r Omnip
a esa voz tan femenina, tan endemoniadamente
rse. El colchón
¿deseas que te ayud
o su entrepierna. Un toqu
los ojos llenos de deseo. Su naturaleza salvaje lo domin
fuerza, sin delicadeza, sin freno. Es un
manos sus curvas, exp
sutileza, le arranca las prendas, dejándola solo con
rillante como la noche, esos ojos púr
aso quiere devorar a Caperucita de un s
as formas posibles. Ahora estás en las garras de esté lobo hambriento que
ientras su boca se apodera de sus pezones, dándoles p
quiero hechos -jadea ella, enredando sus dedos en su cabello, ren
rse a ese esc
ón, su voz profunda, gruesa, cargada de deseo-. Entraste
ada, poseída. Espero que no me defraudes. Quiero todo de ti. Y veremos quién termina en si
r el control. Sus ojos púrpura brillan con intensidad, y en la mirad
o piedra y la superficie helada. Vuelve a besarla con fiereza, su le
explorando, saboreando con el tacto. No hay más tiempo. El deseo lo
o, se introduce en ella con fuerza. Su longitud es absorbida, su grosor atrapado por
za primitiva, irracional. Las manos de Arón se aferran a su
más profundo. Más intenso. Sus cuerpos encajan a la perfección, como si
descomunales. Explotan juntos una y otra vez, pe
obo y hembra. Alfa y Luna. Un insta
y ya no saben cuánt
lacer los envuelve, sin deja
frenética de hambre y necesidad, c
No puede detenerse; la sola idea
rberando en el espacio, invocando a l
s, las miradas hambrien
ientras un sentimiento más profundo... más ínti
ullido feroz. Con él declara al unive
cue
a
... Que le
na, la única mujer que
nde sus colmillos en la d
mar
ecla
s
éxtasis tan poderosa que sus cuerpos vibran, cargándose de una ener
ruñidos aún flo
ras se devoran mutua
con el mismo frenesí, si
cada fibra de sus cuerpos, e
n límites, con una pas
un enemigo dulce... Hasta que sus cuerpos colapsa
total. Instinto y alma
sueño o