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Historia
REGÁLAME UN BESO

REGÁLAME UN BESO

Autor: Elena Martin
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Capítulo 1 La llegada

Palabras:1606    |    Actualizado en: 09/03/2021

ítu

lle

exactamente once horas y cuarenta y cinco minutos. He tenido la suerte de viajar en un chárter directo, lo que me ahorraba un día entero. Sin embargo, es la primera vez que hago un viaje tan largo

ién salida de la universidad iba a tener la posibilidad de hacer prácticas en uno de los mayores periódicos de esta ciudad americana. El Boston Enterprise Journal era la mayor oportunidad de mi vida. Y yo había sido escogida para unas prácticas

a gran ciudad, apartada de todo lo que conocía. Y mientras me perdía en es

grande, pero este era mucho mayor. A paso de caracola y pasando un sinfín de controles internacionales, llego a donde tengo que recoger las maletas. ¡Aleluya!, pensé al ver mis dos pedazos de "almacenamientodeunavida" en

aquella loca cinta que daba vueltas a la velocidad de la luz. ¿Sería posible? Nunca entendí porque las cintas de los aeropuertos ruedan tan rá

nte para no hacer figura de idiota. Bastante ya sería la estúpida imagen que estaría

go volver a coger una de las maletas, tiro con toda mi fuerza para tras, indo en contradirección de la corriente que se lleva mis pertenencias. De pronto, siento unas enormes manos tocaren las mías y con el choque y la sorpresa la

para mí. Entre la vergüenza y mi rostro abismado con aquel ser a mi lado, mi voz se

olvió a pr

. La rosa. La de color rosa. Fucsia. —Hice una mueca con la boca en tono de disculpa, com

os. Al hacerlo pude ver la tensión de los músculos sobre su camisa arremangada y sin corbata

decir, sí, hacía, pero... bueno... ¡gracias!

ismo. Unos dientes perfectos, reluciendo como un anuncio de Colgate. Ten

aeropuerto pitando. Ya imaginaba llegar al periódico, en el día siguiente, y encontrar un artículo en la sección de chismot

mientras andaba con pasos largos

colocó a mi lado, cargando relajadamente una pequeña maleta de mano, de esas que s

uí un contacto. Boston puede ser una ciudad muy exuberante —hablaba tranquilamente y su vocecita era tan

Chiara —me sentí en la obligación de devolver

y pensé que se había quedado un silencio ra

me a trabajar en una empresa de aquí. —No quer

Me encanta Italia. Tengo una que otra su

la cabeza, interesada en su información—. Muy bonita

. Qué modo raro de llamar a su gente—.

ideas prejuiciosas con las personas de otras nacionalidades, pero no esperaba escuchar algo así a los diez minutos de pisar un territorio; con poco m

rumadora. Sé lo que es sentirse alejado de casa, especialmente en estas fechas, así que no dudes en llamarme si

sultaba un poco atrevido de su parte ofrecerme un contacto, porque no nos cono

inesperada, haciéndome sostener el aire en mis pulmones por la sorpresa de su contacto. Levantó un poco la camiseta de mi bra

de maletas pasaban a mi alrededor en un ajetreo de viajeros, por todas l

elegante y negro, parar en segunda fila. Fue el momento en el que vi Joshua acercarse al coche y de dentro salir una chica rubia despampanante que más parecía ser una modelo de Victoria Secret. Ro

gos no eran los italianos. Eran todos los hombres del mundo. Podría ser guapo y todo lo demás, pero había estado tonteando con

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