y la lluvia torrencial afuera golpeaba las ventanas del hospi
el frío, sino por el miedo
con fanfarrias la noticia del día: Alejandro de la Vega, mi esposo, acababa de anunciar públicamen
or de cuento de hadas, mientras yo sentía
un recordatorio brutal de que el tiempo se agotaba, mis
ando el dolor físico y el
ya lo ha
una sonrisa dulce mientras planeaba mi destrucción. Ella me convenció de que Alejandro me era infiel, me aisló
re que juró amarme, le creyó. Me encerró, me arrebató a mi otro bebé y me dejó morir sola y rota en u
los ojos un día y estaba aquí, de vuelta en el pasado, con mis dos bebés aún a salvo
ría a mis hijos, que desenmascararía a Eva y que har
sitaba tiempo para pensar, para encontr
mbres altos y con cara de pocos amigos, los guardaes
de la Vega ha dado
encogerme en la cama. "Toda
fuerza que me hizo gemir de dolor. Me levantaron de
están lastimando!
los rostros curiosos y asustados de otras enfermeras y pacientes, pero nadie hizo
gó por un momento. El olor a antiséptico me revolvió el estómago. M
agan!" grité, mi voz que
el y sus ojos llenos de una falsa preocupación. Llevaba un vestido e
voz suave y lastimera. "Solo queremos lo mejor para
le grité, luchando contra las ataduras
ho como si la hubiera herido profundamente
ndo hacia la puerta. "Mira
e, con su traje caro y su expresión de hielo.
ues con tu tea
a mi mejilla. El golpe fue tan fuerte que mi cabeza rebotó contra la
metros del mío. "¡Intentando dañar a mis hijos s
aneste
hacer. Y asegúrense de que esos beb
razo. Mi última visión consciente fue la de Alejandro abrazando a Eva, consolán
tragó, y con ell