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Historia

Capítulo 5 Adulen al nuevo líder

Palabras:1216    |    Actualizado en: 16/04/2024

ionó de aquel selecto grupo. Adquirió la mansión de Ignacio Urrutia, al cuál lle

a, eso era un hecho, pero todos desconocían su origen. Era un hombre de pocas palabras, no se le conoc

nadie tenía las respuestas; solo podían hacer algo y eso era, adular al nuevo burgués. Ya que

un mu

uy romántica. Compartía estudios con Robertico, el hijo menor de María y llevaban ya de novios 8 meses. Pero la locura juvenil, la pasión desenfrenada y esas horm

mos a hac

a hacer tú! Yo no

es nues

ños, no estoy capacitado para ser

; necesito que hables con m

s, porque yo no tengo, ni quiero, ni espero hijos. Solo t

a y la dejó allí, completament

asce

ersonal que por ese medio se trasladaba, hablamos de dos jóvenes trabajadores, el

se detuvo; frenó su avance en seco y como era

? ¿Por qué

do consigo misma; en ese instante es que se da cuenta, de un pequeño

acostumbrada a pasar por ese tipo de problemas; por ello y tratando de se

te ríes

muchacha alg

r la calma; el control sobre todo, no se debe perder jamá

nerlo en su lugar; en su respectivo sitio, pero sucedió algo imprevisto, que no le permitió actuar de esa

; esto porque temía a los espacios cerrados, más aún a l

sfumaba en los brazos de ese apuesto joven, en donde se refugió verdaderamente aterrada; su cuerpo temblaba, su corazón latía descontroladamente, se sentía f

tanto había esperado y no perdió el tiempo, no lo hizo, no podía desperdiciar aquel instante, qué la conducía a los límites de la divinidad; captó de inmediato el calor de su piel, disfrutó de su proximidad, de su esencia de macho, era ese el amor que buscaba, que necesitaba, un amor

esos ojos plasmados en su alma, quiso así sumergirse, en ese mar de amor que sé le ofrecía, que le obsequiaba su desbordada imaginación; sin palabras, sin obligaciones, ni reglas sociales; era una pasión libre, se lo decía cada l

mpido; en un segundo, así de rápido, se disipaba su fantasía; esto dado

en señorit

hacerlo. Más bien lo que verdaderamente deseaba era decirle. ¡Hazme tuya Prince! Poséeme, deja que me entregue a ti y tú entrégate a mí; pero una cosa es lo que se desea y otra cosa lo que se debe hacer. Dejó sus brazos, abandonó ese refugio, que por breves mome

por tu ayuda; f

se sorprendieron de esa muestra extraña de gratitud; luego de esto sali

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