vía, aferrándome a la esper
dad horripilante: mi esposo, Alejandro, proclamaba su amor inquebrantable por Eva, mi prima, la mu
ión y el recuerdo vívido de mi infierno anterior,
, arrastrándome al quirófano como una bestia,
obre mi cordura, mientras Alejandro, el hombre que juró amarme, me abofe
acerme esto? ¿Qué había hecho para
vez, protegeré a mis hijos y haré q