ra
hablaba por teléfono. Yo solo escuchaba retazos de la conversación, hast
que tanto me gustaba cuando estaba entusiasmado-. Sí, cl
on una sonrisa en los labios cada vez que lo preguntaban... pero yo sabía q
uno de mis desvelos. A su lado conocí lo que era sentirse mujer, sentirse amada, deseada, cuidada como una joya.
o. Sostener una hacienda tan grande, con sus caballos, su ganado, sus peones, sus deudas, sus números... debe ser extenuante. El último capataz renunció sin previo avis
pués, finalm
ido claro que el viento acariciaba suavemente
uiero presenta
dome el lazo del cabello y caminé
evo c
la
Piel blanca, limpia, casi delicada. Uñas cuidadas. Alto, imponente. Ancho de espalda, brazos marcados. Pero l
na voz grave y educada, casi impe
s y fuertes, las mismas que supuse pronto estarían sosteniendo las riendas de nuestros caballos. Sentí un escalofrío qu
uel, con una sonrisa de orgullo, si
algo en su tono me hizo sentir desnuda, expue
con sencillez. Apenas la registré. Toda mi atención estaba atrapada en e
instaló en mi cuerpo. Respiré hondo,
urmuré, arrugando el rostro como si tuviera migra
se acercó de inmediato y me t
o es mejor que descanses, amor -susurró
ntí que debía huir de allí, alejarme de esa presencia que amenazaba con despertar algo
golpeando como un caballo desbocado. Me recosté en la cama, pero no pude cerrar los ojos. Y la
monios
que algo en él me removía, como una tormenta dormida despertando bajo
algo en lo profundo de mí susurraba que su
no estaba segura
is manos por mi vientre, pasándola con suavidad por mi pelvis hasta dejarla entre mis piernas.
a, dejando que mis pensamientos se adueñaran de mi ser mientras apretaba mis senos imaginando que eran sus manos, esas manos grandes y fuertes que estrujaban mis pechos e
vándome ambas manos al rostro mientras la culpa me
o irracional. Me dejé arrastrar por algo verg
mi esposo!>>, me recriminé, sintiendo
fijarme en ese ho