Inés y la pro
años, sostenía entre sus pequeñas manos una taza de té tibio, con los labios apretados para no dejar escapar ni una lágrima. En la habitación del fondo, donde
stia leve a una sentencia anunciada. Cada vez que regresaba del trabajo -siempre tarde, siempre cansada-, se tumbaba en la cama y
mañana fu
voz apenas audible. Sus dedos largos y frágiles acariciaron
n la taza todavía entre las manos. Se l
a no me queda t
do en el aire como un
e solo la infancia puede permitir. Su voz tembló. A su corta
intió lentamente. No hubo
uerzo por incorporarse. Sus manos buscaron algo debajo de la almohada: una vieja caja de madera, gasta
con voz temblorosa-. Fausto Renier.
un hombre importante, pero jamás lo había nombrado. Nunca hubo fotos, ni cartas, ni regalos e
untó la niña, sin desp
los ojos llen
ra... probablement
pretó el borde del colchón con fuerza, como s
e dijiste? ¿Po
do supo que estaba embarazada, simplemente desapareció. Yo era una secr
Fausto Renier" se grabó en su
¿por qué me d
mblaban-. Pero también fuiste mi secreto. No quise que te usara. No quise que fue
gritó. Solo guardó el sobre en su mochila e
res que ha
Y si algún día... si algún día sientes que él debe saber lo que hizo, si alguna vez sientes
que su edad. Como si una parte de su infancia se le hubiese
agotada. La respiració
mi niña
sobre su hombro frágil. El cuerpo de su madre tembl
re mientras la luna pasaba por el cielo y,
gri
cor
la caja de madera y se
olar puesto y los ojos secos, murmuró
quién soy. No me olvidarás, Faust
acia el mundo. Ese mundo que la había tratado como un error... per