ica preparaba el desayuno con movimientos metódicos, como si quisiera aferrarse a la rutina para no sucumbir a la incer
. No podía precisar cuándo exactamente comenzó esa corriente eléctrica, pero aho
eles. Aquel hombre que llevaba tres años con ella, con quien había construido una vida llena de c
nterior, cuando le confesó a Julián que Camila andaba rara, más callada y diferen
ando? -pensó, con una mezcla de mi
aquella vez, o si había algo más oscuro que se tejía entre ellos. No pudo evitar notar qu
inalmente decidió no hacerlo. No quería parecer paranoica, ni
ellos dos, tratando de encontrar señales que le con
o que Camila le había dicho, ni de la tensión que se sentía en la casa. Es
a cocina, Verónica intentó fingir una
s -saludó c
detenerse. Sabía que ella notaba algo, esa esp
preguntó él, inten
ento que algo está cambiando, Jul
a un lado y se acerc
s -dijo con sinceridad-. Pero no sé cómo
scando en ese contacto la verdad qu
blar con ella? -preguntó
egó con
tiempo para aclarar mis pens
entana, con la certeza de que es
verdad saldría a la luz. Y cuand
mo la antesala de una tormenta inevitable. La lucha entre el deseo, la lealtad y el amor com
os coches en la calle y el murmullo débil del aire acondicionado. En el dormitorio principal, Veró
suficiente para dejar entrar la luz de la lámpara del pasillo y, a la vez, un soplo de aire fresco. No era la primera vez que lo hací
laba a través del hueco de la puerta. Cada gemido de ella, cada susurro cerca de su oído, retumbaba en sus oídos con una intensidad
arco de la puerta principal del dormitorio. Estaba camuflada entre la moldura de madera, orientada de manera que ca
caer y el vaivén contenido de los cuerpos. Cada cruce de piernas, cada roce de manos, aparecía en la pantalla con una mezcla de s
besaba con fuerza, como si quisiera borrar con su boca cualquier rastro de normalidad. Verónica, con su bat
amila lo absorbía todo: los jadeos bajos, el murmullo de los nombres, el ro
la lo veía de manera inextricable. Comprendió, en un instante, que ya no podía detener aq
ndo Julián quedara exhausto sobre las sábanas. ¿Intervendría directa
pasión. Ella jadeaba su nombre. Él la llamaba "mi vida" con aire entrecortado. Pero esas palabras, que palpitaban
. La cámara le había dado todo. Una parte de ella, la que buscaba venganza, sonrió con s
entonces Camila tomó una decisión. Cerró la aplicación de la cámara y guardó el celular bajo l
sa se había roto. La rendija en la puerta, símbolo de su entreabierta complicidad, se convirtió en el umbral de un conflicto inevitable: ¿hasta
omienza -se pr
seguían ajenos a la sombra que los acechaba,