id siempre había sido de trabajo duro y discreción. Era un mundo d
abel, una joven rica, y Mateo, el heredero de un imperio hotelero, me veían solo como
tamento impresionante, mientras Isabel creaba una página anónima burlándose de "la trepadora", y yo me conv
illación dirigida? ¿Aceptaría mi destino, desmoronándome como esperaban? La
na oportunidad. Decidí que su "inversión" y su veneno serían mi capital, y que su desprecio sería mi esc