rible, colgaba en el aire. Pero la incredulidad es una mala hierba difícil de arrancar. A
tá lo
se cree e
arroga
escepticismo de la multitud y la p
ico. No eres nadie. Sofía es una Mendoza. Yo soy un Torres. Juntos, valemos más de lo
ecesita anunciarse, simplemente es. Él había sido demasiado blando, había permitido que su poder fuera usado por gente que n
sonrisa cruel y lle
oportunidad de salir de aquí sin los huesos rotos. Arrodíllate. Arrodíllate ahora mismo, f
us intenciones claras. La multitud contuvo el
na mirada fría y analítica que p
dijo Sebastián en voz baja. "Demasiado segur
poder, tengo conexiones. ¡Tú no tienes nada! ¡Aho
cla de furia y satisfacción, perdió la pacienc
" gritó. "¡Si él no
án. Esta vez no para arañar, sino para go
l puño acercarse. Vio el odio en los ojos de So
cer contacto, un sonido agudo y seco resonó
R
partió en dos. Las dos mitades cayeron del cordón roto, golpea
ara de Sebastián. Todos los ojos se clavaron en
profundo escapando de sus labios. No era un suspiro
a Sofía, cuyo rostro h
uchó en todo el patio silencioso. "Lo has hecho. H