a Ir
o gesto hacia mí. No ha cruzado más que una mirada educada y distante.
Como si hubiera cometido una traición imperdonable. Caminé haci
iales, lavanda y jazmín, y sales aromáticas, como si
... pero mi alma seguía en guerra. Cerré los ojos, hundí la cabeza hasta cubrir mis o
lavar no era mi cuerp
entre dientes, con rabia-. No p
pensamiento. Ha sido mi roca, mi amor, el hombre que me hizo
oy haciendo? Pensando en otro. Obsesion
n valores, y si alguna vez esto saliera a la luz, el escándal
e Miguel, interrumpiendo d
no, protector. Siempre logra arranc
cabello mojado como si eso pudiera borrar de mi rostro la culpa
con sus dedos cálidos. Sus caricias no eran pasionales, no esta vez. Eran
guntó, acariciando mi mejil
cabeza, evit
e malestar -le mentí, por segunda vez en el día. A él
ucciones a los trabajadores para que el nuevo capataz se in
itar frunc
engo el presentimiento de que no aportará nada bueno a la hacienda -dije, per
n delicadeza y me oblig
iada, tenle un chin de fe. Hazlo por mí -me susurró antes de s
aportará nada bueno. Ya verás -dije mientras él salía de la ha
mientos confusos y sentimientos encontrados. Pero al caer la noche, decidí que deb
o elegiría, con todo y sus defectos, con su e
arente, de un gris satinado que acariciaba mis curvas con descaro. Me miré al espejo. Me sentía at
ropa in
... y solo tuya -me dije frente al espejo, con los labios e
llo, perfumé mis clavículas. Y bajé las escaleras como
ombro, desconcierto y deseo. Boquiabierto, no logró emitir palabra alguna durante unos segundos
tono de voz ronco, casi contenido, como si sus pensami
conectaba con las habitaciones de invitados. El capataz y su esposa irrumpieron en el comedo
aron al verlos ent
da con llave, y la principal también. Para ingresar aquí desde su alojamiento debían haber d
rme. Su presencia tenía ese algo de las mujeres del campo, sencillas, fuertes,
ntrario a
rdaron en recorrerme de arriba abajo, y cuando se detuvieron en mis senos, que se insinuaban sin p
la fui al pensar que esta noche sería íntima y especial! ¡Qu
sin disimular su mirada-. Discu
era invadir, observar, deleitarse con lo que no le pertenec
iera interpretarlos, habló con esa voz amable que tanto amaba
icó con tono tranquilo, como si me contara que había traído pan fresco del pueblo-. Ya que es muy grande y sol
ano para no estallar en carcajadas.
re nosotros? ¿O a compartir mi ropa interior, ya que ta
venenosa, mientras mi garganta ardía co
do mis bubis, ¿no crees, amor? -dije con dulzura ácida, l
me respondió, pero sabía que lo había herido.
ntras me alejaba hacia la habitación, sin
l... confundida. Como si no entendiera por qué estaba molesta. Como si n