

e sucede

ella, un poc

apetito, eso es todo;

nero que

lo des, se m

s por cierto, ella detuvo su labor y se quedó pensativa; su pequeño no era así, lo conocía muy bien,

aul

he conocido el verdadero

tomaba como es lógico, un merecido receso, buscando fuerzas para empezar de nuevo aquella faena. Ella no era mujer de un orgasmo, no le bastaba el “uno y yá”, era inten

rdadera furia. Empezaron otra vez las caricias y al calor de estas creció la excitación; en

ralo m

con suavidad, la mano dere

que la llamada es de su padre; eso la inquieta, le preoc

r, es mí papá, sí no lo h

rincesa, atie

ra una especie de empresa portátil, que le generaba excelentes ingresos. En verdad no amaba a ninguna, les daba eso sí, placer por dinero, era el Kama Sutra hecho carne, el amo del éxtasis, el señor del orgasmo; sin duda alguna, conocía todas las posiciones, incluso tenía hasta propias; sabía con precisión como excitar, manejaba con mae

quel amor, era algo utópico, fantasioso, no podía ser en el plano real; ella pertenecía a la alta socie

apá, te

, atendiendo

nde e

migas, andam

la pista, no saben de ti y

me algo d

quí te espero y cuidado sí estás con ese sinverg

o te preocupes papá,

lla, esto con el objeto de calmarla; porque

té preocupes, no estás sola, esto

odía la hermosa joven disimular, la inmensa preocupación que

o, eso sí, evitando a toda costa, iniciar de nuevo el acto sexual; esto porque no podían perder más tiempo. Finalmente, la primera persona en dejar la ducha fue Mónica,

glaste rá

al mismo tiempo que ordena sus objetos personales. Al llegar a su cartera, extrae de la misma, una f

r, los 1000$

ita y rica, podía recurrir a esta clase de “tratamiento”? Braulio le sonríe maliciosamente, no posee el más mínimo escrúpulo. Es un tipo codicioso, amaba como nadie al dinero, esa era una parte esencial de su extraña personalidad; por ello toma los billetes, lo hace sin pro

riño, mi padre m

gaba; incluso y Mónica lo sabía, el pretencioso muchacho, había sido amenazado de muerte por sus peligrosos escoltas, hombres de dudosa

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