, mientras sostenía entre mis manos la pequeña urna
a Sofía, que la encontré, no llorando a nuestro hijo, sino riendo en
mejores años, y lo peor, revelaba que no lo había llevado al extranjero para salvarlo, sino para
olo para ser sacrificado por el egoísmo de su propia madre, quien a
ormando mi dolor en una furia helada. No era suficiente con huir, la justi