ía. Lo sentía. Y esa noche, mientras me preparaba para salir al escenario en la inauguración de la
uró Lucas, mi asistente, con
s pintados con la calma de una guerra planificada. No había rastros de la mujer que alguna vez fui. Esa q
ina Belmont. Y
ario. Caminé con paso firme, con los tacones marcando un ritmo que no permitía interrupc
sen
eón Caballejo CEO de Caballejo Corp. El hombre que enseñó al mundo cómo se conquista
vista, nuestras m
suficiente para que mi estómago se apretara com
tible de superioridad. Inalterable. Hasta que me vio. Sus cejas se contrajeron apenas,
, firme-. Bienvenidos a lo que no es el final
sos. Sonrisas. Pero él no aplaudía. Me miraba c
fec
, lideramos sectores donde antes ni siquiera éramos considerados compete
l, y lo sabía. Años atrás, habría temblado al ver ese rostro entre
cional. El mundo lo creyó viudo de una mujer anónima, y yo me convertí
inar entre aplausos. No lo miré. No otra vez. Y sin embargo.
privada, Lucas me entre
tás
espondí, sin apartar la v
te minutos despué
jo con voz grave, a p
la barbilla alzada. Sabía que ese moment
a media sonrisa cortés-. Un p
chillas. No estaba seguro. No aún. Pero me con
Aunque confieso que su ros
la voz cálida de una mujer sin nad
Solo bebió un trago sin q
en años, sentí que la
ubrir quién soy... todo podrí
estoy segura de cu
a. Caballejo Corp. y Belmont International. J
a. No sabía si reír o gritar. ¿Una alianza? ¿Con el homb
vemente, saboreando la pal
timos recursos, redes, inteligen
él, con una sonrisa ta
mucho menos inteligencia. No necesito un s
ra. Pero lo conocía. Lo vi tensar la mandíbula, lo vi pa
ia. Usted sabe jugar. Y los mejores juga
miedo es jugar. Pero con usted... No me agrada, no quiero hacer
golpe. Sutil. Ele
por un instante... juraría que
o su copa en la mesa- Le aseguro que no es ri
oblema es que esta vez, yo
na amenaza silenciosa. Me apoyé en la mesa, sin dejar de respirar hondo. Mi cuerpo te
reconoció
lo
... Será demasia