de un "matrimonio" que yo, Luciana Salazar, sie
o, cosechado con sus propias manos, solo para mí. Pero yo llegué a medianoche, aco
veneno que tu vino". Mis palabras se clava
ran, porque León era el único donante compatible para el tra
ndo asco, y le solté la verdad más cruel: "Nunca serás mi marido. L
. Pero entonces, su mejor amiga, Sylvia, apareció en el restaurante donde celebraba con Kieran, y su
gue, tan pálido y frío, la realidad me golpeó. Sin una lágrim
lo que jamás imaginé. Y no se la entregaría a nadie. "Legalmente, sig
incesante parloteo. ¿Por qué en la quietud me parecía oír su risa burlona? "¿Estás feliz ahora, León?", susurré. "M
do él ya no estaba? ¿Qué era este dolor que me consumía? ¿Y por qué el alma