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Historia
Prohibido Llamarlo Amor

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Capítulo 1 Lo que no debía ver

Palabras:1210    |    Actualizado en: 16/05/2025

s entraba, más cansada de lo que aparentaba. El viaje había sido un escape conveniente, una excusa para alejarse, para no tener que mirar lo

li

uiera. Camila no lo soportaba. O eso se repetía constantemente. Porque más allá del rechazo, había algo en él que la descolocaba. Algo en

a mesa de la entrada. T

ca

o y caminó con sigilo. Había aprendido a no confiar en los momentos de apar

udo mo

zos extendidos hacia el respaldo. Su cuerpo maduro se arqueaba con una

ente d

e la cintura de Verónica. La otra descendía, guiándose con lentitud. Su cuerpo era una escultura en movimiento.

a par

no se

o. Tensa. Incóm

ando él giró el

te, ninguno de

o la miró con intensidad, como si supi

nza. Fue rabia. Y algo más oscuro, más confuso, que le q

..? ¡C

no dijo nada. Siguió observándola mientras e

a se había pren

él siguiera robando la

que no era el hombre

jugar suci

, su mirada clavada en la ventana como si algo fuera a explotar en el jardín. No podía dejar de verlo. A Julián. Su espalda. Su cuerpo. La forma en la

? -dijo una vo

a

ería que sintiera su desprecio,

a a un torso atlético que parecía tallado con precisión. Su barb

cruzando los brazos, mantenie

o -murmuró él con esa sonrisa

cir nada, y dejó que el sile

ortando la distancia, y sus

haga feliz? -pregunt

y desvió la mirada, p

cir nada? -in

y se retiró unos pasos, dejando cla

acabara de ganar u

mostrarme al

a

que pesaba más

e, como un juego en el que las reg

dentro. No era solo rabia ni frustración; era una mezcla peligrosa de poder e impulso que le quemaba la piel. Estaba segur

dos y hermosos se alzaban con naturalidad, perfectamente proporcionados, y sus nalgas firmes, resultado de horas en el g

rovocativo, pero sí insinuante, justo lo que quería. Que Jul

madre estaba en la cocina, distraída con la cena, y Julián senta

os en su espalda. Se sentó en el comedor y cruzó las piernas lentamente. Luego las descruzó,

agua y permitía que una gota rodara por su labio inferior. Se limpiaba la boca con una servilleta sin prisa. De vez e

ndo a propósito que el vestido se alzara un poco, mostrando la curva perfecta de sus nalgas firmes. No era una provo

asó junto a él, dejando que su pe

ila -dijo él con

eramente el rostro como si lo hu

nto en una partida mucho más peligrosa de lo que había pensado. Porque au

abrirle los o

lián la desea

que él no tardaría

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