pre defendía a Ricardo cuando yo me quejaba de su arrogancia en el circuito de chefs. Las llamadas misteriosas que terminaban abruptamente cuando yo entraba en la habitación. El nuev
dentro de mí, pero la controlé. La Sofía de antes habría corrido a enfrentarlo, a gritarle, a hacer
tras esperaba, mi teléfono sonó. Era Marco. Lo igno
estás? Vuelve a casa, tenemos que
, Marco. Te di
blando en serio! ¡Nuestros amigos, nues
te atreves", respon
z familiar a mis espaldas. "¡Marco!
abía seguido, estaba a unos metros de él. Al escuchar su nombre, Marco se sobresaltó
Qué coincidencia", dijo, aun
ástrofe. Habría gritado, acusado, llorado. Pero ahora,
e con calma. "Marco y yo solo v
erenidad. Ricardo entrecerró los o
es?", preguntó Ricardo, con u
l futuro". Mentí con una facilidad que me sorprendió a mí misma. "De hecho, qué bueno que te encuentro. Marco m
nsó. "¿Marco
apartamento es bastante grande. ¿Por qué no te mudas con nosotros temporalmente? Así ahorras e
mo si me hubiera vuelto loca. Ricardo estaba pálido, sin
a nerviosa. "¡Mi amor, qué generosa eres! Per
blecerte, y a mí me encantaría tenerte cerca. Podríamos intercambiar ideas culinarias". La iro
ar con una sonrisa forzada. "Bueno, si no es mol
riño, se hace tarde y la fila avanza. ¿Por qué no vas
ncómoda, asintió rápidamente. "Claro, sí, buena
bservándome. "No sabía que er
las cosas como realmente son". Le guiñé un ojo y me di la vuel
manipular. Pero ahora, el juego había cambiado. Al tener a Ricardo bajo mi techo, tendría el con
Y esta vez, yo iba a construir mi arsenal pieza por pieza, sonrisa a sonrisa, hasta que estuviera lista para el golp