itido rítmico de una máquina. Una luz bla
jas, ¿pue
. Intenté incorporarme, pero un dol
elló cuando se bajó en medio de la avenida. Tien
golpe. Sofía. El coch
lla?", pregunt
o. No se ha movido de su lado", dijo la
poyada en la pared. Parecía exhausta. Su ropa estaba arrugada. Tenía ojeras os
como si sintiera mi mira
enaron de lágrimas. "Lo siento tanto, tanto. Fui una idio
ión era i
", pregunté, mi
ó, confundid
eo
mportante eres tú. Te prometo que esto se acaba.
acia su cuello. La marca seguía allí, un
se subió el cuello de
ada comparado con el dolor que sentía en el pecho. Era
cuando ella i
o", dije, y c
me leía, hablaba con los médicos. Interpretó el papel de esposa devota a la perfección.
ello cada vez que se descuidaba. Veía el pánic
s irrumpió en la
tos en el
ESTÁS AHÍ! ¡NO PU
a
e puso
ijo, y salió corrien
ando el dolor punzante en mis co
trozo de vidrio en la mano y se estaba haciendo cortes superficial
aré aquí mismo!", gritaba, con los
n acercarse, pero él las
a él, sin importa
stimarte. Dame eso", le suplicaba,
ometes que n
prometo, pero
ación, hablándole en susurros tranquili
o cómo elegía, una vez más, calmar al monstruo en
orde. El hospital entero ahora sa
as pasaron por mi puert
y ahora esto. ¿Viste la marca que tenía en el cuello? La misma q
tat
rendió. Solo confirmó la
hizo doler las costillas. Había sido u
habitación, una hora desp
a. "El médico dijo que necesitas
oy a
esarme. M
por fa
araje de la galería. N
e descompus
a, So
ella intentó tomar mi brazo. L
s esto en público", suplicó,
ez en días, la miré di
specialidad últimamente", dije co
rás. Subí a su coche y esperé, sin m